Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Lazos de familia, amistad


Pepe y Pipo


Un bello día, en una hacienda, nacieron dos lindos pollitos. Mamá Gallina los llamó Pepe y Pipo. Pepe nació de un huevo más grande, y por eso era un pollito robusto, de patas largas y lleno de plumas. Pipo era menor y más flaquito.

Conforme los dos hermanos crecían, Mamá Gallina se daba cuenta de otras diferencias entre ellos. Pepe era más orgulloso, andaba por la hacienda hinchando las plumas y queriendo ser, cuando creciera, un gallo grande y bonito como su padre. Pipo era curioso, le gustaba descubrir cosas nuevas. Era simpático y siempre conversaba con los otros animales de la hacienda.

Mamá les recomendaba a los dos que anduvieran siempre juntos, que fueran amigos y compañeros.

- Son hermanos y pueden ser los mejores amigos uno del otro – decía ella.

Pero Pepe le hacía poco caso a su hermano. A veces, escarbando, encontraba granos de maíz por el suelo, y Pepe, rápidamente, comía los granos, sin preocuparse en dejar algunos para su hermano. Otras veces, Pepe se subía a una gran piedra y saltaba de ahí batiendo las alitas, solo para demostrar que era más ágil que Pipo.

Cuando Pipo se detenía a conversar con alguien, Pepe se iba corriendo deprisa. El orgulloso pollito no tenía la gentileza de saludar a nadie. Mientras Pipo se dedicaba a descubrir más sobre la naturaleza y la vida de la hacienda, Pepe andaba solo, únicamente pensando en sí mismo.

Un día, sin embargo, cuando los dos pollitos estaban escarbando en el patio, vieron un animal peludo, con un largo hocico, un gran rabo y cuatro patas, que venía acercándose, en dirección a ellos.  

Pepe se llevó un susto muy grande. Ya había escuchado sobre los peligrosos zorros, y sintió mucho miedo. Corrió lo más rápido que pudo hasta un arbusto, donde se escondió.

De repente, Pepe se dio cuenta de que Pipo no estaba con él:

- ¡Ay no! ¿Y ahora? ¡Pipo se quedó atrás! ¡Mi pobre hermano! Va a ser comido por el zorro – gritó el pollito, que comenzó a llorar desesperado.

Pepe piaba tanto y tan alto que llamó la atención de todos los que estaban cerca.

Pipo, al escuchar el griterío de su hermano, fue corriendo, preocupado, a su encuentro, pensando que se había lastimado.

Al ver a Pipo, Pepe se sorprendió y, aliviado por ver a su hermano vivo, le dio el abrazo más fuerte que haya tenido en su vida.

- ¡Gracias a Dios! ¿Cómo pudiste escapar del zorro, Pipo? – preguntó Pepe.

- ¿Pero qué zorro? – dijo Pipo.

- El que estaba viniendo hacia nosotros, en el patio. ¡Escapé corriendo, pero pensé que te había comido, porque tú no puedes correr tanto como yo! – dijo Pepe, que, conmoviéndose de nuevo, volvió a abrazar a su hermano.

Pipo, entonces, entendiendo la confusión, esclareció:

- ¡Qué zorro ni qué nada, Pepe! ¡Ese era Toto, el cachorro de Doña Dalila, la perrita de la hacienda, amiga de mamá y papá!

Pepe, avergonzado, no pudo decir nada y Pipo continuó:

- Conozco a Toto desde pequeño. Yo iba a su casita a visitar a Toto y sus hermanos. Ahora su mamá ya los deja pasear. Toto se puso contento al verme y vino a llamarme para jugar.

Ahora más calmado, Pepe entendió lo que había pasado y pudo ver al cachorrito, que esperaba lejos.

Pipo, entonces, llamó a Toto y éste vino contento.

- Toto, este es Pepe, mi hermano – presentó el pollito.

- ¡Hola, Pepe! ¿Todo bien? ¡Qué bueno conocerte! ¡Pipo es mi amigo y es muy buena gente! ¡Si eres su hermano, entonces, ya eres mi amigo también! – dijo Toto, moviendo la cola.

Pepe se dio cuenta de cuán querido era Pipo por ese animal, que incluso era de otra especie, y cuya amistad Pipo había podido conquistar con su forma amable de ser. Se sintió orgulloso de su hermano. Comprendió que Pipo no tenía las mismas características físicas que él, pero tenía otras cualidades, también valiosas, que él mismo, Pepe, no tenía.

Descubrió incluso cuánto le agradaba su hermano y cuánto sufriría si algo malo le pasara.

Pepe abrazó a Pipo con una de las alitas y dijo:

- ¡Es un placer conocerte también, Toto! ¡Y, siendo amigo de mi hermano, eres mi amigo también! ¿Vamos a jugar?

Desde ese día, Pepe empezó a respetar a Pipo. Empezó a ayudarlo en vez de competir con él. Y fue así como ellos se volvieron, además de hermanos, grandes amigos también.


Texto de Lívia Prada Seneda.


  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita