Especial

por Rogério Coelho

Lo que el Espiritismo
es; lo que el Espiritismo no es 
– Parte 1

Quien pretendiese hacer milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante

 

"(...) Nunca exista entre vosotros quien consulte adivinos, que observen sueños y augurios, que usen el maleficios, sortilegios,  encantamientos, o consulten los que tienen Espíritu pitónico y se dan a las prácticas de adivinación interrogando a los muertos." - Deuteronomio, 18:10 y 12.

 

Algunas criaturas fanáticas e ingenuas, penetrados de felicidad, utilizan estas afirmaciones del Deuteronomio, pensando, por lo tanto, lanzar la definitiva e indescriptible "pala de cal" en el Espiritismo.

¿Cómo podría Moisés prohibir algo que sólo nacería miles de años después de su época? Si él arruíno la comunicación con los muertos tenía allá sus razones que mostraremos más adelante. Por otro lado, él mismo, el propio Moisés  revocó, de manera inarticulada, tal ley, al manifestándose a Jesús en Espíritu, junto con Elías, en el Monte Tabor, teniendo tal hecho como testigos a Pedro, Santiago y Juan.   

Si el Espiritismo se encuadrase en la prohibición de Moisés, ¿cuál sería el significado y el valor de estas palabras del Evangelio (Hechos, 2:17 y 18):

- "Dividiré mi Espíritu por toda la carne: - vuestros hijos e hijas profetizarán; los jóvenes tendrán visiones y los viejos tendrán sueños. En esos días repartiré mi Espíritu por todos mis servidores y servidoras, y ellos profetizarán".

Si el Espiritismo tomara la prohibición de Moisés, ¿por qué Juan, el Evangelista recomendaría más tarde (?): "no creáis en todos los Espíritus. Experimentad si los Espíritus son de Dios." (Juan, Epístola 1ª, 4:1).

Es necesario no confundir la ley civil y transitoria creada por Moisés, propia y adecuada para gobernar los destinos de aquel pueblo insumiso, con la Ley Divina y Eterna que gobierna de forma inmutable el destino de la humanidad de todos los tiempos.

Hoy, con las luces de la Ciencia y con el esclarecimiento espírita, sabemos que los Espíritus son las almas de los muertos y no los evocamos sino para recibir consejos de los buenos, moralizamos a los malos y nos relacionamos con los seres amados.

Para abonar nuestro razonamiento podemos recurrir a las enseñanzas de Allan Kardec, incluida en el libro básico del Espiritismo titulado "El Cielo y el Infierno", especialmente en los capítulos X y XI de la primera parte, en los que, entre otras colocaciones extremadamente esclarecedoras, propone: 

- (...)  La más esencial de todas las disposiciones para evocar es el recogimiento, cuando queremos tratar con Espíritus serios. Con la fe y el deseo del bien, más aptos nos volvemos para evocar Espíritus Superiores. Elevando nuestra alma por unos momentos de concentración en el momento de evocarlos, nos identificamos con los buenos Espíritus, predispuesto a su venida".[1]

- Ningún objeto, medalla o talismán tiene la propiedad de atraer o repeler Espíritus, pues la materia acción alguna ejerce sobre ellos. Nunca un buen  Espíritu aconseja tales absurdos. La virtud de los talismanes sólo puede existir en la imaginación de personas simples.  (Ved: El Evangelio según el Espiritismo "in fine".)

- No hay fórmulas sacramentales para evocar Espíritus. Quien quiera que pretendiese establecer una fórmula, podría ser tachado de usar el charlatanismo, ya que para los Espíritus puros la fórmula no vale nada.  La evocación debe, sin embargo, ser hechas siempre en el nombre de Dios.  (Ved "El Libro de los Médiums”, 2ª parte, cap. XVII.)

- Los Espíritus que anteponen entrevistas en lugares lúgubres y a horas indebidas, son los que se divierten a expensas de quien los oyen. Es siempre  inútil y a veces peligroso ceder a tales sugerencias. Inútil porque no se gana nada más allá de una mistificación, y peligrosa, no por el mal que pueden hacer los Espíritus, sino por la influencia que tales hechos pueden ejercer sobre cerebros débiles. (1)

- No hay días ni horas más especialmente propicios a las evocaciones. Eso, como todo lo que es material, es completamente indiferente a los Espíritus, más allá de ser supersticiosa la creencia en tales influencias.  Los momentos más favorables son aquellos en que el evocador puede abstraerse mejor de sus preocupaciones habituales, y calmada de cuerpo y Espíritu. (1)

Si aquellos que hablan de Espiritismo, sin conocerlo, trataran de estudiarlo, evitarían obras de imaginación y alegaciones que sólo sirven para demostrar su ignorancia y mala voluntad.  Para conocimiento de las personas extrañas a la ciencia, diremos que no hay horas más propicias, una que otras ya que no hay días ni lugares, para comunicarse con los Espíritus. Diremos más: que no hay fórmulas ni palabras sacramentales o cabalísticas para evocarlos; que no hay necesidad de preparación o iniciación; que es nulo el empleo de cualquier signo u objeto materiales para atraerlos o repelerlos, bastando simplemente para ambos pensamientos; y finalmente que los médiums reciben de ellos comunicaciones sin salir del estado normal, tan simple y naturalmente como si tales comunicaciones fueran dictadas por una persona viva. Sólo el charlatanismo podría prestar las comunicaciones formas excéntricas, injertándoles accesorios ridículos. (Ved "¿Qué es el Espiritismo?", cap. II, nº 49.)  

- El futuro es vedado al hombre por principio, y sólo en casos muy raros y excepcionales es que Dios proporciona su revelación.  Si el hombre conociera el futuro, seguramente descuidaría el presente y no obraria com libertad. Absorbidos por la idea de la fatalidad de un acontecimiento, o buscamos conjurarlo o no nos preocupamos com el. Dios no permitió que fuera así, a fin de que cada cual concurriese por la realización de los acontecimientos mismos, que por ventura desearía evitar. Él permite, sin embargo, la revelación del futuro, cuando el conocimiento previo de una cosa no estorba, más facilita la realización, induciendo a procedimiento diverso de lo que habría sido en tal circunstancia.  (Véase "El Libro de los Espíritus", parte 3ª, capítulo X.)

- Los Espíritus no pueden guiar los descubrimientos ni las investigaciones científicas. La Ciencia es obra de genio y sólo debe ser adquirida por el trabajo, pues es por esto que el hombre progresa. ¿Qué mérito tendríamos nosotros si, apenas bastase interrogar a los Espíritus?  Por ese precio, todo imbécil podría llegar a ser sabio. Lo mismo se da relativamente a los inventos y descubrimientos de la industria. Cuando es hora de un descubrimiento, los Espíritus a cargo de su marcha buscan al hombre capaz de llevarla a buen término e inspirarle las ideas necesarias, para no tomar su respectivo mérito, que está en la elaboración y ejecución de estas ideas.  Así han sido con todos los grandes trabajo de inteligencia humana. Los Espíritus dejan a cada individuo en su esfera: del hombre apto para labrar la tierra no hacen depositorio de los secretos de Dios, más saben cómo arrancar de la oscuridad aquel que se muestra capaz de secundarles los designios. No os dejéis, dominar por la ambición y por la curiosidad, en terreno ajeno al Espiritismo, que tales objecciones no tienen, pues con ellos sólo conseguíreis las más ridículas mistificaciones. (Ved "El Libro de los Médiums", 2ª parte, cap. XXVI.)

- Los espíritus no pueden concurrir para el descubrimiento de tesoros ocultos. Los superiores no se ocupan de tales cosas y sólo los burlones pueden entretenerse con ellas, ya indicando tesoros que la más de las veces no existen, ya apuntando sitios diametralmente opuestos a aquellos en los que realmente existen. Esta circunstancia tiene, sin embargo una utilidad, que es la de mostrar que la verdadera fortuna reside en el trabajo. Cuando la Providencia ha destinado a alguien cualquier riqueza oculta, ese alguien naturalmente las encontrará; de lo contrario no, nunca. (Véase "El Libro de los Médiums", 2ª parte, cap. XXVI.)

- Esclareciéndonos sobre las propiedades de los fluidos - agentes y medios de acción del Mundo Invisible constituyendo una de las fuerzas y potencias de la Naturaleza - El espiritismo nos da la clave de innumerables hechos y cosas inexplicables de outro modo, hechos y cosas que pasaron por prodígios, en otras eras. Del mismo modo que el magnetismo, el nos revela una ley, si no desconocida, por lo menos incomprendida, o entonces, para mejor decir, efectos de todos los tiempos conocidos, pues que de todos los tiempos se produjeron, pero cuya ley se ignoraba y de cuya ignorancia brotaba la superstición. Conocida esa ley, lo maravilloso y los fenómenos entran para el orden de las cosas naturales. Es por eso que los Espíritus no producen milagros, haciendo girar las mesas o escribir a los muertos, como milagro no hace que el médico restituya la vida de los moribundos.

Quien quisiera hacer milagros por el Espiritismo no pasaría de ignorante, o entonces bien de un simple prestidigitador. "El (Libro de los Médiums” 1ª, parte, cap. II.)

La gente ha hecho de las evocaciones una idea muy falsa: incluso hay quien crea que los muertos evocados se presentan con todo el aparato lúgubre de la tumba. Tales suposiciones pueden ser atribuídas a lo que vemos en el teatro o leer en novelas y cuentos fantásticos, donde los muertos aparecen sudario con el restrallar de los huesos.  El Espiritismo, que nunca hizo milagros, tampoco no hace esto, porque nunca hizo revivir un cuerpo muerto. El Espíritu fluídico inteligente, ese no baja a la tumba con la carcasa con el grosero cuerpo, que  allá queda definitivamente. Se separa de el en el momento de la muerte, y nada tienen más en común entre sí. "¿Qué es el Espiritismo?", cap. II, nº. (48.)

Ampliamos esas citas para mostrar que los principios del Espiritismo no tienen relación alguna con los de la magia. Así, ninguno de los Espíritus por orden de los hombres; ni medios de restringirlos; ni señales o fórmulas cabalísticas; ni descubrimientos de tesoros; ni procesos para enriquecer, y tampoco milagros o prodígios, adivinaciones y apariencias fantásticas: nada, por fin, de lo que constituye el fin y los elementos esenciales de la magia. El espiritismo no sólo desaprueba tales cosas como demuestra la imposibilidad e ineficácia de ellas.  No hay, afirmándolo aun una vez más, una analogía entre los procesos y los fines de la magia y los del Espiritismo; sólo la ignorancia y la mala fe podrán confundirlos... De esa forma, tal error no puede prevalecer, ya que los principios espíritas no rehúyen el examen, y ahí están formulados inequívocamente y claramente para todos".   

Sigamos el razonamiento esclarecedor de Allan Kardec elaborado en el capítulo X de la primera parte del libro "El Cielo y el Infierno": "(...) El espiritismo no admite la manifestación de ningún Espíritu, buenos o malos, sin el permiso de Dios.  Dice más: que mediante tal permiso y correspondiente al apelo de los vivos, los Espíritus no se ponen a la disposición de estos.  

¿El espíritu evocado viene voluntariamente, o está obligado a manifestarse?

Obedeciendo a la voluntad de Dios, esto es, a la ley que rige el Universo, Él juzga la utilidad o inutilidad de su manifestación, lo que constituye una prerrogativa de su libre albedrío.

El Espíritu Superior no deja de venir siempre que es evocado para un fin útil, sólo se niega a responder cuando en reunión de personas poco serias que toman la cosa en aire de la broma. [2].

- ¿Puede el Espíritu evocado negarse a venir por la evocación que le hacen?   

- Perfectamente, ya que tiene su libre albedrío.  ¿Puedes creer que todos los seres del Universo esten a vuestra disposición? Y ustedes mismos, ¿se juzgan obligados a responder a todos los que pronuncian tu nombre? Pero cuando digo que el Espíritu puede negarse, subordinada esa negativa al pedido del evocador, por eso que un Espíritu inferior puede ser limitado por un superior a manifestarse. 

Tanto los Espíritas están convencidos de que nada pueden sobre los Espíritus directamente, sin el permiso de Dios, que dicen, cuando evocan: rogamos a Dios Todo-Poderoso para que permita que un buen Espíritu se comunique con nosotros, así como con nuestros ángeles guardianes para ayudarnos y apartar a los malos Espíritus".

Y cuando se trata de la evocación de un Espíritu determinado[3]: - "rogamos a Dios Todo-Poderoso para permitir que ese Espíritu se comunique con nosotros", etc...

Las acusaciones hechas por la Iglesia y demás detractores contra las evocaciones no alcanzan, por tanto, al Espiritismo, sin embargo las prácticas de la magia, con la cual este nada tiene de común. El espiritismo condena tanto como aquellos las referidas prácticas, al mismo tiempo en que no verifica a los Espíritus superiores un papel indigno de ellos, ni algo pregunta o pretende obtener sin el permiso de Dios.

Cierto, puede haber quien abuse de las evocaciones o hagan un juego, o les desnature el carácter providencial en beneficio de los intereses personales, y aun puede haber quien por ignorancia, livianda, orgullo o ambición se aparte de los verdaderos principios de la Doctrina; verdadero Espiritismo, el Espiritismo serio los condena también, del mismo modo que la verdadera religión condena a los creyentes hipócritas y a los fanáticos. Por tanto, no es lógico ni razonable imputar al Espiritismo abusos que el es el primero en no atribuirse, y los errores de aquellos que no lo entienden. Antes de formular cualquier acusación, vale la pena saber si es justo. Diremos así: la censura de la Iglesia y otros detractores del Espiritismo recae en los charlatanes, especuladores, practicantes de magia y sortilegios, y con razón.  Cuando la crítica religiosa o escéptica, disecando abusos, condena el charlatanismo, no hace más que realzar la pureza de la sana doctrina, ayudándola en la purga de malos elementos y facilitando la tarea. El error de la crítica está en no confundir lo bueno y lo malo, lo que a menudo sucede por la mala fe de algunos y la ignorancia del mayor número".

Analicemos, ahora, con Kardec las razones que llevaron a Moisés a prohibir la comunicación con los "muertos": "(...)  Quería que su pueblo abandonase todas las costumbres adquiridas en Egipto, donde las evocaciones estaban en uso y facilitaban abusos, como se deduce de estas palabras de Isaías[4]: "el Espíritu de Egipto se aniquilará a sí mismo y yo precipitaré su consejo; ellos consultarán a sus ídolos, a sus adivinos y a sus magos". (Continúa em la próxima edición.)

 


[1] - KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, 2ª parte, cap. XXV.

[2] - KARDEC, Allan. O Livro dos Médiuns. 71.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, 2ª. parte, cap. XXV.

[3] - Idem, ibidem2ª parte, cap. XVII, 203.

[4] - Isaías, 19:3.

         
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita