Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Reencarnación


El Lobo Malo Reencarnado


El Lobo Malo, después de engullir a la abuela, se acostó en su cama y esperó que llegara su nieta, Caperucita Roja.

Cuando ella llegó, engañó a la niña, fingiendo que era la abuela y también se la comió. Después de ese doble refrigerio, sintió mucho sueño y se durmió ahí mismo, para hacer la digestión.

Pero al Lobo no le fue bien, pues el cazador del bosque, que ya estaba en su búsqueda, llegó y, dándose cuenta de lo que había pasado, le abrió la barriga con un cuchillo. Sacó de ahí a Caperucita y la abuela, que estaban asustadas, pero vivas. Colocó, entonces, piedras pesadas en su lugar, cerró la barriga del lobo y, antes de que se diera cuenta, él y ellas salieron.

Cuando el Lobo despertó, sintió mucha sed y fue hacia una laguna. Por estar muy pesado, se desequilibró, cayó en el agua y murió ahogado.

En verdad, como nadie muere, quien murió fue su cuerpo, es decir, él desencarnó. El Lobo (en espíritu), después de haber estado inconsciente por un tiempo, despertó en el mundo espiritual.

El paisaje que él veía ahora no era igual al del bosque. Era más feo, oscuro, y escuchaba a otros lobos aullando, que parecían malvados como él. Buscó otro mejor lugar, pero no podía encontrarlo. Pensó en pedir ayuda, pero no se acordaba de nadie que fuera su amigo o que le agradara. Se acordó de todas las maldades que había hecho. Se sintió muy triste. Le hubiera gustado haber actuado de otra manera. Pero ahora era tarde. Su tiempo en la Tierra había terminado y su cuerpo muerto.

Desolado, él lloró arrepentido. Fue entonces que comenzó a ver una luz. Era un buen espíritu que se acercaba.

El espíritu le explicó que el arrepentimiento sincero del Lobo lo había llamado, pues él era el encargado de ayudar a los lobos malvados a volverse buenos.

- ¿Qué? – se extrañó el Lobo. - ¿Tú quieres ayudarme a volverme bueno? ¡No servirá! Yo soy malo, fui creado malo y siempre lo seré.

El buen espíritu, entonces, respondió:

- No, amigo mío, estás equivocado. Tú, como todos nosotros, fuiste creado por Dios, que es bueno y no crea a nadie malo. Solo cometiste errores, pues aún tienes que evolucionar y aprender a ser bueno, ¡solo eso!

El Lobo se extrañó de aquellas palabras, pero decidió aceptar la invitación del mensajero de bien para acompañarlo hasta el Instituto de Regeneración, donde encontraría personas especializadas que podrían ayudarlo.

Llegando allá, fue bien recibido y atendido por un hombre con aire bondadoso y sabio, que cogió la ficha del Lobo.

- Vamos a ver cómo fue tu última encarnación – dijo, y pasó a describir todo, desde el nacimiento, infancia, juventud, actos practicados, hasta su desencarnación en la laguna.

Cuando terminó de leer, el Lobo, avergonzado por las maldades que había practicado y pensando que era un caso perdido, comenzó a llorar.

Los nuevos amigos intentaron conversar con él. Explicaron que él tendría nuevas oportunidades, que todo error puede ser reparado, y que Dios no desiste de nadie. Pero el Lobo estaba inconsolable, creyendo que estaría para siempre solo y triste. Fue, entonces, que su nuevo amigo le reveló que él era del equipo de planeamientos reencarnatorios. Su trabajo era planear las mejores oportunidades para que cada uno pudiera aprovechar al máximo sus nuevas encarnaciones, promoviendo su aprendizaje moral, la reconciliación con el prójimo y deshaciendo los errores cometidos.

El Lobo no comprendía cómo eso era posible. No sabía nada sobre reencarnación, evolución o planeamiento, pero sintió una pizca de esperanza y dejó de llorar para escuchar mejor lo que el buen espíritu decía:

- Mi amigo Lobo, ven conmigo a la otra sala. Para fortalecer tu confianza y llenarte de valor para tus nuevas experiencias, decidí mostrarte lo que planeamos para ti.

El Lobo, ya más calmado, lo siguió hasta la sala del tele-porvenir, un equipo semejante a un televisor, capaz de mostrar escenas del futuro planeado por ellos.

El Lobo se sentó, curioso, y comenzó a ver. Pronto aparecieron escenas del bosque, que él conocía tan bien. Vio al cazador, que había sido su enemigo por muchos años. Apareció, entonces un cachorro de perro pastor, perdido por el bosque. El cazador, sin reconocer al Lobo de otros tiempos, ahora en el cuerpo de ese bello animalito, se lo llevó a casa y cuidó de él.

Él creció y se volvió un gran perro guardián, con el temperamento todavía un poco salvaje, pero un fiel amigo del cazador.

Vivieron juntos durante algunos años. Hasta que un día, el ex Lobo Malo vio una enorme cobra lista para dar el salto. Avanzó sobre ella para proteger al cazador y recibió la mordida en su lugar. El perro desencarnó, pero recibió la gratitud y el cariño de quien se había vuelto ahora en su gran amigo.

El Lobo Malo se emocionó mucho, pero continuó viendo, pues pronto surgieron nuevas escenas.

Él aparecía ahora en el cuerpo de un perro de tamaño mediano, sin raza definida. Su dueña era una señora bien viejita y cariñosa, que pronto él reconoció como la abuela de Caperucita Roja. El Lobo se alegró viendo algunas escenas de compañerismo y cuidado entre ellos. Su temperamento ya era más dócil, le gustaba recibir abrazos de la abuela, pero era rabioso con los extraños.

Enseguida le fue mostrado el día en que un ladrón intentó invadir la casa de la abuela. Con bastante valentía, se lanzó contra el hombre. El ladrón huyó, pero, en la lucha, logró golpear con un palo al perro de la abuela, que quedó bastante herido.

La abuela agradecida cuidó de él con mucho cariño, pero, aun así, él desencarnó. Dejó el cuerpo nuevamente, pero se llevó consigo un nuevo fuerte lazo de amistad y cariño que se había formado. .

Ante la tela del tele-porvenir, el Lobo lloraba de emoción. Y las escenas siguieron...

Reencarnó después como un perrito pequeño y peludo, desde cachorrito con temperamento dócil y despierto. Fue dado de regalo a la actual Caperucita Roja, ahora una jovencita, que quedó enamorada de él.

El perrito no se parecía ni de lejos al Lobo Malo que había sido. Jugaba, daba lamidas cariñosas, buscaba la mano de las personas para recibir cariño. Conocía ahora los sentimientos de amistad, confianza, fidelidad y dedicación. Daba y recibía amor y era muy feliz.

La proyección terminó y el Lobo, conmovido, preguntó:

- ¿Voy a ser así?

- Eso es lo que planeamos, pero dependerá de ti, de tu libre albedrío. Si su arrepentimiento fue sincero, tendrás fuerzas para realizar tu regeneración y evolucionar – respondió su bienhechor.

- ¡Sí fue sincero! – afirmó el Lobo. - ¡Van a ver!

El Lobo agradeció el auxilio que estaba recibiendo y muy pronto fue encaminado a otros departamentos que lo prepararían para reencarnar. Ciertamente muchas cosas todavía estaban por venir, pero días mucho más felices lo esperaban pronto.


Adaptación del libro, de Roque Jacintho, El Lobo Malo Reencarnado, publicado por la Editora FEB.



Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com
 

 


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