Especial

por Rogério Coelho

De la extemporaneidad de las enseñanzas (Parte 1)

 

Tengo aun muchas cosas que deciros, pero actualmente no las podéis soportar


(...) Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis; mirareis con vuestros ojos y nada vereis.” (Mt., 13:13)


En ciertas ocasiones, hasta incluso el Colegio Apostólico quedaba sin norte con las palabras de Jesús; sea vista, por ejemplo, cuando Él hace referencias a los acontecimientos que se darían en Jerusalén por ocasión del cierre de Su misión.

He ahí el registro de la perplejidad1: “pero ellos nada comprenderán de todo eso; aquel lenguaje les era oculto y no entendieron lo que Él les decía”.

Sólo más tarde, después de la concretización de los hechos es que se les aclaró el entendimiento. Sería extemporánea la comprensión antes de ellos. Así, todo obecede a una determinación lógica, secuencial, coherente, ordenada, para que las etapas no sean quemadas. De ahí el esclarecimiento de las cosas, que aun ignoramos ser suministradas en suaves y oportunas dosis homeopáticas. La luz demás ciega. Se da lo mismo con las revelaciones de los Espíritus. Ellas obeceden a un regimen de oportunidad, según nuestra capacidad de asimilación. Jesús que sabía de las cosas, anunció2“tengo aun muchas cosas que deciros, pero, actualmente no las podéis soportar”.

Por otro lado, esclarece el Maestro Lionés3: “este anunciado – no ha de contestar – es uno de los más importantes, del punto de vista religioso, por cuanto comprueba, sin la posibilidad del menor equívoco, que Jesús no dice todo lo que tenía que decir, por la razón de que no Lo habrían comprendido ni incluso Sus apostoles, ya que a ellos es que el Maestro Se dirigia. Si les hubiese dado instrucciones secretas, los Evangelios harían referencia a tales instrucciones. Ahora, desde que Él no dice todo a Sus apostoles, los sucesores de estos no habrán podido saber más de lo que ellos, con relación a lo que fue dicho; al haberse posiblemente engañado, como al sentido de las palabras del Señor o dado interpetración falsa a Sus pensamientos, muchas veces velados bajo la forma de parábolas. Las religiones que se fundaron con base en el Evangelio no pueden, pues, decirse poseedoras de toda la verdad, por cuanto Él, (Jesús) reservo para Sí el complemento ulterior de Sus pensamientos. El principio de la inmutabilidad, en que ellas se firman, constituye un desmentido a las proprias palabras de Jesús.

Bajo el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anunció la venida que había de enseñar todas las cosas y de recordar lo que él dijera. Luego, no estaba completa Su enseñanza. Y, lo de más, prevé no sólo que quedaría olvidado, como también que sería desvirtuado lo que por Él fue dicho, ya que el Espíritu de Verdad vendría a recordar todo y, de combinación con Elías, restablecer todas las cosas, esto es, ponerlas de acuerdo con el verdadero pensamiento de Sus enseñanzas.

¿Cuándo tendrá que venir ese nuevo revelador? Es evidente que si, en la época en que Jesús hablaba a los hombres no se encontraban en estado de comprender las cosas que les restaban decir, no sería en algunos años apenas que podrían adquirir las luces necesarias para entenderlas. Para la inteligencia de ciertas partes del Evangelio, excluido los preceptos morales, se haría menester conocimientos que sólo el progreso de las ciencias facultaría y que tenían que ser obra del tiempo y de muchas generaciones. Si, por tanto, el nuevo Mesías hubiese venido poco después del Cristo, hubiera encontrado el terreno aun en las mismas condiciones y no habría hecho más que el proprio Cristo. Ahora, desde aquella época hasta nuestros días, ninguna gran revelación se produjo que haya completado el Evangelio y esclarecido sus partes oscuras, indicio seguro de que el Enviado aun no apareciera.  

¿Cuál deberá ser ese Enviado? Diciendo: “pediré a mi padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús claramente indica que ese Consolador no sería Él, pues, de lo contrario, diría: “volveré a completar lo que os he enseñado”no sólo tal no dice como añadió: a fin de que quede eternamente con vosotros y el estará en vosotros. Esta proposición no podría referirse a una individualidad encarnada, ya que no podría quedar eternamente con nosotros, ni, aun menos, estar en nosotros. Comprendiéndola, sin embargo, como referencia a una doctrina, la cual, en efecto, cuando la hayamos asimilado, podrá estar eternamente con nosotros, como patrimonio intelectual inalienable. El Consolador es, pues, según el pensamiento de Jesús, el advenimiento de una doctrina soberanamente consoladora, cuyo inspirador ha de ser el Espíritu de Verdad.          

El Espiritismo, como quedó demostrado en el libro básico “La Génesis”, cap. I, nº. 30, todas las condiciones del Consolador que Jesús prometió. No es una doctrina individual, ni de concepción humana; nadie puede decirse su creador. Es fruto de la enseñanza de los Espíritus, enseñanza la que preside el Espíritu de Verdad. Nada suprime del Evangelio: antes lo completa y esclarece. Con el auxilio de las nuevas leyes que revela, conjugadas esas leyes a las que la Ciencia ya descubrirá, hace que se comprenda lo que era ininteligible y se admita la posibilidad de aquello que la incredulidad consideraba inadmisible. Tuvo precursores y profetas, que le presintieron la venida. Por la fuerza moralizadora, él prepara el reinado del bien en la Tierra.

La doctrina de Moisés, incompleta, quedó circunscrita al pueblo judío; la de Jesús, más completa, se esparció por toda la Tierra, mediante el Cristianismo, pero no convirtió a todos; el Espiritismo, aun más completo, con raíces en todas las creencias, convertirá a la humanidad. Diciendo a Sus apostoles: “otro vendrá más tarde, os enseñará lo que ahora no puedo enseñar”proclamaba Jesús la indispensable necesidad de la reencarnación. ¿Cómo podrían aquellos hombres aprovechar las enseñanzas más completas que futuramente sería suministrada; cómo estarían aptos a comprenderla, si no tuviesen que vivir nuevamente?Jesús hubiera preferido una cosa inconsecuente si, de acuerdo con la doctrina vulgar, los hombres futuros hubiesen de ser hombres nuevos, almas salidas de la nada por ocasión del nacimiento. Se admite, al contrario, que los Apóstoles y los hombres del tiempo de ellos hayan vivido después; que aun hoy reviven, y plenamente justificada estará la promesa de Jesús. Habiéndose desarrollado al contacto del progreso social, la inteligencia de ellos puede presentemente comportar lo que entonces no podía. Sin la reencarnación la promesa de Jesús fue ilusoria”.

Continua más adelante el insuperable Maestro Lionés4: “la gran e importante ley de la reencarnación fue uno de los puntos capitales que Jesús no pudo desarrollar, porque los hombres de su tiempo no se hallaban suficientemente preparados para ideas de ese orden y para sus consecuencias. Con todo, sentó el principio de la referida ley como lo hizo relativamente a todo lo demás. Estudiada y puesta en evidencia en los días actuales por el Espiritismo, la Ley de la Reencarnación constituye la llave para el entendimiento de muchos pasajes del Evangelio que, sin ella, parecen verdaderos contrasentidos.

Es por medio de esa Ley que se encuentra la explicación de las palabras de arriba, admitidas que sean como textuales. Una vez que ellas no pueden ser aplicadas a las personas de los Apóstoles, es evidente que se refieren al futuro reinado del Cristo, esto es, al tiempo en que Su doctrina, más bien comprendida, fuera ley universal. 

Diciendo que algunos de los allí presentes en la ocasión verían su advenimiento, Él forzosamente Se referia a los que estarán reencarnados de nuevo en esa época. Los judíos, sin embargo, imaginaban que les sería dado ver todo lo que Jesús anunciaba y tomaban al pie de la letra Sus frases alegóricas.

Además, algunas de Sus predicciones se realizaron al debido tiempo, tales como la ruína de Jerusalén, las desgracias que le siguieron y la dispersión de los judíos. Su visión, sin embargo, se proyectaba mucho más lejos, de suerte que, cuando hablaba del presente siempre aludía al futuro.

La moral que los Espíritus enseñan es la del Cristo, pues no hay otra mejor”.

“(...) Tengo aun muchas cosas que deciros. Pero presentemente no las podéis soportar Jesús (Ju., 16:12).

Aprendemos con Allan Kardec5 ser “el Espiritismo una ciencia nueva que viene a revelar a los hombres, por medio de pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corpóreo. Él no lo muestra, no más como una cosa sobrenatural, sin embargo, al contrario, como una de las fuerzas vivas y sin cesar actuantes de la Naturaleza, como la fuente de una inmensidad de fenómenos hasta hoy incomprendidos y, por eso, relegados para el dominio de lo fantástico y de lo maravilloso. Es a esas relaciones que el Cristo alude en muchas circunstancias y de ahí viene que mucho de lo que Él dice permaneció ininteligible o falsamente interpretado...

El Espiritismo es la llave con el auxilio de la cual todo se explica de modo fácil.

El Maestro Lionés enseña6: el Espiritismo, dándonos a conocer el mundo invisibles que nos cerca y en el medio del cual vivíamos sin sospecharlo, así como las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo visible, la naturaleza y el estado de los seres que lo habitan y, por consiguiente el destino del hombre después de la muerte, es una verdadera revelación en la acepción científica de la palabra.

Por su naturaleza, la revelación espírita tiene doble carácter: participa al mismo tiempo de la revelación divina y de la revelación científica. Participa de la primera, porque fue providencial a su aparición y no el resultado de la iniciativa, ni del desígnio premeditado del hombre; porque los puntos fundamentales de la doctrina provienen de la enseñanza que dieron los Espíritus. Participa de la segunda, por no ser esa enseñanza privilegio alguno, sino suministrada a todos del mismo modo; por no ser los que transmiten y los que lo reciben seres pasivos, dispensados del trabajo de observación y de la investigación, por no renunciar al raciocinio y al libre albedrío; porque no les es impedido el examen, más, al contrario, recomendado. En una palabra, lo que caracteriza la revelación espírita es el ser divino su origen y de la iniciativa de los Espíritus, siendo su elaboración fruto del trabajo del hombre”.

De la necesidad de la Tercera Revelación 7

“¿Cuál es la utilidad de la doctrina de los Espíritus, una vez que no difiere de la de Cristo? ¿Precisa el hombre de una revelación?” “Del punto de vista moral, es fuera de duda que Dios otorgó al hombre un guía, dándole la conciencia que le dice: “no hagas a otros lo que no quieras que te hicieran”. La moral natural está positivamente inscrita en el corazón de los hombres; ¿sin embargo, saben todos leerla en ese libro? ¿Nunca le despreciaran los sabios consejos y preceptos? ¿Qué hicieron de la moral del Cristo? ¿Cómo la practican incluso aquellos que la enseñan? ¿Reprobáis que un padre repita a sus hijos diez veces las mismas instrucciones, desde que ellos no la sigan? ¿Por qué habría Dios de hacer menos que un padre de familia? ¿Por qué no enviaría, de tiempo en tiempo, mensajeros especiales a los hombres, para recordarles los deberes y reconducirlos al buen camino, cuando de este se apartan? (Continúa en la próxima edición.)


 


[1] - Lc., 18:31 a 34.

[2] - Jo., 16:12.

[3] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. XVII, itens 37 a 41.

[4] - Kardec, A. “A Gênese” – cap. XVII, item 46.

[5] - KARDEC, Allan. O Evangelho Seg. o Espiritismo. 125.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, cap. I, item 5.

[6] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, itens 11 a 13.

[7] - KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, item 56.

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita