Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Superación


La solución de Arturo


Arturo llegó a casa regresando del colegio. Cargaba la mochila y volvía con hambre, pues ya era hora de almuerzo. Como Arturo ya no era más un niño, sus padres dejaban que él regresara caminando solo, pues el colegio no estaba lejos.

Tocó el timbre, pero nadie respondió. Normalmente, era su madre quien le abría la puerta todos los días. Insistió unas veces más, pero no obtuvo respuesta. La casa estaba protegida por una gran reja de hierro y un portón. Sus dos perros estaban sueltos por el espacio en frente de la casa. Ellos se acercaron y Arturo los acarició a través de la reja.

- ¿Dónde está mamá? ¿Saben? – dijo él, jugando, como si sus perros pudieran responder.

Arturo comenzó a buscar su llavero en la mochila. Sus padres habían hecho una copia de las llaves de la casa para él y le habían recomendado que las cargara siempre consigo. Pero como él pocas veces las usaba, no se preocupaba mucho con eso. No las encontró. Debía haberlas guardado en otro lugar.

Arturo comenzó a ponerse nervioso. Quiso molestarse con su mamá, pensando que ella debería estar ahí. Se sentó debajo del gran árbol que quedaba enfrente de su casa.

- ¿Cuánto tiempo voy a tener que esperar aquí? ¿Adónde habrá ido mi mamá? ¡Voy a morir de hambre! ¡Qué cosa tan molesta! – reclamabaArturo.

El muchacho se quedó sentado ahí por algún tiempo. A cada persona que se acercaba, Arturo miraba imaginando que sería su mamá. Pero no era.

Después de un tiempo, la irritación de Arturo fue dando lugar a otros pensamientos. Comenzó a preocuparse por su mamá. Podría haber habido algún problema.

Ahora más calmado, Arturo se acordó de que su mamá siempre decía que Dios permite que tengamos problemas para que tengamos oportunidades de superarnos, aprender y desarrollar nuevas habilidades. “Cuando aparece un problema, Arturo, no sirve quedarse reclamando. Tienes que concentrarte en ver lo que puedes hacer mejor para superar o resolver esa situación”, le decía.

Arturo se levantó, valiente. Observando el árbol, vio que una de sus ramas colgaba más allá de la reja del portón.

Decidido, lanzó su mochila por encima de la reja y, con esfuerzo, escaló el árbol. Se sujetó con los brazos y las piernas a la rama, y se fue colgando hasta pasar por encima de la reja. Soltó las piernas, se colgó con los brazos estirados y saltó, cayendo sobre el pasto del jardín.

Satisfecho, Arturo sonrió contento. Sus perros nuevamente fueron a su encuentro, moviendo las colas:

- ¿Vieron lo que hice? – jugó Arturo alegremente.

En seguida, el joven fue hacia la puerta. Pero, como él se lo esperaba, estaba trancada. Arturo dio la vuelta a la casa e intentó entrar por la puerta trasera, que abría hacia la cocina. Pero estaba trancada también.

Pero Arturo no se desanimó. Estaba tan feliz por el hecho de haber logrado pasar por encima de la reja, por la rama del árbol, que continuó buscando una forma de entrar en casa.

Forzó un poco la ventana de la cocina y logró abrirla. Desde ahí, Arturo pudo ver la llave de la puerta encima de la mesa.

En el armario del cuarto de servicio, Arturo cogió una escoba y un pedazo de alambre. Lo amarró bien firme, en la punta del palo, haciendo un gancho.

El muchacho colocó el palo de la escoba por la abertura de la ventana, y, después de varios intentos, logró “pescar” la llave y abrir la puerta.

Arturo buscó su mochila en el jardín y entró, finalmente, a la casa. Abrió la refrigeradora, cogió comida, la calentó, se frio unos huevos y almorzó.

Poco tiempo después, su madre llegó. Volvía apresurada, imaginando encontrar a su hijo en la vereda esperándola. Se sorprendió al encontrarlo en casa, alimentado y tranquilo, viendo televisión.

- ¡Increíble, Arturo! ¡Qué bueno, hijo! Pensé que estarías sin tus llaves. Qué bueno que pudiste entrar – dijo ella.

- En verdad, no tenía mis llaves, pero lo logré – respondió Arturo, sintiéndose victorioso.

Con emocionadas palabras narró cómo había resuelto la situación.

La mamá se dio cuenta de que, lejos de estar molesto, Arturo se sentía orgulloso por las decisiones que había tomado.

El hijo, también queriendo entender lo que había pasado, preguntó:

- Pero ¿qué pasó, mamá? ¿Por qué saliste? Estaba preocupado.

La mamá, entonces, explicó:

- La tía Nina llamó afligida, pidiéndome ayuda, pues tu prima Mariana no se sentía bien y hasta llegó a desmayarse. Salí de casa a toda prisa para ayudarla y no tuve tiempo siquiera de dejarte un recado. Llevamos a Mariana a la sala de emergencia. El médico dijo que ella estaba muy flaca debido a una virosis y porque tenía un poco de anemia. Tuvo que tomar suero, pero ahora, con los medicamentos y el tratamiento adecuado, pronto estará bien.

- Probablemente, ahora Mariana va a tratar de alimentarse mejor y cuidar más su salud – dijo Arturo. – Después de todo, las dificultades siempre nos dan lecciones, ¿verdad, mamá?

La mamá sonrió, comprendiendo que el hijo estaba imitando sus palabras y respondió:

- ¡Por supuesto, querido!

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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