Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Evangelio en el Hogar; familia


Evangelio en el hogar


Simone estaba casada con Alberto y tenían dos hijos. La rutina de la familia, todos los días, estaba siempre llena de compromisos. Se levantaban temprano, se arreglaban y salían. Los hijos iban al colegio y los padres al trabajo.

Los niños incluso tenían, después de la clase, sus deberes de casa y otras actividades deportivas y culturales en las cuales estaban matriculados.

Alberto trabajaba bastante en su centro laboral. Simone también, pues trabajaba fuera, por la mañana, y después se dedicaba a las tareas de la casa y al cuidado de sus hijos.

A todos les gustaba lo que hacían, pues tenían amigos y buenas oportunidades de aprendizaje y realización. Pero la rutina de muchos compromisos y responsabilidades exigían de ellos disciplina y equilibrio. Necesitaban estar atentos a los horarios, no dejar los deberes para después, ser organizados con sus cosas para no perderlas por la casa y así en adelante.

Sucede que eso no siempre pasaba. La mamá había notado que muchas veces había peleas entre los hermanos y falta de respeto a las reglas y a los familiares. E incluso ella y su marido, varios días, se sentían cansados e irritados por las pequeñas situaciones que se creaban.

Una tarde, a la hora de la merienda, Simone al entrar en la cocina escuchó a su hija Carla gritándole a su hermano:

- ¿Por qué te lo comiste todo, Daniel? ¡Por supuesto que yo también quería! ¡Sabes muy bien que el pastel de chocolate es mi favorito! Incluso era un pedazo muy grande, podíamos haberlo dividido.

- ¡Yo llegué primero! ¡Si también querías, deberías ser más inteligente! – respondió él nervioso, sin querer admitir que había actuado mal.

- ¿Ah sí? Pero yo soy muy inteligente para darte una lección. ¡Ya no seas tan egoísta! – gritó la niña irritada, mientras le jalaba el cabello a su hermano.

Daniel reaccionó y una fea pelea iba a comenzar si no hubiese sido por Simone que intervino y los separó.

Las agresiones fueron evitadas, pero el malestar no. Por el resto de la tarde los hermanos no se hablaron más y Simone se sentía enojada y pensativa.

El hogar debe ser no solamente el lugar de descanso físico y mental, sino también de formación moral y aprendizaje de valores éticos para que, además de convivir bien entre sí, todos puedan llevar, fuera del hogar, buenas actitudes. Si los familiares son las personas más importantes, deberíamos cuidar más la convivencia con ellos.

Pensando en eso, Simone se acordó, entonces, del culto del Evangelio en el Hogar, del cual ella ya había escuchado hablar en el centro espírita que frecuentaban. Cuando Alberto llegó a casa, ella conversó con él explicando bien la situación y cuánto podrían beneficiarse haciendo el Evangelio en el Hogar.

Alberto estuvo de acuerdo y dijo:

- ¡Vamos a hacerlo! ¡Tenemos muchos otros compromisos, pero sin duda el más importante es con Jesús!

Y así la pareja comunicó a los hijos que todos los días a las 8 de la noche, ellos harían el culto en el hogar.

Ese mismo día comenzaron. Unos minutos antes del horario programado Simone puso una linda música, preparando el ambiente.

Los niños fueron llamados, pero no les gustaba la novedad. Daniel tuvo que salir de Internet. Carla debió interrumpir la llamada telefónica con su amiga.

Simone inició la reunión con una oración, agradeciendo a Dios por el día y pidiendo inspiración a Jesús para un momento provechoso con la familia.

En seguida, Simone pidió que Daniel abriera en cualquier página el libro El Evangelio según el Espiritismo, de Allan Kardec, que contieni las enseñanzas de Jesús y de la Doctrina Espírita.

Daniel abrió y leyó la lección que decía “no hagas al prójimo lo que no te gustaría que te hicieran”. Al final de la lectura le dio una pequeña risa, avergonzado, comprendiendo que esa enseñanza servía para lo ocurrido durante la tarde.

Los padres completaron el estudio con breves comentarios y Carla, en seguida, leyó una página de un libro de mensajes, psicografiado por Chico Xavier. Alberto hizo la oración de cierre y todos oraron juntos el “Padre Nuestro”. Al final, tomaron el agua de la jarra que había sido colocada por Simone en el centro de la mesa.

La música suave, las oraciones y los comentarios en torno del bien colaboraron con el clima de armonía que se había formado. Por aproximadamente media hora la familia estuvo reunida y recibió muchos beneficios.

En los días que siguieron ellos necesitaron de disciplina para cumplir con el compromiso firmado. La misma disciplina que utilizaban para realizar sus otras actividades. Algunas faltas sucedieron al inicio, pero después de pocos meses la nueva práctica familiar estaba bien incorporada a la rutina de la familia. Los hijos pasaron a ir sin reclamar y muchas veces eran ellos mismo quienes llamaban a los padres, cuando estaban en la hora.

Las enseñanzas del Evangelio pasaron a estar siempre presentes en las mentes de todos, ayudándolos a superar las dificultades de convivencia, a estar sintonizados a los buenos espíritus que los visitaban diariamente y a acordarse siempre de la realidad y de los valores espirituales, que son mucho más importantes que los materiales.

Así, la práctica del culto del Evangelio en el Hogar volvió a la familia de Simone y Alberto mucho más armonizada y feliz.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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