Especial

por Rogério Miguez

Al final, ¿a quién pertenece El libro de los espíritus?

Delante de la inmensidad de principios abarcados por las leyes de Dios, cubriendo no sólo aspectos morales, así como los materiales o físicos, se destacan muchos puntos merecedores de la atención de aquellos en contacto con el Espiritismo por la primera vez.

Entre tantos en evidencia uno de ellos ciertamente es la comprensión de la existencia y naturaleza de los Espíritus. Es común observar en los recién llegados al movimiento espírita cierta dificultad en el entendimiento de tales entidades, siendo esta inclusive una de las varias motivaciones conduciendo un interesado a la Casa espírita, o sea, desea esclarecimiento sobre los llamados muertos, tanto como explicaciones al respecto de apariciones de todo orden.

Esclarece la Doctrina, inicialmente en El libro de los espíritus, sobre la existencia de dos principios básicos en el Universo: el principio espiritual (fuente de creación de los Espíritus) y el principio material. En la secuencia de las obras del Pentateuco, se esclarece más un poco sobre estos fundamentos aquí, otro tanto allí, y en la última obra, La Génesis, Allan Kardec discurre sobre estos principios de manera amplia y detallada, los cuales, sumados a Dios, forman la así llamada Trinidad Universal espírita.

Como la percepción común considera las almas o Espíritus entidades a parte habitantes del plano etéreo de donde eventualmente, sin embargo “muertos”, se presenta para atormentarnos y asustar haya visto el concepto diseminado de “alma en pena”, excepción hecha a las apariciones de los “ángeles”, muchos tienen dificultad en comprender y aceptar su propia naturaleza. No percibieron aun seres también Espíritus en esencia, individualizaciones del principio espiritual anteriormente mencionado, encontrarse provisionalmente ligados a un cuerpo de carne, viviendo un pequeño capítulo de sus existencias y, en breve tiempo, estarán también del lado de allá, no impropiamente  llamado “Reino de los Muertos”.

Esta visión representa la verdad, por cuanto la mayoría teme a las almas del otro mundo, habiendo inclusive algunos espíritas que “mueren de miedo” de ver Espíritus; siendo así, los neófitos se resisten en aceptar que los Espíritus continuan haciendo parte del Universo, aunque ahora sin cuerpos físicos; no son muertos resucitando de las tumbas o sepulcros para asustarnos y perseguir. Entre tanto, imaginan aun a los Espíritus como entidades al margen de la creación. Se comenta sobre los Espíritus y surgen múltiples interrogaciones: ¿vinieron de dónde, dónde habitan estos tales, quién son en realidad, qué hacen hace tanto tiempo en el más allá?

Conforme es previsto en las leyes eternas, acabarán también aprendiendo por medio de estudios, aulas o exposiciones, que verdaderamente algunos Espíritus buscan atraparnos temporalmente, son así llamados obsesores, y más, cuando descubren que estos pueden ser numerosos, sin esclarecimientos doctrinarios, llegan a apavorarse. Felizmente, por otro lado, tomaron conocimiento también sobre la existencia de muchos otros Espíritus cuya función o misión es de ayudarnos, son nuestros guiasespirituales, más allá de estos, están también los Espíritus familiares y los simpáticos, todos en síntesis deseando apenas nuestro bien y nuestro progreso; ¿más quién los dirige si es que hay organización en estos grupos de seres pareciendo todo observar y todo indicando estar en todas partes, indagan curiosos?

Es preciso asistir a continuadas conferencias doctrinarias, leer y bien estudiar la literatura espírita, de modo a asegurarse, certificarse, convencerse de que también se volvieron inmortales a partir del momento de su individualización por Dios, haciendo igualmente parte de este colectivo de seres siempre vivos llamados Espíritus, entidades estas continuamente creadas por Dios, siendo Este el organizador mayor de todo y de todos.

En función de estas temporales y esperadas incomprensiones, cuando se abordan temas doctrinarios, y se hace mención a El libro de los espíritus, mencionando una pregunta aquí, otra allá, con sus respectivas y sabias respuestas de los Espíritus, surgen otras cuestiones: ¿al final quién son estos que dictaron esta inmensidad de textos, ideas, conceptos, formulando incontables teorías a este francés con nombre de bautismo Denisard Hipolyte Leon Rivail(1), nacido en Lyon, todavía, conocido popularmente por Allan Kardec?

¿Cuándo se dice ser la Doctrina de los Espíritus, juzgan, pero no fue Allan Kardec quién escribió, organizó, codifico y publicó El libro de los Espíritus? ¿Entonces cómo puede este libro pertenecer a los Espíritus y no al francés Allan Kardec? ¿Él no es el autor?

Es preciso un tiempo de convivencia y madurez dentro del movimiento espírita, ejercitando la lectura atenta o incluso el estudio de libros y mensajes, participando continuamente de las reuniones doctrinarias, para poco a poco comenzar a sentirse parte de este universo de seres espirituales.

Con todo, en cuanto esto no se da, se sienten descolocados, y en función del entendimiento aun incompleto de la Doctrina, aceptan inclusive la posibilidad de algunos Espíritus encarnados ser priviligiados dentro de la creación, los llamados médiums, sin embargo, sabemos no lo son, pues estos últimos poseen capacidad de hablar, ver, sentir e interobrar con estas otras individualidades, los llamados Espíritus desencarnados.

Adicionalmente, si supiesen ser posible existir comunicación mediúmnica con un Espíritu aun encarnado, incluso estando distante el cuerpo de esta particular entidad, muy probablemente dirían: ¡No, esto es imposible, debe haber alguna otra explicación, pues si el Espíritu está aquí presente, manifestándose, entonces sólo puede estar muerto!

Es de notarse en la fase inicial de visita a las Casas, muchos en ellas comparecen en la esperanza de apartar, de verse libres de los así llamados Espíritus, popularmente conocidos por “apoyos”, muchas veces, en función de desatinados haber informado estar tales entidades acompañándoles, “fantasmas” estos considerados como únicos responsables por todas las dificulatades y aflicción enfrentadas en el día a día de ellos.

Todavia, gradualmente, en la medida de sus continuados esfuerzos en aprender, y aprender nuevos conceptos, los iniciados espíritas pasan de la condición de deslumbramiento y cuestionamientos para la condición de observadores atentos y algunos inclusive de participantes activos en las múltiples actividades ofrecidas en las Casas espíritas.

La fase de los primeros porqués y de las interrogaciones se va apagando lentamente, dando lugar a una posición más dinámica y segura, en el lugar de la pasividad característica, cuando comparecían a la Casa apenas para recibir orientaciones, informaciones, consejos, pases, quién sabe tener una botella de agua fluidificada y todo el tipo de apoyo posible de ser obtenido.

A partir de esta nueva fase, si aun no las obtuvieran, pueden elaborar por sí mismos respuestas a muchas de aquellas intrigantes preguntas formuladas en el pasado, por cuanto:

1.    comprenden que los llamados muertos nada más son aquellos que nos antecedieron en el viaje para el lado de allá, pudiendo aparecer eventualmente, y bajo ciertas condiciones, a algunos y no a otros, y en la medida en que fueran concienzándose de la existencia de ellos aceptándolos naturalmente, se espera, no más miedos, al final son todos nuestros hermanos;

2.     descubren haber muchas moradas en la casa del Padre, siendo estas ocupadas tanto por Espíritus encarnados como desencarnados agrupándose por la ley de las afinidades, todas regidas por las determinaciones de Dios, y como los Espíritus vienen siendo creados continuamente por el Sempiterno, están por todas partes.

3.  constatan no ser llamados obsesores Espíritus dedicados eternamente al mal por naturaleza, estos se encuentran temporalmente apartados del buen camino, también siendo hijos legítimos de Dios, por cuenta de esto, no se desencaminaran perpetuamente, por cuanto, conforme alertó Jesús, ninguna oveja del rebaño se perderá;

4.    perciben no haber los Espíritus venido de algún lugar especial, determinado rincón olvidado del Universo, son apenas los seres vivos llegados al reino hominal, creados simples e ignorantes hace muchos milenios atrás por el mismo Dios que nos creo y, ahora, naturalmente, continuan la particular jornada de evolución, creciendo siempre intelectualmente, sin embargo de inmediato no siempre moralmente, rumbo a la adquisición de la relativa perfección susceptible de ser alcanzada;

6.    aceptan ser la patria espiritual la única y verdadera, pues todos estamos destinados a habitar y permanecer en este referido plano, el etéreo será nuestra morada final, cuando concluimos el ciclo de las encarnaciones necesaria a consolidar nuestro aprendizaje en los mundos materiales. En cuanto no alcanzamos esta condición permanecemos en el plano espiritual, el llamado periodo de la erraticidad, aguardando el momento más adecuado para reingresar en la carne, o reencarnar, unos esperando pasivamente, otros activamente, estudiando, trabajando y fortaleciéndonos para un nuevo periodo de pruebas y expiaciones en la Escuela Tierra;

6.    entienden que el cuerpo no es dueño del Espíritu, sino al contrario se da, el segundo es el dueño del primero, siendo así, el Espíritu se puede apartar o emancipar del cuerpo, su herramienta de trabajo, parcialmente y temporalmente, provocando los fenómenos de las apariciones registradas en nuestra Historia, incluso a distancia de su cuerpo, además de eso, constatan ahora que nosotros no tenemos un Espíritu, somos Espíritus;

8.   y, finalmente, concluyen por cuál razón Allan Kardec, así denominado cuando estuvo encarnado entre el pueblo de los Druidas en la antigua Galia en la época de Julio Cesar, antigua designación del actual nombre francés Hippolyte Léon Denizard Rivail(2), haber titulado el primer libro de la Codificación como lo hizo, pues el Sabio de Lyon se colocó humildemente como elemento de unión entre los Espíritus superiores desencarnados colaboradores en los variados textos, y toda la Humanidad. Espíritus estos de avanzada evolución, incluyendo a Jesús, el Maestro de los maestros, Espíritu Puro, coordinador de todo el trabajo.

Este es un proceso bien característico y esperado de muchos buscando la Doctrina, nada que extrañar, sea por curiosidad, otros aun por necesidad, pero al final, si todo anda bien durante esta caminata inicial, se aceptan también como integrantes de la clase de los Espíritus, formando parte de este todo, se ven como elementos de la creación, en suma, finalizan viendose como Espíritus inmortales, hijos del mismo Padre.

A partir de este momento, tienen el camino abierto para interesarse más por el Espiritismo, pasan a buscar por iniciativa propia aumentar los conocimientos, reconocen ser este conjunto de informaciones oceánica, formando por una parte religiosa, otra filosófica y una tercera científica, todo abordando, sobre cualquier asunto emitiendo una coherente opinión, y cuando la humanidad aun no está apta para recibir novedades explicadas por las leyes eternas, los Espíritus nos dejan con las interrogaciones a ser esclarecidas en un futuro oportuno, cuando fuera más adecuado.

En esta hora, muchos finalmente entienden, sienten ser el conocimiento de la primera obra básica de la Doctrina imprescindible para bien conducir a la propia vida, sin cualquier perjuicio de las otras cuatro obras fundamentales y de las obras subsidiarias. Aquella contiene una fuente aparentemente inagotable de explicaciones y, en este instante, El libro de los espíritus se vuelve un compendio universal, pasan a amarlo, ¿por qué no? Este libro no pertenece más a aquellos que lo dictaron en el siglo retrasado; se transforma en un libro de uso común, diario, de cabecera; aunque sea especialísimo debido a su contenido, se percibe también como Espíritus, pues de hecho todos somos y El libro de los espíritus se transforma entonces de ahí en adelante en ¡El libro de todos nosotros!

 

Notas:

(1) Mantuvimos la ortografia registrada en los dos certificados originales de nacimiento, sin embargo esta ortografía no sea la usada por la mayor parte del movimiento espírita.

(2) Esta es la ortografía normalmente utilizada por el movimiento espírita.

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita