Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Reparación de los errores


El chocolate


Beatriz había terminado de almorzar y fue a la cocina a buscar su postre.

Ella adoraba el chocolate y ese era especial, pues se lo había dado la profesora por haber sacado la mejor nota de la clase en el desafío de matemáticas.

Pero cuando abrió la alacena, tuvo una desagradable sorpresa. El chocolate había desaparecido.

Beatriz lo buscó por todas partes, pero no lo encontró. Nerviosa, fue donde su mamá, quien también se extrañó de la desaparición del dulce.

Las dos fueron, entonces, a preguntarle a Raquel, la hermana menor de Beatriz:

- Dime, ¿sabes dónde está el chocolate que Bea ganó en el colegio?

Raquel, con el ceño fruncido, ya se esperaba por la pregunta y respondió, bruscamente:

- ¡Sí! ¡Me lo comí!

- ¿Qué? ¡No puedo creer que hicieras eso! ¡Tú sabías que era mío! ¡Vas a ver! – dijo Beatriz a gritos, lista para agredir a la hermana, si no lo hubiese impedido su madre.

- ¿Y qué si era tuyo? ¡Tú también te comiste los dulces que traje de la fiesta de cumpleaños de mi amiga! ¡Lo dejé en el refrigerador, y al día siguiente ya te los habías comido todos! – respondió, también gritando, Raquel.

- ¡Ya te había pedido disculpas, yo pensé que los habías traído para mí! – respondió Beatriz.

Las dos continuaron argumentando. Estaban tan enojadas que la mamá tuvo que separarlas, mandando a cada un a su cuarto.

Ellas obedecieron contrariadas. Después de un buen tiempo, la mamá fue a conversar con Raquel:

- Hija, ¿tú piensas que actuaste bien, comiendo el chocolate que tú sabías que era el premio que tu hermana ganó?

Raquel sentía que no había actuado correctamente, pero, así mismo, respondió entre lágrimas:

- ¡Sí lo creo, mamá! ¿Te acuerda que nos explicaste en nuestro Evangelio en el Hogar sobre la Ley de Causa y Efecto, que es una Ley de Dios que hace regresar a las personas lo que hicieron, bueno o malo? ¡Entonces! ¡Bea se comió mi dulce, y ahora yo me comí el suyo! ¡Quien actuó mal fue ella! ¡Yo solo cumplí la Ley de Dios! ¡Ahora ella va a aprender a no comer lo que no es de ella! – y, diciendo eso, se derrumbó en llantos.

La mamá esperó un poquito a que su hija se calmara y explicó:

- No, querida, estás equivocada. Actuaste muy mal, y es por eso que estás sintiéndote así. Si hubieras actuado bien, estarías sintiéndote en paz. Siempre que alguien actúa conforme a las Leyes de Dios, se siente feliz y con la conciencia tranquila.

La niña quiso explicarse nuevamente, pero la madre continuó esclareciendo:

- La Ley de Causa y Efecto funciona sin que las mismas personas ofendidas tenga que hacer nada. De hecho, Dios no permite eso. Cuando alguien quiere hacer justicia por sus propias manos, sufre las malas consecuencias de su acto. Solo Dios, que es infinitamente justo y sabio, conoce todos los hechos y la conciencia de cada persona. Por ejemplo, Raquel, tú no puedes estar segura si Beatriz creía que habías traído los dulces para ella o si ella usó esa disculpa para comérselos. ¡Pero Dios sabe! Ahora, hija, tú hiciste algo que se llama venganza, y es un error mayor que el de Bea, pues ella podía no estar segura de que los dulces eran para ella o no. Tú ya sabías perfectamente que el chocolate no era tuyo, y sobre todo que era especial para tu hermana.

Raquel la escuchaba con atención y acabó aceptando su error. Ellas conversaron un poco más y la niña, muy triste, preguntó:

- ¿Y ahora, mamá? ¿Voy a ser castigada por Dios?

- ¡No, hija! Cuando la gente se equivoca, el primer paso es tener humildad y reconocer el error, y después retractarse con la Ley de Dios, haciendo la reparación de su acto. Dios no castiga, pero mientras tú no hagas un acto bueno para sustituir el acto equivocado, no te sentirás bien. Pienso que puedes comenzar pidiendo disculpas a Beatriz – sugirió la mamá.

- ¡Pero ella no va a aceptar, mamá! Ella estaba muy enojada conmigo – dijo Raquel.

- Si le pides disculpas, con sinceridad, estarás haciendo tu parte. Ella va a tener que ejercitar el perdón. Jesús nos enseñó a perdonarnos siempre – dijo la mamá.

Las dos fueron a conversar con Beatriz, que todavía estaba enojada.

El pedido de disculpas de la hermana y el recordatorio de que ella también se había equivocado, cuando comió los dulces sin saber de quién eran, ayudaron a Beatriz a calmarse un poco.

Con el pasar de los días, nadie hablaba más sobre el chocolate. Pero a Raquel todavía no le gustaba acordarse de lo que había hecho.

Después de algunas semanas, la Pascua estaba llegando.

Para divertir a los alumnos e incentivar el esfuerzo en las actividades, la escuela de Raquel promovió una gincana, que premiaría al alumno más dedicado de cada clase con un gran huevo de Pascua.

Raquel deseó tanto el premio y se esforzó de tal forma que consiguió ser la vencedora de su clase. Llegó entonces a casa radiante de alegría.

En ese momento, Raquel se acordó de la ocasión en que su hermana había ganado el chocolate en el desafío de matemáticas. Se acordó también de las enseñanzas de su madre sobre las Leyes de Dios.

Raquel entonces corrió al encuentro de su hermana y le ofreció el huevo de Pascua. Beatriz agradeció el regalo dando un cariñoso abrazo a Raquel. Ese abrazo significaba que, finalmente, todo estaba bien entre ellas. Raquel aprendió, en ese momento, el valor de la reparación. Ahora sí se sentía en paz.

Después de almuerzo, Beatriz abrió el huevo y ofreció a Raquel un pedazo del delicioso chocolate.

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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