Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Organización

 
El monito Mico y su amiga organizada


Vivían en un mismo árbol un monito llamado Mico y una ardilla hembra que se llamaba Lila.

Ella vivía en el tronco, en una casita bonita y arreglada.

Mico vivía en la copa del árbol. Su cara estaba hecha de ramas, pero tenía huecos y era muy desordenada. A él no le gustaba gastar su tiempo arreglando nada.

A veces, allá en la cima, él lograba ver a la vecina limpiando su casa. Ella iba y venía, llevaba restos de comida, quitaba el polvo a los muebles con su cola peluda, traía flores para embellecer el ambiente y organizaba sus cosas. Pasaba horas en esa tarea, pero el resultado final era siempre compensador. Dabagusto entrar a la casa de Lila.

Viéndola así, tan activa, a veces Mico pensaba:

- ¡Qué exageración! ¡Ella debería relajarse más! ¡Parece que solo piensa en el orden!

Otras veces, pensaba que debía seguir el ejemplo de Lila, pues él mismo se incomodaba de vivir en medio de tanto desorden y suciedad.

- ¡Cuando tenga tiempo voy a hacer una buena limpieza aquí, en casa! – pensaba Mico.

Pero el tiempo pasaba y él nunca hacía nada. Lo que Mico quería era disfrutar la vida, pasear, encontrar a sus amigos, comer frutas deliciosas. Nunca reservaba un tiempo para organizar la casa.

Un día, el monito estaba en una rama muy alta, comiendo frutitas maduras, cuando una abeja que estaba en las frutas le picó el rostro. Se llevó un susto tan grande por el dolor de la picadura que dio un grito, tiró lejos la fruta y corrió a su casa.

Llegando allá, buscó un espejo para mirar su rostro, que le estaba doliendo mucho, pero no lo encontró. Mico comenzó a sentirse mal. Colocó la mano en la mejilla y sintió que estaba caliente e hinchada. Quedó asustado, pues se acordó que era alérgico a las picaduras y necesitaba tomar cuanto antes el remedio que le impedía la reacción.

Buscaba el remedio aquí y allá, y nada. Hacía tiempo que no le picaba nada y el remedio había quedado perdido por la casa. Mientras buscaba, sentía que su rostro se hinchaba cada vez más. Hasta que finalmente lo encontró, pero la caja toda arrugada y vieja mostraba que el remedio ya estaba vencido.

Desesperado, Mico decidió buscar ayuda y bajó corriendo hasta la casa de Lila. Ella lo atendió en la puerta, gentil como siempre, pero casi se cayó de espaldas al ver a su vecino con toda la cara roja e hinchada.

- ¡Dios mío! ¿Qué pasó, Mico? ¿Te caíste del árbol, de cara al suelo? – preguntó asustada.

Mico intentó explicar, pero no podía hablar, pues también tenía la lengua hinchada y dificultad para respirar.

- ¡Alergia! ¡Abeja! – dijo él, muy nervioso.

Linda no dijo nada, apenas abrió los ojos, comprendiendo la gravedad de la situación, y corrió hacia dentro. Fue hasta el armario donde guardaba sus remedios y en pocos segundos estaba de regreso con una pastilla y un vaso de agua. Mico tomó deprisa la pastilla y Lila lo recostó cómodamente en el sofá.

Lila entonces corrió al teléfono, donde ya había registrado el número del Hospital del Bosque. Con pocas palabras, explicó lo que pasaba y pidió ayuda inmediata.

Colgó el teléfono y corrió al frente de la casa. Pronto avistó, volando rápido, a Doña Búho, la enfermera especializada del bosque.

Lila grito e hizo señas a ella, para que identificara la casa. La enfermera se posó a su lado e inmediatamente fue llevada donde Mico. Ella le aplicó una inyección con más medicamentos para la alergia y después pasó a examinar sus síntomas.

Sin tardar mucho, llegaron también el Dr. Capibara y sus dos asistentes, que traían una camilla.

El Dr. Capibara escuchó el relato de Lila y doña Búho. Después de aliviar las condiciones de Mico, decidió llevarlo al hospital.

Con la medicina y los cuidados que recibió, Mico logró recuperarse del todo. Al día siguiente, su rostro estaba normal. Él, sin embargo, estaba diferente. Lo sucedido el día anterior lo hizo pensar.

A Mico le dieron de alta en el hospital y, en el camino de regreso a casa, pasó por la farmacia y compró el remedio para la alergia. Él ahora iba a guardarlo siempre en el mismo lugar y acordarse de comprar otro cuando se venciera.

Cogió también por el camino las flores más bonitas que encontró, haciendo un lindo ramo, que ofreció a la amiga que lo salvó, junto con sus agradecimientos.

Ella se puso muy feliz al verlo recuperado y por haber podido ayudarlo.

Se dieron un gran abrazo y Mico subió a la copa del árbol, donde comenzó a arreglar su casa.

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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