Especial

por Cláudio Bueno da Silva

El triunfo de Allan Kardec sobre la villania

Con ocasión de la transferencia de los despojos del cuerpo de Allan Kardec al cementerio Père-Lachaise, en París, un año después de su fallecimiento, gran número de espíritas se reunió y le prestó un homenaje.

Era el 31 de marzo de 1870, y se inauguraba allí un monumento druídico, erguido para honrar la memoria del organizador del Espiritismo. Alexandre Delanne - padre de Gabriel Delanne -, amigo íntimo de Allan Kardec, no pudiendo estar presente por graves cuestiones de salud, envió una carta a los fiscales de la ceremonia. En ella, Alexandre Delanne justifica su ausencia y narra varios pasajes de la vida de Allan Kardec, muy poco conocidos, en que se podía "evaluar la bondad de su corazón, evaluar su carácter tan firme como justo, la benevolencia de que usaba en sus relaciones, su prudencia y su extrema delicadeza.

Son relatos de quienes convivieron cerca de doce años con el maestro y evidencian su generosidad y desprendimiento, tanto desde el punto de vista material y moral.

Registro de la Historia

Muchas personas en el mundo ya escribieron sobre la conducta ética y los reveses por los que pasaron grandes nombres de la historia humana. Una consulta por Internet, hoy, nos coloca frente a frente con las biografías dramáticas de los injustificados de todos los tiempos, figuras que son exhaustivamente citadas y hasta homenajeadas internacionalmente, pero muy poco seguidas. Sus ejemplos de vida brillan en el panteón de la historia, menos en el pensamiento, en las ideas y en el día a día de las nuevas generaciones.

Vale decir que hay en esas personalidades algunas características que las identifican: el amor por la justicia, la solidaridad hacia los humildes, la búsqueda incesante de la paz, el esfuerzo por el progreso de las ciencias, la lucha por la erradicación de la miseria material y moral de la humanidad, entre otras motivaciones altruistas.

La historia muestra que muchos de aquellos que han propuesto -en este nuestro mundo inferior- disminuir las distancias entre los hombres, aproximándolos socialmente unos de otros; derribar las barreras de las divisiones combatiendo los prejuicios y el odio de ellos derivados; emancipar a los Espíritus a través de la educación, pagan un alto precio por eso, a veces con la propia vida.

El bueno de Kardec no escapó de la villania

A pesar de ser el hombre que era, ético e íntegro, Allan Kardec no escapó de la villanía de los malvados de turno, livianos en aquel tiempo como en los días de hoy. Alexandre Delanne, al final de esa carta, denuncia triste: "Y, en verdad, ¿quién más que él, tan bueno, tan noble, tan grande en sus palabras como en sus acciones, fue objeto de la injuria y de la calumnia?

"Sus críticos -continuó el amigo de Kardec-, que de él no conocían sino su bandera, procuraron perderlo en la opinión pública, sin al menos investigar si los rumores que se extendían tenían algún fundamento" (...).

Posiblemente alrededor de 1859, consolidado el éxito de El Libro de los Espíritus, ya con edición nueva revisada y ampliada, fue que comenzaron los ataques al gran benefactor. Ante las muchas incursiones que se sucedían, Kardec estableció un criterio: no respondía a las que eran claramente de mala fe. Y se lanzaba en defensa de la Doctrina en cuanto a las que presentaban argumentos equivocados, pero honestos, corrigiendo punto por punto los contenidos de las agresiones.

Con el fin de ridiculizarlo le tachaban irónicamente de profeta, sumo sacerdote, papa de la "nueva religión que surgía en París". Kardec jamás se apropió de cualquiera de estos títulos, considerándolos como calumnia de los adversarios que querían alcanzar el Espiritismo, golpeándolo.

Kardec perdona al obispo

En octubre de 1861, una remesa de trescientos libros enviados por Kardec al librero Maurice Lachâtre, establecido en Barcelona, fue quemada en una plaza pública por orden del intolerante obispo de la ciudad española. Una verdadera afrenta al libre pensar, a la libertad religiosa, en lo que se llamó entre los espíritas, el "auto de fe de Barcelona".

Sin embargo, menos de un año de su muerte y el religioso inquisidor se comunica en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas. Arrepentido, insinúa reconocer su error y pide una oración en su favor: - "Orad por mí. Orad, porque es agradable a Dios la oración que es dirigida por el perseguido en favor del perseguidor”. Kardec le perdona.

Campaña contra el Espiritismo

"Si París es la cabeza, Lyon será el corazón de la Doctrina", dice Allan Kardec refiriéndose a su ciudad natal, donde era fuerte la adhesión al Espiritismo, principalmente de la población obrera, y por eso era también allí intensa la oposición.

La iglesia católica lidera los ataques a la Doctrina y promueve en Lyon una serie de conferencias en que obispos de todas partes y profesores de facultades de teología atacan violentamente el Espiritismo. En la iglesia de Saint-Nizier se dice que "el Espiritismo destruye a la familia, degrada a la mujer, predica el suicidio, el adulterio y el aborto, preconiza el comunismo y disuelve la sociedad".

En la capilla Margaux, el padre Lapeyre destila: "El Libro de los Espíritus predica el comunismo, el reparto de los bienes, el divorcio, la igualdad entre los hombres y sobre todo entre el hombre y la mujer "(...). ¡Oh! Las distorsiones conceptuales juntaban verdades y mentiras con la intención de confundir a la población y provocar la indignación irreflexiva.

Una verdadera cruzada contra el Espiritismo se desdobla en todas partes. Incontables sermones, pronunciamientos, escritos, actos de violencia e intolerancia son desechados contra las nuevas ideas, siempre con el apoyo de parte de la prensa que hacía eco del movimiento de cólera y calumnias.

"En todos los tiempos las persecuciones fueron las armas de las causas malas y de los que toman el triunfo de la fuerza bruta por la razón", dijo Allan Kardec en un gran artículo publicado en la Revista Espírita de marzo de 1863, en el que analiza la campaña movida por los opositores del Espiritismo, además anticipadamente anunciada por los Espíritus.

Los mismos y antiguos argumentos

Es de impresionar, pasados más de ciento cincuenta años, la semejanza con lo que leemos y oímos en los medios de los días actuales, mucho menos en relación al Espiritismo, más en relación a cuestiones sociales y políticas.

Como se ve, son antiguos esos argumentos contra el progreso de las ideas, los avances sociales, contra el desarrollo de las causas humanitarias y el desvelar de la verdad, propuestas que el Espiritismo defiende en el campo de las relaciones humanas. Reaparecen periódicamente en algunas sociedades, cuando sectores reaccionarios y poco evolucionados moralmente, ligados al pasado y temiendo el futuro, quieren mantener o restablecer modelos antiguos que alimentan sus intereses en relación al poder, fortuna y supremacía.

El consejo de Erasto

El Espíritu Erasto, importante miembro del equipo que trabajó con Allan Kardec en la construcción de la Doctrina Espírita, le aconseja no preocuparse demasiado con las agresiones de los adversarios, pues este combate desvariado e insensato despertaba aún más el interés de la población en querer saber de qué trataba el Espiritismo.

Allan Kardec sentía, como cualquier ser humano sentiría, los efectos de esa campaña ultrajante, pero jamás dejó que la persecución y la mala voluntad de los hombres interrumpieran o desviasen el trabajo que sabía tenía origen divino. Jamás renunció a su compromiso con la verdad y nunca se alejó de los sentimientos de gratitud, lealtad y confianza en los Espíritus superiores que siempre lo acompañaron y guiaron su vida.

Un “amor racional”

En varias ocasiones los Espíritus se mostraron satisfechos con la conducción que Allan Kardec daba a los trabajos de la Codificación, y lo manifestaron con palabras de estímulo. Espíritu evolucionado, Kardec se portó a la altura de la misión que recibió de las altas esferas de la espiritualidad.

Él no disponía solamente de inteligencia inusual y facilidad de razonar con lógica, sino también una enorme capacidad de amar al semejante. Un amor humilde, discreto y profundamente fraterno, que sorbió de la comprensión

perfecta de las enseñanzas morales de Jesús. Un "amor racional" - si puede usarse esa expresión -, que nada tiene que ver con el amor frío, calculista, interesado, de la mayoría de los humanos.

Este amor puede ser sentido en declaraciones que hizo, donde su corazón testimonió contra el orgullo y los prejuicios que afrontan la igualdad entre los hombres, como ésta, en la que discursaba para una gran platea constituida principalmente por obreros: "Hombres de la más alta posición me honran con su visita, pero nunca, a causa de ellos, un proletario se quedó en la antecámara. Muchas veces, en mi salón, el príncipe se sienta al lado del obrero”.

¿Que quiere decir eso? Es el propio Allan Kardec quien responde: "¡Para mí, un hombre es un hombre, esto sólo! Mido su valor por sus actos, por sus sentimientos, nunca por su posición social. Pertenezca a las más altas esferas de la sociedad, si actúa mal, si es egoísta y negligente de su dignidad, es a mis ojos, inferior al trabajador que procede correctamente "(...).

Y con la sinceridad que lo caracterizaba, reniega la hipocresía de las convenciones sociales y exalta la excelencia de la humildad: (...) "yo aprieto más cordialmente la mano de un hombre humilde, cuyo corazón estoy oyendo, que la de un potentado cuyo pecho enmudece. La primera me calienta, la segunda me hiela.

La comprobación del tiempo

Alexandre Delanne, en la conclusión de la carta citada al inicio de este artículo, afirma aquello que el tiempo ha venido a comprobar, para gloria de la justicia y del bien mayor: "Él (Kardec) sostuvo su bandera tan alta y tan firme, que ningún descrédito pudo alcanzarlo, y el lodo con que lo querían cubrir no embarró sino las manos de los panfletarios".

Innegablemente, Allan Kardec es un ejemplo a seguir. Su obra filosófica fue construida sobre los cimientos morales indestructibles del Evangelio, con la mano de obra cualificada de los Espíritus superiores por el contrario. Su humilde recelo, al principio, de no corresponder a las expectativas ante una misión tan grandiosa, fue totalmente superado por el éxito, al final del trabajo.

Allan Kardec, desde la juventud, demostró superioridad de ideales, donando su vida a la Educación de los hombres. Se preocupó con todos, pero en especialmente con los simples, los humildes, con eso siguiendo los pasos de Jesús. Enseñó, aclaró, protegió, ayudó, defendió, perdonó, amó. "Agredido,  disculpó; calumniado, no rechazó; perseguido, comprendió. Sin embargo, nunca se estremeció, y la suya era una existencia digna, pura, trabajadora, rica de experiencias luminosas” (1).

Ante todo lo que fue expuesto, usando una expresión hoy muy común en las redes sociales para definir posiciones, afirmo: "Allan Kardec me representa".

 

 (1) Arthur Conan Doyle, Historia del Espiritismo, capítulo 21. Anna Blackwell Records,     traductora de las obras de Allan Kardec en Inglés.


Consultas:

-Reformador, março de 1991, FEB.

-André Moreil, Vida e obra de Allan Kardec, Edicel, 1986.

-Allan Kardec, Obras póstumas, LAKE, 17ª edição.

-Allan Kardec, Revista Espírita, março de 1863, “Luta entre o passado e o futuro”, Edicel, 1986.

-Allan Kardec, Revista Espírita, fevereiro de 1863, “Sermões contra o Espiritismo”, Edicel, 1986.

-Allan Kardec, Viagem espírita em 1862, “Discurso I pronunciado nas reuniões gerais dos espíritas de Lyon e Bordeaux”, O Clarim, 2ª edição.   

                 
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita