Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Amor por el trabajo


Nicolasito y Nicolasón


Nicolasito era un niño muy delgado, pálido y desganado. Solo quería estar echado o sino jugando con cosas que no lo hicieran moverse mucho. Se levantaba tarde, no comía casi nada y andaba siempre cansado.

Ahora, con una vida así, era natural que Nicolasito fuera un niño delgado, pálido y desganado. Era natural también que a los niños de la vecindad no les gustara jugar con él. Si lo invitaban a salir a correr, les decía:

- ¡No puedo!...   ¡Estoy muy cansado!...

Si lo llamaban al fútbol, se disculpaba:

- ¡No puedo!... ¡Me duelen las piernas!...

Los padres, muy preocupados, llevaron a Nicolasito al médico. Éste, después de examinarlo bien, lo miró muy serio y habló:

- ¿Entonces no quieres hacer nada, ah?... Pues necesitas moverte más, actuar, trabajar… Solo así estarás fuerte…

Y les dijo a sus padres:

- Necesita de un poco de ejercicios… Es necesario darle algún trabajo…

Desde ese día, la mamá, siguiendo el consejo del médico, continuamente llamaba a Nicolasito para que la ayudara en las tareas domésticas. Pero fue inútil. Si lo mandaba al supermercado, él alegaba:

- ¡No puedo!...    ¡Estoy tan cansado!...

Si le pedía que barriera el patio, tenía esta respuesta:

- ¡Ahora no mamá!... Después...

Si, en la mañana, lo levantaba temprano para que fuera a buscar la leche, exclamaba muy soñoliento:

- ¡Tengo mucho sueño!... Un momentito más, ¿sí?...

Así la pasaba Nicolasito. ¡Sin hacer nada! ¡Sin querer hacer cosa alguna!

Cuando llegó el verano, y como el niño continuaba sin mucho apetito, los padres decidieron llevarlo fuera de la ciudad. Fueron a la sierra. Alquilaron una buena casa, con un gran patio y ahí se instalaron.

Nicolasito estaba contento. Le gustaba mucho la sierra y le gustaba mucho la casa. Su cuarto era espacioso, aireado y con una ventana hacia el patio.

Durmió bien la primera noche que se quedó ahí. Durmió bien, pero se levantó temprano, mucho más temprano. Y es que la ventana se había quedado abierta y la claridad del día, golpeándolo en el rostro, hicieron que se despertara.

¡Nicolasito escuchó algo maravilloso! ¡El canto de los pajaritos! ¡Qué lindo! Nunca había escuchado algo igual.  

En eso, se dio cuenta de otro canto. Esa vez no eran los pajaritos, y, sí, alguien que cantaba así:

Mi pequeña azadita

Trabaja bien.

Corta el pastito

En un vaivén.”

¿Quién estaría cantando a esa hora tan temprano?

Lleno de curiosidad, Nicolasito se levantó y espió por la ventana. No había nadie en el patio. Solo los pajaritos continuaban cantando, saltando en las ramas de los árboles. Miró, entonces, al patio del vecino. Ahí estaba un niño pelirrojo y fuerte, que, con una pequeña azada, quitaba la maleza de un cantero. Y, quitando la maleza, cantaba:

Mi pequeña azadita

Trabaja bien.

Corta el pastito

En un vaivén.”

Nicolasito miraba admirado al niño pelirrojo, cuando este, deteniendo un poco su trabajo, miró hacia la ventana.

- ¡Hola! – saludó con voz fuerte. ¿Eres tú mi nuevo vecino?...

- ¡Sí! – dijo Nicolasito con voz débil. - ¡Llegué ayer con papá y mamá!...

El niño fuerte de acercó a la cerca que separaba los dos jardines y Nicolasito se dio cuenta de que su rostro era colorado, con algunas pecas que lo hacían muy simpático.

- ¿Cuál es tu nombre? – preguntó, con una sonrisa que mostraba los dientes grandes, medio separados.

- Nicolás... pero todos me llaman Nicolasito… ¿Y tú?

- ¡Qué gracioso! – dijo el otro. -Pues yo también soy Nicolás, pero todos me llaman Nicolasón…

Los dos niños rieron juntos. ¡Era muy divertido! Nicolasito y Nicolasón.

- ¡Hasta pronto! – respondió Nicolasito y volvió a la cama.

Se acostó, pero ya no durmió. Se quedó pensando, pensando… Pensaba que los canteros de su patio estaban muy feos, con la maleza crecida, tan crecida que escondía las plantas. Pensaba que los canteros del vecino estaban muy bien tratados, con la hierba recortada, pudiéndose ver de lejos los tallos del tomatero, las lindas lechugas y otras verduras que ahí había. ¡Nicolasón realmente cuidaba muy bien sus canteros!

Nicolasito pensó, pensó y tomó una decisión: ¡le pediría a su papá que le compre una pequeña azada e iría a quitar la maleza del campo!... A la mañana siguiente, muy temprano, Nicolasito volvió a escuchar el canto de los pajaritos y el canto de Nicolasón:

Mi pequeña azadita

Trabaja bien.

Corta el pastito

En un vaivén.”

- ¡Ah! ¡También!... – murmuró medio aburrido. - ¡Ahí está Nicolasón cantando!

Y se dio la vuelta con el fin de dormir un poco más. En eso se acordó: su papá le había comprado una pequeña azada, una bonita azadita para cortar la maleza. Entonces saltó de la cama. Se cambió deprisa y corrió al patio. Pero se detuvo, desanimado con esas malezas tan grandes. ¿Cómo podría cortar todo eso?

- ¡Hola!... ¡Qué bonita azada tienes!... ¿Vas a trabajar? – preguntó Nicolasón, desde la cerca.

- No sé – respondió Nicolasito medio tristón. - ¡La maleza está muy grande!... Creo que no podré…

- ¡Oye, no te desanimes!... – dijo Nicolasón. – Espera un poco que te voy a ayudar…

Y, saltando la cerca, ligero, se unió a Nicolasito.

Al principio, Nicolasito hacía todo mal, pero, instruido por Nicolasón, poco a poco fue mejorando.

Cuando la mamá lo llamó para desayunar, tenía tanta hambre, ¡que llegó a repetir! Después del desayuno, volvió nuevamente a quitar la maleza. Nicolasón, con su sonrisa simpática, ya estaba ahí, empuñando su pequeña azada.

¡A la hora de almuerzo, Nicolasito sorprendió a sus padres, de tanto que comió! Enseguida, se acostó un poco para descansar. ¡Estaba cansado de verdad! Le dolían los brazos, la espalda, pero, aun así, no se desanimó y, después de la siesta, volvió a quitar la maleza con Nicolasón.

Al día siguiente, apenas escuchó a los pajaritos cantar, saltó de la cama. ¡Quería ganarle a Nicolasón, quería ser el primero en llegar al patio! ¡E incluso le ganó! Cuando el niño fuerte llegó, ahí estaba Nicolasito quitando la maleza, trabajando y cantando también:

Mi pequeña azadita

Trabaja bien.

Corta el pastito

En un vaivén.”

- ¡Hola! – exclamó el pelirrojito pecoso, alegre. - ¿Me ganaste, ah?...

¡Nicolasito estaba muy orgulloso! Y los dos, grandes amigos comenzaron a trabajar.

Los días fueron pasando... El patio de la casa de veraneo parecía otra. Los canteros, poco a poco, uno por uno, iban quedaron con el pasto bien cortado y las verduras iban creciendo. Nicolasito trabajaba, ahora, solo, pues Nicolasón también tenía que cuidar de sus canteros.

De un lado de la cerca, Nicolasón trabajaba y cantaba:

“Mi pequeña azada

Trabaja bien.”

Y, del otro lado, Nicolasito, muy contento, trabajando siempre, respondía, también cantando:

“Corta el pastito

En un vaivén.”

Resultado: ¡Nicolasito, ahora, era tan fuerte, tan colorado y tan animado como era el pelirrojito Nicolasón!

 

Texto tomado del libro Cuenta Más – Volumen I, de la editora Fergs.

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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