Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Oración, responsabilidad y ayuda divina


Ayuda divina


Antonio llegó del colegio y dejó la mochila a un lado. Era hora de almuerzo. Después de comer, en vez de coger sus cuadernos y hacer su tarea, como su mamá le recomendaba, quiso descansar un poco viendo televisión.

Cuando terminó de ver su programa, fue a la computadora y jugó su juego favorito por muchísimo tiempo. Cuando dejó de jugar, decidió ir a la cocina para tomar su merienda de la tarde.

Antonio sabía que tenía obligaciones por hacer, pero pensaba que tendría tiempo suficiente para divertirse y, después, hacer los deberes.

Al final de la tarde, cuando Antonio estaba yendo a buscar sus materiales de estudio, escuchó la voz de sus amigos, frente a su casa, llamándolo a jugar pelota.

Jugar fútbol con los otros niños era imperdible para Antonio, por eso no lo pensó dos veces. Y allá se fue a jugar con sus amigos.

Volvió a casa recién en la noche, cansado y sudado. Fue directo a tomar un baño. Cuando ya estaba limpito, y se había puesto el pijama, se acordó del examen de geografía que estaba programado para el día siguiente.

- ¡Mamá! ¡Mamá! – llamó el niño, corriendo por la casa.

Luisa, la mamá de Antonio, estaba poniendo los platos en la mesa para la cena. Ella se asombró de escuchar a su hijo llamándola con tanta urgencia.

- Hijo, ¿qué pasó? ¿Estás lastimado?

- ¡Mamá, tengo examen mañana! ¡Y no estudié! – dijo el niño, triste.

Luisa siempre incentivaba a su hijo a pensar sobre sus acciones, por eso dijo:

- ¿Pasó algo que te impidió estudiar, hijo mío?

Antonio se quedó pensativo. Recordó que dejó los libros a un lado para jugar y divertirse, en vez de estudiar primero, como su mamá le había enseñado.

- Yo... Yo... Pasé toda la tarde jugando. Recién me acordé del examen ahora, pero ya no tengo de estudiar – admitió el hijo.

Luisa esbozó una pequeña sonrisa. Se puso feliz porque Antonio le había dicho la verdad, pero él todavía necesitaba aprender a tener responsabilidad.

- ¿Qué puedes hacer para resolver este problema, querido? – incentivó la mamá.

Antonio se quedó pensativo una vez más. Pensó en faltar al colegio para no hacer el examen, pero sabía que sus papás no estarían de acuerdo. Tal vez él podría estudiar después de cenar, pero quedó tan cansado de los juegos que corría el riesgo de dormirse encima de sus cuadernos. Finalmente, tuvo una idea:

- ¡Ya sé! – dijo, animado. - ¡Voy a rezar para que Dios me ayude a ir bien en el examen!

Antonio quedó muy satisfecho con su idea. Él ya había escuchado en las clases de evangelización que Dios siempre cuidaba de todos, y que amaba a toda su creación. Con seguridad, el niño podría recibir una ayuda divina.

- Mamá, ¿me ayudas a rezar? – pidió el niño.

La mamá se quedó sorprendida, pero muy satisfecha al ver a su hijo recurriendo a la oración en un momento de dificultad.

- ¡Claro, Antonio! ¡Buena idea, querido! Vamos a rezar. Puedes ir diciendo lo que viene a tu corazón, que voy a quedarme con los ojos cerrados, acompañando tus palabras con el pensamiento.

Antonio entonces hizo su oración:

- Padre del cielo, por favor ayúdame a salir bien en la prueba de mañana. Haz que las preguntas sean muy fáciles. O que la profesora solo pregunte lo que ya sé, aún sin estudiar. Si se puede, lo mejor sería que ni tengamos el examen, que la profesora olvide las hojas en su casa o también podría caer un rayo y acabar con el equipo electrógeno del colegio a la hora del almuerzo. Ahora voy a dormir tranquilo, porque tengo fe de que me vas a ayudar. ¡Gracias! ¡Buenas noches!

Antonio sonrió tranquilo y abrió los ojos. Pero la mirada de la mamá ya no estaba tan satisfecha como antes. Ella, entonces, pasó a explicarle:

- Hijo, muy bien por haber hecho una oración y haber conversado con Dios. Pero quiero explicarte cómo hace Dios para ayudarnos. Él no quita la necesidad de nuestro esfuerzo, porque es así como aprendemos. En vez de eso, Él nos ayuda para que nuestro esfuerzo tenga resultado.

Y la mamá continuó:

- Puedes pedir a Dios concentración para estudiar, puedes pedir que quedes tranquilo a la hora del examen. Dios nos ayuda dando los recursos que necesitamos para realizar el trabajo. Dios no hace el trabajo por nosotros, Él hacer su parte, y nosotros tenemos que hacer nuestra parte.

Antonio quedó un poco decepcionado, pero comprendió la respuesta de su madre. Decidió hacer otra oración, pero, esta vez, pidió a Dios concentración y ánimo para poder estudiar.

Al día siguiente, Antonio fue tranquilo al colegio. Después de la oración que hizo con su mamá, el niño leyó los resúmenes que tenía en su cuaderno y también hizo algunas actividades de revisión antes de dormir. Cuando la profesora repartió los exámenes, Antonio pidió a Dios que tuviera calma para hacer las preguntas.

Cuando llegó a casa su mamá le preguntó:

- ¿Cómo saliste en el examen, querido?

- Me fue bien – suspiró Antonio. – No pude responder todo, había cosas que no había estudiado. Pero me quedé tranquilo e hice mi mejor esfuerzo.

- Estoy feliz de escuchar eso querido – dijo la mamá, dando un beso al niño. - Y ahora en la tarde, ¿qué vas a hacer?

- Voy a estudiar para el examen de portugués – dijo Antonio, con responsabilidad. Y en seguida, dando una sonrisita, completó: ¡Pero después voy a jugar fútbol!

 

Texto de Lívia Prada Seneda.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com

 


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