Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Amor a los animales / Leyes de Dios


Los pollitos y la lluvia


Cris vivía en una linda chacra, con muchos árboles, flores y frutas. Vivían también allí, además de su familia, sus queridas mascotas, a los que cuidaba con mucha atención y cariño.

Había entre ellos una gallina de raza Garnizé llamada Cocó, que era pequeña, negra y buena madre. Ella había incubado bien sus huevos y de ellos habían nacido, hacía pocos días, seis pollitos esponjosos y lindos, con plumitas negras y amarillas.

Los pollitos eran absolutamente encantadores. Delicados pompones esponjosos, con plumitas y piquitos, que picoteaban, daban corriditas de allá para acá y dormían todos juntos, bajo las alas de Cocó.

A Cris le gustaba mirarlos por el jardín y alimentarlos.

- ¡Cocó! ¡Cocóóóó! – llamaba ella, en voz alta, apoyada en la cerca entre la casa y el patio.

Luego veía a la familia que venía corriendo, contenta, para recibir un puñado de comida.

Una vez, en una tarde de sol fuerte y mucho calor, todos iba como de costumbre en la chacra, hasta que, de repente, el tiempo comenzó a cambiar. Las señales en el cielo indicaban que una lluvia fuerte estaba llegando. Muchas nubes oscuras se acercaban rápidamente, oscureciendo el día. Algunos rayos se veían a lo lejos. Una puerta que estaba abierta golpeó con fuerza,con el viento, haciendo un tremendo estruendo que asustó a quienes estaban cerca.

Cris, lo más rápido que pudo llamó a sus hijos, diciendo:

- ¡Queridos, ayúdenme, va a llover!

Los niños sabían que era necesario resguardar la casa y los animales. Ya habían hecho eso antes y fueron, rápidamente, tomando las providencias.

- Voy a cerrar la casa – dijo Téo, subiendo la escalera a saltos.

Pedro y Ana corrieron a guardar los perros en la perrera y recoger la ropa del cordel. Cris cogió una caja de cartón y salió en busca de los pollitos.

Encontró a Cocó y sus polluelos cerca de su nido. Ella no podía dejarlos ahí. De seguro quedarían todos mojados y después enfermarían. Con un gesto rápido, Cris logró coger un pollito y colocarlo en la caja. Pero eso fue suficiente para que los otros se dispersaran, asustados, corriendo y piando, por el patio, obligando a Cris a correr atrás de ellos, también. Cocó, agitada, intentaba, al mismo tiempo huir y proteger a sus hijos.

Cris comprendía la aflicción de los pobrecitos. Debían estar pensando que era el fin del mundo. No bastaba el mal tiempo, incluso ella venía para perseguirlos.

Pero ella sabía que sería lo mejor para ellos, y continuaba intentando alcanzarlos cuanto antes. Los niños se dieron cuenta de la situación, y en cuanto pudieron fueron a ayudar a su mamá, pues las primeras gotas comenzaban a caer.

Lograron, juntos, reunir, rápidamente, a los pollitos. Cocó dio más trabajo, pero fue cercada por Téo y capturada por Ana. Cris celebró la agilidad de sus hijos, que terminaron, en buena hora, la dinámica tarea. Cocó se reunió con sus pollitos, en la cajá, que fue finalmente colocada, a salvo, en el cuartito del fondo.

Cris y los niños entraron corriendo a su casa para protegerse también. Se quedaron observando la lluvia, a través de la ventana. Caía mucha agua y las plantas se balanceaban fuertemente. Piedritas de granizo comenzaron a golpear el suelo del balcón.

Allá afuera había mucha agitación, pero Cris se sentía tranquila. Estaban todos a salvo. La lluvia era fuerte, pero hasta bonita de ver. Era necesaria, pues traía renovación.

Pensó en los pollitos, que aún sin comprender su gesto, estaban bien y pronto volverían a picotear por el patio.

- ¡Si supieran, no habrían dado tanto trabajo los traviesitos!

Y sonriendo, para sí misma, consideró:

- ¡Pero no puedo reclamar! ¡Cuántas veces debo haber actuado así, cuando Dios me resguardó! Muchas veces Él nos protege, sin que las personas Lo comprendan también.

Mientras Cris observaba, pensando en Dios, en Su providencia y en las lecciones de la naturaleza, la lluvia fue volviéndose cada vez más ligera, hasta acabar.

Ella miró al cielo y vio que, por detrás de las nubes, el sol volvía a surgir.

La lluvia había traído renovación hasta para su corazón.



Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com
 

 


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