Especial

por Eugênia Pickina

Una nota de simplicidad y esperanza

Si yo tuviese que reflexionar una palabra – apenas una – para ser vocablo esencial al respecto de cada día, esa palabra sería un sustantivo femenino de cindo sílabas: sim-pli-ci-dad.

Por razones distintas, creo que está en la hora de aprender a vivir sin complicación: desear menos, consumir menos, exigir menos, cobrar menos, pues simplificar tal vez sea la estrategia más adecuada para alcanzar paz y satisfacción.

Claro que una vida simple (y que no significa simplona) reivindica otros términos que mantenemos, en general, a distancia de nuestra rutina: silencio y gratitud.

En este mundo, mirando las horas tan breves, quien ama la vida puede entrenar el hábito de desligarse de las distracciones (el móvil, por ejemplo) para escuchar atento el silencio. Porque esos momentos silenciosos son capaces de ayudarnos a sondear sobre nuestras propias ideas y sentimientos, revelándonos con nitidez, las pequeñas cosas que nos renuevan alegría y abrigan, en el corazón, ondas de gratitud – combustión indispensable para una vida con más belleza y salud.

En cuanto a la palabra empatia, prestemos atención: personas empáticas acostumbran a ser excelentes compañías. Son cooperativas, solidarias, respetan convicciones ajenas; son conscientes de que existen sufrimientos para toda la gente y, por eso, hay perdidas que hacen el mundo de cualquiera quedar turbulento y lleno de tristeza. Más allá de eso, precisamos dejar de maldecir, de nutrir ganancia y la (inconfesable) envidia. Y, en nuestros días difíciles, en los cuales nos ponemos taciturnos o incrédulos, abrir espacio para disfrutar con paciencia de un paseo, pues el ejercicio solitario nos enseña sobre nosotros mismos, nuestras dificultades y temores, promoviendo equilibrio también alcanzado por nuestros ángeles peregrinos.

¿Una sugestión? Es posible guiar nuestros actos diarios con un sustantivo esencial a quien desea considerarse civilizado y un digno cristiano: gentileza. Ser gentil, que es proprio de las almas sensibles y delicadas, implica saber tanto comportarse en público como hacer buen uso de la regla de otro: tratemos al otro como nos gustaría de ser tratados...Al final, ¿quién no rogaria ser apoyado, comprendido, perdonado?

Todo el mundo, con seguridad, de repente tiene el ardor de la simplicidad. Porque todos nosotros precisamos de vivir y crecer – simples como las aves y los árboles...

Pero para instaurar una vida más simple, menos conturbada, sería creativo pensar en la vida de otro modo, apartada de esa costumbre absurda de poseer al ser humano, joven o viejo, cosas innecesarias...Sería preciso hacer algo discreto y sencillo; ansiar por menos apariencia, cultivar más amigos, flores y huertas, participar de algo fecundo y justo, que mantenga el alma creativa y limpia, elevando el grado de amor en la Tierra.

Y, como una actitud inteligente, para saber lo que es la felicidad, cultivemos la esperanza, propia de quien sabe de la eternidad y reconoce el valor de las pequeñas cosas – le basta una rosa a la bera del camino o un puñado de alegría sin motivos.

¡La posibilidad de la esperanza nos hace recordar sin miedo que el reino del Cristo no es de este mundo y aun así simplemente seguimos confiantes!

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Año Nuevo!

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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