Especial

por Rogério Coelho

De la extemporaneidad de las enseñanzas 
(Parte 2 e final)

Tengo aun muchas cosas que deciros, pero actualmente no las podéis soportar


(...) Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis; mirareis con vuestros ojos y nada vereis.” (Mt., 13:13)


La moral que los Espíritus enseñan es la del Cristo, por la sencilla razón de que no hay otra mejor. ¿Pero, entonces, de qué sirven las enseñanzas de ellos, si apenas repiten lo que ya sabemos? Otro tanto se podría decir de la moral del Cristo, que ya Sócrates y Platón enseñaron hace casi quinientos años antes de Él y en términos extremadamente parecidos. Lo mismo se podría decir también de las de todos los moralistas, que nada más hacen que repetir la misma cosa en todos los tonos y bajo todas las formas. ¡Pues bien! Los Espíritus vienen – muy simplemente – a aumentar el número de moralistas, con la diferencia de que, manifestándose por todas partes, tanto se hacen oír en la barraca como en el palacio, así por los ignorantes como por los instruídos.

Lo que las enseñanzas de los Espíritus añaden a la moral del Cristo es el conocimiento de los principios que rigen las relaciones entre los “muertos” y los “vivos”, principios que completan las nociones vagas que se tenían del alma, de su pasado y de su futuro, dando por sanción a la doctrina cristiana las propias leyes de la Naturaleza. Con el auxilio de las nuevas luces que el Espiritismo y los Espíritus esparcen, el hombre se reconoce solidario con todos los seres y comprende esa solidaridad; la caridad y la fraternidad se vuelven una necesidad social; el hace por convicción lo que hacía únicamente por deber, y lo hace mejor.

Cabe aquí una pregunta: “¿cuál es la utilidad de esas manifestaciones o revelaciones, una vez que los Espíritus no saben más de lo que nosotros, o no dicen todo lo que saben?” 1

Los Espíritus se abstienen de no darnos lo que podemos adquirir por el trabajo. Por otro lado, hay cosas cuya revelación no les es permitida, porque el grado de nuestro entendimiento no las comprende. Fuera de esto, las condiciones de la nueva existencia en que se encuentran les dilatan el círculo de las percepciones: ellos ven lo que no veían en la Tierra; liberados de los obstáculos de la materia, dispensados de los cuidados de la vida corpórea, aprecian las cosas de un punto de vista más elevado; la perspicacia de que gozan abarca más vasto horizonte; comprenden sus errores, rectifican sus ideas y se desembarazan de los prejuicios humanos. Es en esto que consiste la superioridad de los Espíritus con relación a la humanidad corpórea y de ahí ven la posibilidad de ser sus consejos – según el grado de adelantamiento que alcanzaran, más juiciosos y desinteresados que los encarnados. El medio en que se encuentran les permite, además iniciarnos en las cosas que ignoramos, relativas a la Vida Futura y que no podemos aprender en el medio en que estamos. Hasta el presente, el hombre apenas formuló hipótesis sobre su porvenir; tal es la razón de porqué sus creencias a ese respecto se fraccionaron en tan numerosos y divergentes sistemas, desde el nadismo hasta las concepciones fantásticas del infierno y del paraíso. Hoy, son los testimonios oculares, los propios actores de la vida de más allá de la tumba que nos vienen a decir en qué se volverán y sólo ellos lo podían hacer.

(...) Permitió Dios fuese erguido el velo que ocultaba el mundo invisible al mundo visible. Nada tiene de extra-humanas las manifestaciones: es la humanidad espiritual que viene a conversar con la humanidad corporal y, entre otras cosas, decirle: “nosotros existimos, luego la nada no existe; he lo que somos y lo que sereis; el futuro os pertenece, como a nosotros. Camináis en las tinieblas, vinimos a esclareceros el camino y trazaros la guía; andais al acaso, vinimos a apuntaros la meta. La vida terrera era, para vosotros, todo, porque nada veís más allá de ella; venimos a deciros, mostrando la vida espiritual: la vida terrestre nada es. Vuestra visión se detenía en la tumba, nosotros os desvelamos, para allá de este, un esplendido horizonte. No sabéis por qué sufrís en la Tierra; ahora, en el sufrimiento, ved la justicia de Dios. El bien ningún fruto aparente producía para el futuro. En adelante, el tendrá una finalidad y constituirá una necesidad; la fraternidad, que no pasaba de una bella teoría, asienta ahora una ley de la Naturaleza. En fin, al termino de la vida, decís eterno adiós a los que os son queridos: ahora, les direis: “hasta pronto”.

Ni sólo, entre tanto, la vida futura dicen respecto a los frutos que el hombre debe coger de ella. El los saboreará en la Tierra, por la transfomación que estas nuevas creencias ha de necesariamente operar en su carácter, en sus gustos, en sus tendencias y, por consiguiente, en los hábitos y en las relaciones sociales. Poniendo fin al reino del esgoísmo, del orgullo y de la credulidad, ellas preparan el del bien, que es el Reino de Dios, anunciado por el Cristo”.  

Moisés abrió el camino; Jesús continuó la obra; el Espiritismo la concluirá

(...) Mucho se pedirá a aquel a quien mucho se hubiera dado y mayores cuentas serán tomadas a aquel a quien más cosas se haya confiado”. – Jesús (Lc., 14:48).

Según Kardec2, “si el Cristo, no puede desenvolver Su camino de manera completa, es que faltaban a los hombres conocimientos que ellos sólo podían adquirir con el tiempo y sin los cuales no lo comprenderían; hay muchas cosas que habrían parecido absurdas en el estado de conocimiento de entonces. Completar Su enseñanza debe entenderse en el sentido de explicar y desarrollar, no en el de juntarles verdades nuevas, porque todo en el se encuentra en estado de gérmen, faltándole sólo la llave para aprenderse el sentido de las palabras”.

Continua el maestro lionés3: “el Espiritismo, partiendo de las propias palabras del cristo, como este partió de las de Moisés, es consecuencia directa de Su doctrina. La idea vaga de la vida futura, añade la revelación de la existencia del mundo invisible que nos rodea y puebla el espacio, y con eso precisa la creencia, le da un cuerpo, una consistencia, una realidad. Define los lazos que unen el alma al cuerpo y levanta el velo que ocultaba a los hombres los misterios del nacimiento y de la muerte. Por el Espiritismo, el hombre sabe de dónde viene, para dónde va, por qué está en la Tierra, por qué sufre temporalme y ve por todas partes la justicia de Dios. Sabe que el alma progresa incesantemente, a través de una serie de existencias sucesivas, hasta alcanzar el grado de perfección que la aproxima a Dios. Sabe que todas las almas, teniedo un mismo punto de origen, son creadas iguales, con idéntica aptitud para progresar, en virtud de su libre albedrío; que todas son de la misma esencia y que no hay entre ellas diferencia, sino en cuanto al progreso realizado; que todas tienen el mismo destino y alcanzarán la misma meta, más o menos rápidamente, por el trabajo y buena voluntad”.

Las revelaciones son, por tanto, suministradas paulatinamente en el transcurrir de los milenios cuando la oportunidad de ellas se hace inmediata, necesaria...”.

Kardec completa4: “la primera revelación tuvo su personificación en Moisés, la segunda en el Cristo, la tercera no la tiene en individuo alguno. Las dos primeras fueron individuales, la tercera colectiva; ahí está el carácter esencial de gran importancia. Ella es colectiva en el sentido de no ser hecha o dada como privilegio a persona alguna; nadie, por consecuencia, puede proponerse como su profeta exclusivo; fue esparcida simultáneamente, por sobre la Tierra, a millones de personas, de todas las edades y condiciones, desde la más baja hasta la más alta de la escala.

“(...) La enseñanza de los Espíritus, reproduciendo las máximas del Cristo bajo diferentes formas, desenvolviéndolas, para ponerlas al alcance de todos no es circunscrito; todos, letrados o iletrados, creyentes e incrédulos, cristianos o no, la pueden recibir, pues que los Espíritus se comunican por todas partes. Ninguno de los que lo reciban, directamente o por intermedio de otros, puede pretextar ignorancia; no se puede disculpar ni con la falta de instrucción, ni con la oscuridad del sentido alegórico.

(...) A los espíritas, pues, mucho será pedido, porque mucho ha recibido; pero también, a los que hubieran aprovechado, mucho será dado.” 5

(...) Los Mandamientos de Dios, dados por intermedio de Moisés, contiene el gérmen de la más amplia moral cristiana. Los comentarios de la Biblia, sin embargo, le registran el sentido, porque, practicada en toda su pureza, no la habrían entonces comprendido. Pero, ni por eso los Diez Mandamientos de Dios dejaban de ser un como frontispício brillante, cual farol destinado a clarear el camino que la humanidad tenía que recorrer.

La moral que Moisés enseñó era apropiada al estado de adelantamiento en que se encontraban los pueblos que ella se proponía regenerar, y esos pueblos, semisalvajes en cuanto al perfeccionamiento del Alma, no habían comprendido que se pudiese adorar a Dios de otro modo que no por medio de holocaustos, ni que se debiese perdonar a un enemigo. Notable del punto de vista de la materia e incluso del de las artes y de las ciencias, la inteligencia de ellos, muy atrasada se hallaba en moralidad y no se hubiera convertido bajo el imperio de una religión enteramente espiritual. Les era necesaria una representación semimaterial, cual la que presentaba entonces la religión hebraica. Los holocaustos les hablaba a los sentidos, del mismo modo que la idea de Dios les hablaba al Espíritu.    

(...) Son llegados los tiempos en que se han de desenvolver las ideas, para que se realicen los progresos que están en los designios de Dios. Tienen ellas que seguir la misma ruta que recorrieron de libertad, sus precursoras. No se cree, sin embargo, que ese desenvolvimiento se efectue sin luchas. No; aquellas ideas precisan, para alcanzar madurez, de impacto y discusiones, a fin de que atrayeran la atención de las masas. Una vez eso conseguido, la belleza y la santidad de la moral tocaron a los espíritus, que entonces abrazaron una Ciencia que les da la clave de la vida futura y abrir las puertas de la felicidad eterna”.

Moisés – Jesús - Espiritismo6

“Con extrema sabiduría proceden los Espíritus Superiores en sus revelaciones. No atacan las grandes cuestiones de la Doctrina sino gradualmente, a medida que la inteligencia se muestra apta para comprender la verdad de orden más elevado y cuando las circunstancias se revelan propicias a la emisión de una idea nueva. Por eso es que luego al principio no dijeron todo, y todo aun hoy no dijeron, jamás cediendo a la impaciencia de los más audaces, que quieren los frutos antes de estar maduros. Fuera, pues, superfluo pretender adelantarse al tiempo que la Providencia señaló para cada cosa, porque, entonces, los Espíritus verdaderamente serios negarían su concurso.”7

Joanna de Ângelis7 dice ser todos nosotros “(...) Espíritus enfermos en tratamiento difícil, por agradarnos la condición de infelicidad que nos es la tónica favorita. Todavia, Jesús es el Médico Divino y Su Doctrina es el medicamento eficaz de que nos podemos utilizar con resultados inmediatos.

Si, entre tanto, en el tumulto en que nos afligimos, hubiesemos perdido los oídos para escucharLo o el paladar para el pan de Sus enseñanzas, busquemos una roca solitaria, lejos de las tribulaciones, en el centro de una isla, y hagámosno receptivos. Tal roca y tal isla son la oración y la meditación al alcance de todos. Allá el Escolapio Celeste nos diría otra vez, con la misma seguridad del pasado: “sea lo que fuera que pidáis en la oración, creed que obtendréis y concedido os será lo que pidáis”.

Afirma8 el incomparable maestro lionés haber “el hombre llegado a un punto en que la luz emerge por sí misma debajo del celemín. Él se halla bastante maduro para encararla; tanto peor para los que no osen abrir los ojos. Llegó el tiempo de considerarse las cosas de modo amplio y elevado, no más del punto de vista mezquino y estrecho de los intereses de sectas y castas”.    


 

[1] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, itens 61 e 62.

[2] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, item 28.

[3] - Idem, ibidem, cap. I, item 30.

[4] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, item 45.

[5] - KARDEC, Allan. O Evangelho Seg. o Espiritismo. 125.ed. Rio: FEB, 2006, cap. XVIII, item 12.

[6] - KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 125.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, cap. I, item 9.

[7] - FRANCO, Divaldo. Lampadário Espírita.  2.ed.Rio [de Janeiro]: FEB, 1971, cap. 23.

[8] - KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 125.ed. Rio: FEB, 2006, Introdução – Tomo IV.

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita