Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Desencarnación, Amor a los Animales


La desencarnación de Fifi


La familia había terminado de almorzar. El señor Cristiano se preparaba para volver al trabajo y Doña Roberta arreglaba la cocina cuando escucharon a Amanda gritar afligida:

- ¡Fifi murió!

Los papás corrieron a su encuentro y abrazaron a su hija, que lloraba al lado de la camita de la gata.

En efecto, Fifi había desencarnado.

Cuando Amanda nació, Fifi ya era de la familia. La pareja adoraba a los gatos y la adoptaron cuando todavía era una cría, después que se casaron.

Fifi era esponjosa y muy dócil. Amanda acostumbraba a ponerla en su regazo para jugar a que era su hija. Muchas veces Fifi se quedaba quietecita, aceptaba participar de las fantasías de la niña. Iba en el carrito de las muñecas y se quedaba envuelta en el pequeño cobertor. Otras veces ella no quería saber de nada. Fifi se escondía o subía encima del ropero.

Fifi sabía el horario en que Amanda volvía del colegio y se quedaba esperándola en la puerta. Las dos eran grandes compañeras.

Sin embargo, en los últimos tiempos Fifi ya no aceptaba muchos juegos. Pasaba la mayor parte del día echada. Se movía lentamente, parecía siempre cansada.

Amanda ya tenía nueve años, era una niña activa y saludable. Fifi tenía edad para ser una joven, si fuera humana, pero, como era gata, ya estaba muy anciana.

Doña Roberta le explicó a Amanda y ella entendió la situación. Pasó, entonces, a cuidar más de la gatita.

La niña se dio cuenta de que yq no se limpiaba, como acostumbraba a hacer. Su pelo estaba feo y erizado. Y tampoco veía ya muy bien.

Llevaron a Fifi al veterinario, pero no había nada que hacer. Tenía varios problemas normales para su edad.Ella necesitaba de cuidados y cariño.

Amanda quería a su gatita, la cubría antes de dormir, hacía todo lo que podía.

Hacía unos días que ella ya no quería comer más y la mamá y la niña colocaban agua y comida en su boca.

Doña Roberta conversaba con la niña sobre el ciclo de la vida. Explicaba que Dios nos da oportunidades benditas en cada encarnación y que los lazos de amor, incluso con los animales, no se deshacen con la desencarnación, pues somos espíritus inmortales. El hecho de dejar el cuerpo físico no cambia nuestra esencia, nuestros sentimientos.

Todos ya sabían que la desencarnación de Fifi estaba cerca. Aun así, los tres, viendo a la gatita ahí inmóvil, lloraron juntos, abrazados, en un mismo sentimiento de nostalgia, amor y gratitud.

Amanda pasó la tarde triste, con nostalgia de Fifi, y en la noche, ya acostaba para dormir, hizo una oración pidiendo a Dios por su gatita.

Fue entonces que vio a un joven, con una ropa muy clara, luminosa, sonriéndole. Él estaba con Fifi en su regazo. Ella estaba tranquila y no parecía muerta. Parecía que estaba durmiendo y ronroneando, cómoda en el regazo de él.

Él no habló con palabras, continuó sonriendo, pero ella escuchó como si fuera su voz dentro de su cabeza, diciendo:

- ¡No te preocupes! Voy a cuidar bien de ella. Pronto ustedes podrán estar juntas de nuevo.

Atrás de él se abrió un espacio, por donde se fue llevando a Fifi y Amanda vio que era un lugar muy bonito, iluminado, con pasto y lleno de plantas.

En pocos segundos, todo desapareció.

Amanda corrió a la sala y le contó a sus papás lo que había pasado. Ella no sabía si de verdad había visto todo eso, si lo había soñado o hasta imaginado.

Ellos conversaron con ella y le explicaron que todo lo que ella vio sí podría haber pasado realmente, pues, así como en el mundo material existen personas a quienes les gusta los animales, en el mundo espiritual también. Son los buenos espíritus que trabajan allá, cuidando a los animales y ayudándolos a evolucionar.

Cuando Amanda volvió a su cama, se sentía mucho más tranquila. Su corazón estaba en paz, con la sensación de que todo estaba bien.



Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com
 

 


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