Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Solidaridad


¡Qué deliciosa merienda!


La campana del colegio anunciando la hora del recreo. Como de costumbre, los niños cogieron sus loncheras y se dirigieron a las mesas del patio, cerca de la cafetería.

En medio del bullicio de los niños, Carlos, con la cabeza gacha, caminaba tristón, cargando la lonchera liviana, que él sabía estaba vacía.

Llegando al lugar donde acostumbraba a sentarse, apenas puso la lonchera encima de la mesa.

Los niños no podían ir a jugar antes de tomarse su merienda. Pero, en vez de sentarse y esperar, como iba haciendo hacía algunos días, Carlos pidió permiso para ir al baño. Tenía hambre y prefería no ver a sus compañeros comiendo.

Los amigos ya habían notado lo que estaba sucediendo y estaban comentando.

Octavio hallaba que la mamá del niño estaba enferma y por eso no preparaba su merienda. Lucas afirmaba que no era cuestión de enfermedad y sí que los padres se estaban separando. Para Joana, la familia no tenía dinero y por eso no mandaban comida y no tenían dinero para que él pudiera comprar algo en la cafetería.

Carlos, de hecho, andaba diferente, muy quieto.

En ese día, él se demoró cuanto pudo en el baño. Después, fue hacia el bebedero a tomar agua. Solo entonces volvió a las mesas de la cafetería. Notó, insatisfecho, que debería haberse demorado más, pues sus amigos todavía seguían ahí.

Al acercarse, vio su lonchera encima de la silla donde iba a sentarse. No entendió por qué estaba ahí, pero, cuando fue a cogerla para ponerla encima de la mesa nuevamente, percibió que estaba pesada.

Carlos, entonces, se sentó y abrió la lonchera. Se sorprendió al verla llena de cosas deliciosas. Tenía la mitad de un sándwich de queso, igual al de Lucas, un pedazo de pastel igual al de Joana, unas galletas de chocolate iguales a las de Octavio y muchas otras cosas.

El niño, muy feliz, miró a los lados sonriendo y vio que sus amigos le sonreían también. Sin saber cómo agradecer por ese gesto que le agradó tanto a su estómago como su corazón, solo pudo decir, alegremente:

- ¡Qué deliciosa merienda!

Los otros niños se sintieron tan felices como Carlos y, cuando todos terminaron de merendar, fueron a jugar contentos.

Carlos se sentía mucho mejor y el cariño que recibió lo incentivó a contar a Lucas lo que estaba pasando.

Carlos iba a pie al colegio y, en el camino, todos los días, poco antes de llegar, un joven, que vivía en la calle, le robaba su merienda. Carlos le tenía miedo, pues lo amenazaba y decía que no contara nada a nadie.

Lucas halló eso muy grave y lo incentivó a buscar a la profesora. El mismo día, fueron juntos a contarle todo a ella, que elogió mucho su actitud, diciendo que ese problema tenía que ser resuelto y no prolongado.

La profesora se contactó con los padres de Carlos, que no tenían idea de lo que estaba pasando. Ellos pasaron a llevarlo al colegio todos los días.

El director también fue comunicado y, además de pasar un aviso alertando a las familias, pidió refuerzo policial para aumentar la vigilancia en las calles cercanas al colegio. En pocos días, el joven fue encontrado y preso, pues estaba robando a otros niños y hasta algunas casas de la región también.

El caso fue resuelto y sirvió hasta de enseñanza a los otros niños. Carlos volvió a ser feliz como antes y sentía que la amistad entre él y los otros niños del grupo era aún más fuerte.

Un día, cuando todo ya estaba bien, Carlos pidió a su mamá llevar a la hora de la merienda un delicioso pastel y jugo, para dividirlo con todos.

Todos se dieron cuenta de que era una forma de agradecer por ese día en que compartieron su merienda con él.

Lucas, comiendo el pastel, sonrió a su amigo y dijo:

- ¡Qué deliciosa merienda!


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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