Especial

por Jorge Hessen

Las consecuencias y dificultades derivadas del sentimiento de culpa

El movimiento de la culpa es resultado del culto al perfeccionismo; aquí hay un capcioso quiste psicológico. Cuando cometemos errores, en lugar de asumir actitudes restauradoras, adoramos la perfección imprácticable y nos acusamos perentoriamente; por lo tanto, no aceptamos el derecho a equivocarnos con la correspondiente obligación de reparar.

Debemos permitirnos el derecho a equivocarnos. Hasta porque fuimos creados simples e ignorantes. Además, ¿cómo es posible, en nuestra etapa evolutiva actual, acertar siempre? ¡Es imposible! Así que razonando, es fácil darse cuenta de que la culpa es intensamente injusta con nosotros, porque ella no nos permite el derecho a equivocarnos, de hecho el derecho que Dios nos ha proporcionado. Como sabemos, fuimos creados simples e ignorantes para que pudiéramos evolucionar poco a poco, cometiendo errores y acertando hasta alcanzar la perfección relativa, cuando alcanzamos el nivel del "Guía y Modelo" de la humanidad. A partir de entonces, no  erraremos más.

Ni culpas, ni disculpas delante de los desaciertos

Es creencia vulgar y desacertada admitir la Justicia Divina como condenable y punitiva. Las Leyes de Dios, incrustadas en la conciencia humana, no son punitivas, sino educativas (pruebas) y reeducativas (expiación). Ahora, si no nos permitimos el derecho a equivocarnos y el deber de hacerlo bien, permaneceremos en una actitud perezosa pasiva y acomodada. Para evitar que esto suceda, es urgente pasar activamente para la reparación forzada ante conceptos erróneos deliberados.

La culpa es un anhelo de prepotencia y omnipotencia porque codiciamos asumir los atributos de Dios al diverger de la Ley de la misericordia y de la Ley de amor, justicia y la Ley de amor, justicia y caridad. Ahora, si Dios no nos castiga, entonces instituimos una ley en particular y a través de un auto decreto infligimos la ley de autocastigo.

La persona que cree que la perfección es el límite entra en el proceso de autoflagelación, porque percibe como es difícil e ilusoria cualquier aspiración liberadora. De hecho, no es difícil, es fatigoso, porque hay que dejar ir el amor para gobernar a todas las demás virtudes que transmutarán el proceso de culpa. Porque la imprestable culpa es un movimiento de autodesamor profundo, una cruel represión del amor. El culpable quiere sufrir las consecuencias mártires de los errores porque cree que ese mecanismo es liberador. Pero sólo y unícamente el amor libera la conciencia.

El autorechazo y el sentimiento de culpa

Frente a los delitos morales cometidos, hay personas que introyectan el autorechazo, implantando en la conciencia la llaga de la culpa. Debido a eso, se sienten rechazados por todos, en lugar de trabajar para la reparación del error. Porque si no lo hiciera de inmediato, lanzarás para la encarnación siguiente los conflictos de conciencia incrustados.

En la actual existencia existen diversos casos de autorechazo de los transgresores de las leyes divinas de la conciencia. Son aquellos que en su juventud, en la "callada de la noche", han tenido abortos criminales y temen que sean descubiertos. Hay quienes se han comprometido con adulterios y buscan esconderse de los demás y bajo el látigo de la culpa que temen ser revelados en cualquier momento. Esos son casos poco frecuentes, los menos raros son los culpables de crímenes olvidados de reencarnaciones anteriores. De aquellos que llevan la mancha ante la conciencia y como no se han superado en vidas anteriores, permanecen hoy alimentando culpas.

Las leyes divinas no son punitivas, son amorosas, educativas (pruebas) y reeducativas (expiatórias). Ciertamente violaciones a las leyes morales incidirán en la economía espiritual, que necesita la reparación de los agravios. No necesariamente en una reencarnación inmediata, sobre todo porque hoy en día muchos pueden estar reparando crímenes de diez encarnaciones anteriores. ¿Además, será necesario el dolor para la repararación de los errores? No lo creemos. El camino seguro será el desarrollo de las virtudes del corazón, actuando con autoamor y amor por al prójimo.

La autoconciencia y el autoperdón son mecanismos que vuelven dispuestos  a los infractores para la reparación del delito. Dado que la evolución espiritual ocurre tanto horizontalmente como verticalmente de la vida. El dolor es el aguijón que impulsa la evolución horizontalmente. El transgresor sufre hasta el límite del cansancio y en el agotamiento observa que no hay otra alternativa, sino hacer el BIEN, decidiendo de ahí subiendo en la vertical de la vida.

La mejor terapia para la culpa es el ejercicio del Evangelio como una invitación para alejarse del egoísmo y centrarse en la esencia divina que es Él. Ese es el camino para la liberación de los movimientos egocêntricos y egóicos. La práctica de la lectura edificante, los quehaceres de la caridad necesariamente para consigo, y enseguida la caridad real con el prójimo "sin asistencialismos inocuos", la participación de las actividades del centro espírita, en general pueden promover el espíritu inmortal y ayudar a todos los involucrados.

Cuando decimos "sin asistencialismo inócuo" afirmamos que la caridad mayor no es lo material, sino lo espiritual que debe ser ejercida bajo el símbolo de la benevolencia para con  todos, la indulgencia hacia las faltas de los demás y el perdón de las ofensa. Son ejercicios prácticos para que las personas se deshagan de la monoidea de la culpa. En ese movimiento de ejercicios espíritas cristianos, la mente ya no permite la introducción de las ideas de los obsesores y la persona realiza las acciones prácticas, que son bastante laboriosas, pero impulsan la evolución en la vertical, es como ascender en una escalera aplomada y muy empinada, pero pocos son aquellos que están dispuestos a elevarse, la mayoría siguen murmurando para que la vida sea "madrasta" sin hacer esfuerzos reales para la ascensión.

El culpable rechaza a todos los que trabajan para la auto-renovación. Porque estos están dando un ejemplo para él. Identifica en otros un "espejo" que representa el comportamiento que debería tener, pero que no se dispone para tal. Frente a esto, rechaza y repudia el "espejo", lanza piedra para fragmentarlo, para no ver la imagen de la renovación que debe buscar. De esta manera, sigue siendo perezoso y acobardado para la auto-renovación moral. El "espejo" que sale de su vista no quedará todo recomendando y cobrando lo que debe hacer.

La culpa y la alerta de la conciencia

La conciencia es lo Divino en nuestra realidad existencial; las Leyes del Creador están escritas en ella. A su vez, la culpa es el resultado de la no auscultación de la "alerta de la conciencia", por lo tanto es patológica y genera un profundo shock psicológico autopunitivo. Detalle: es imposible inexistir la alerta de conciencia en la psique humana. Podemos fingir no oír la "voz de la conciencia", y a pesar de esto, siempre estará alerta, excepto en los casos extremos de psicopatologías en que el enfermo mental no sienten un mínimo de arrepentimiento y o culpa.

La alerta de conciencia señala las transgresiones a la Ley del amor, justicia y caridad. En vista de esto, tomamos conciencia y nos arrepentimos del error, tratando de repararlo. Por otro lado, la culpa es un proceso patológico en el que quedamos adorando el error bajo el movimiento psicológico del autojuicio, la autocondenación y el autocastigo.

La Ley de Causa y Efecto es uno de los principios fundamentales preconizados por la Doctrina Espírita para explicar las vicisitudes vinculadas a la vida humana. Ante la Ley de causalidad, la cosecha deriva de la siembra, sin ninguna castración o expresión fatalista para reparación. La "alerta de conciencia", por ejemplo, bien absorbida, se convierte en un componente responsable. Pero si lo ignoramos, nos derrumbamos en el disculpismo rechazamos la responsabilidad del error. Frente a esto, el disculpismo es una postura profundamente irresponsable delante de sí mismo.

El negligente (disculpista) pronuncia que "errar es humano", pero es arriesgado razonar. Es un proceso equivocado que ultraja la ley de Dios. En verdad no necesitamos culparnos a nosotros mismos (exigencia) cuando erramos, y mucho menos disculparnos (exigencia), cuando erramos, es mucho menos disculparnos (negligencia), sin embargo necesitamos escuchar la voz de la conciencia y aprender de los errores a fin de repararlos.

Sin embargo, en el M.E.B. - Movimiento Espiritista Brasileño hay mucho de servicios de asistencia. El psiquiatra espírita Alírio Cerqueira, coordinador del Proyecto Espiritizar de la Federación Espírita de Mato Grosso, discurre que muchos hacen ayudas a la atención sin una conciencia de la necesidad social de los desprovistos. En verdad, trabajan "caritativamente" bajo las esposas de la conciencia culpable y corren el riesgo de disfrazar para sí el automático ejercicio del "altruismo". Obran subconscientemente como portadores de herida muy dolorosa, y en lugar de tratarla para sanar, pasan pomada anestésica en la herida (culpa) para ablandar el dolor.

En el extremo, hay personas que alimentan tanta culpa que se sienten indignas de hacer una oración o de hacer el bien. Sin embargo, juzguemos lo siguiente: la oración no es para los espíritus puros. Jesús orientó que no son los sanos los que necesitan médicos, sino los enfermos. Ahora, esperamos a que nuestra purificación para orar y hacer el bien no tiene sentido, sobre todo porque poco a poco nos perfeccionamos, orando inicialmente y de una manera especial haciendo bien al límite de nuestras fuerzas.

Derivaciones inescapable de la mente culpable

La culpa causa conmoción, trastornos autopunitivos y contribuye para la ausencia de autoestima. Provoca compulsión autoexterminadora, como resultado de los movimientos de juzgamiento, autocondenación y de autocastigo en los que el culpable arruina la autoestima, haciendo imposible el autoacogimiento amoroso.

En el origen de toda enfermedad siempre hay componentes psíquicos o espirituales. Las enfermedades son herencias derivadas de la ley divina de Causa y Efecto, y derivada de esta o vidas pasadas. Son escombros que han fijaron en los genes los factores rectores para la instalación de disturbios patológicos.

Somos imagen y semejanza del Creador; somos de esencia divina y fuimos creados para la felicidad y la armonía. Cuando buscamos desarrollar el equilibrio existencial de manera responsable, no seremos alcanzados por las enfermedades genéticas, sobre todo porque no es la composición biológica la que determina la salud o enfermedad del espíritu, más es el espíritu que dirige el cuerpo físico.

Hay quienes mantienen el mal humor casi ininterrumpidamente. Son los que se despiertan malhumorados, pasan el día malhumorados y se van a dormir malhumorados, porque están todo el tiempo en un proceso de culpa en autojuicio, autocondena y autocastigo. Para salir de ese estado es imperativo desarrollar los sentimientos básicos de autoestima, autoaceptación, autoconfianza, autovalorización y autorespeto.

Hay varias consecuencias de la culpa, a saber: inseguridad, aislamiento, ausencia de sí mismo (a) y de los otros. La persona entra en un estado de aislamiento psíquico y amplia el sentido de abandono existencial. No es posible que nadie así se sienta perteneciente al universo, y es exactamente el sentimiento de pertenencia al universo lo que genera en nosotros el existencialismo y la alegría de vivir.

 
            
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita