Especial

por Anselmo Ferreira Vasconcelos

Construyendo nuestro capital espiritual

De acuerdo con los diccionarios, el sustantivo capital presupone la idea de valores, dinero, numerário, más allá de ser algo susceptible de producir lucros o ventajas, entre otras cosas. De modo general, la noción de valor tiene papel crucial en el significado del vocáblo capital. Y valor, a su vez, representa algo útil, significativo, de cualidad, excelencia, talento e importancia. En síntesis, cuando estamos hablando de capital queremos expresar básicamente el cúmulo de cosas de real valor – sea cual fuera la medida utilizada.

Originalmente, el concepto de capital designaba apenas los medios de producción social, o sea, aquellos utilizados em actividades que se incluiria em la división del trabajo. Por consiguiente, cumple destacar que el capital de una firma envuelve los recursos productivos, a saber: equipamientos, instalaciones, estok y así por delante. A lo que todo indica, el concepto inicial de capital deriva del desenvolvimiento comercial generado en la Edad Media, esto es, a partir de la creación de las nuevas formas de escrituración mercantil para la gestación de los negócios.(1)

Los científicos sociales modernos han sido extremadamente creativos en desvelar y/o expandir el significado de la palabra capital para otras áreas del saber. Em ese sentido, cabe mencionar que el llamado capital humano es visto como el conjunto de habilidades, conocimientos y capacitaciones que los trabajadores utilizan para la realización de sus tareas y de los objetivos organizadores.(2)

De esse modo, uma organización que no posea un capital humano adecuado no consigue sobrevivir en el regimen de intensa competición, que predomina en nuestro mundo presente en casi todos los sectores empresariales e incluso entre naciones. La cualidad de ese capital humano (básicamente formado de pensadores, científicos y técnicos) es determinante, por señal, para que sean vislumbradas nuevas posibilidades de avances, soluciones y descubrimientos para el atendimiento de las necesidades materiales humanas. A propósito, la tan propagada capacidad de innovación y creatividad deriva fundamentalmente de esa forma de capital.

Intrinsecamente unida se encuentra el capital intelectual, que determina la suma de todos los recursos intangibles de conocimiento que un emprendimiento puede emplear para obtener ventaja competitiva y elevado desempeño financiero.(3) Ciertos autores sugieren que tal concepto abarca simultáneamente los capitales: social, organizacional y humano a la medida que proporciona al emprendimiento un entendimiento pleno de los recursos críticos.(4) El hecho primordial es que conocimiento se transformó, en el mundo moderno, en un activo altamente diferenciador para quien lo poseyó.

Cabe también resaltar la importancia del desenvolvimiento de relaciones humanas com vistas a la materialización de las ideas y proyectos por medio del capital social. Esa forma ha sido intensamente explorada por aquellos contratados en la ciencia política, estudios del desenvolvimiento, sociologia, urbanismo, estudios organizadores y gestación.(5) Además, la utilización de ese tipo de capital es imprescindible para la elaboración de soluciones para los problemas que afligen a la sociedad, ya que no vivimos en siglos pasados. De ese modo, el capital social crea condiciones para la implantación de acciones prácticas. En el plano individual, también somos instados a desenvolver nuestro proprio capital social a lo largo de la vida, que podrá, por extensión, abriéndonos puertas. En efecto, conocer a alguien en una hora crítica puede atenuar nuestros reveses y dificultades.

Entre tanto, los eruditos también proponen otra modalidad, que tal vez sea aún más impactante de lo que los capitales humano y social sumados, o sea, el capital psicológico. Esta alternativa es vista como un constructor de alto orden a la medida que incorpora la autoeficacia/confianza, el óptimismo, la esperanza y la resistencia. Es importante acentuar que el capital psicológico ha sido intensamente testado en diferentes contextos de trabajo y regiones del planeta – lo que le concede enorme validad científica. (6)

No podemos también perde de vista el valor del capital de sabiduría aun mas en esta época de acentuada ignorancia y desprecio por la experiencia. La literatura no presenta aun una definición precisa y clara sobre lo que realmente abarca ese tipo de capital. No obstante, él está de alguna forma asociado a la capacidad de obrar, pensar y juzgar con sabiduría, especialmente en los lugares de trabajo, aunque el raciocinio pueda ser perfectamente expandido para otras dimensiones de la vida. De modo general, se espera que un individuo sabio – normalmente más viejo – haya aconseguido conquistar un capital de sabiduría (esto es, conocimiento útil, experiencia, percepciones, visión, virtudes, emociones positivas, valores esposados, empatía, capacidad de solidaridad y espiritualidad, entre otras cosas) a lo largo de la vida. Obviamente, es un tema que merece más desenvolvimiento  teórico. (7)

En ese punto, vale esclarecer que prevalece un entendimiento general, en los distintos enfoques dados al termino capital, que se trata de algún tipo de valor asociado al contexto laboral y explorado por las organizaciones humanas.

Por fin, cabe examinar su vertiente, por así decir, más transcendente. Bajo esa perspectiva, el capital espiritualreina absoluto en términos de valor y relevancia. Inicialmente, se puede afirmar que un individuo sabio construye naturalmente su capital espiritual. Todavia, hay poco consenso – si es que hay alguno – en cuanto a esa modalidad. Por ejemplo, el historiador Bradford Verter sugiere que “El capital espiritual puede ser acumulado y cambiado, pero también puede ser desperdiciado  [...] El capital espiritual pobremente invertido puede llevar a la ruína personal”. (8)

Todavia, su análisis está centrado en los movimientos religiosos y en sus dinámicas particulares. Tal percepción carece, en mi visión, de un profundamiento acerca de los aspectos intangibles inherentes al asunto. Más específicamente, cuando se menciona acúmulo del elemento espiritual se está hablando de algo, a rigor, que no puede ser cuantificado y/o medido por los patrones materiales.

Por eso, el trabajo de los renombrados investigadores Dana Zohar e Ian Marshall me parece estar más volcado a la realidad espiritual. Para esos autores, el capital espiritual ya transcendió la condición de idea y se transformó en un nuevo paradigma. Ellos recuerdan aun que los nuevos paradigmas presentan una riqueza y complejidad que llevan a muchas otras direcciones complementarias. (9)

En el entendimiento de Dana Zohar cada religión tiene su contribución, pero la verdadera espiritualidad envuelve algo más profundo, más subyacente y más primario que cualquier otra consideración. A propósito, Zohar define el capital espiritual como “...la riqueza, el poder y la influencia que ganamos obrando a partir de un profundo sentido de significado, nuestros más profundos valores y un sentido superior de propósito, y todos estos son mejor expresados a través de una vida dedicada al servicio. Con base en esa definición, la inteligencia espiritual es la inteligencia por la cual construimos el capital espiritual. Es buscando significado en nuestras vidas y actuando de acuerdo con nuestros valores más profundos, que podemos comprometer la vida de servicio basada en la capacidad que somos mejor adecuados a cualquier cosa que escojamos hacer personal o profesionalmente”. (10)

Por tanto, la definición de arriba comporta la conexión entre trabajo, dedicación y aprovechamiento del potencial humano alineados a valores más transcendentes. Por consiguiente, tenemos así elementos más adecuados para perfeccionar nuestro entendimiento al respecto de lo que envuelve, de hecho, capital espiritual. Creo que el Espiritismo puede – a pesar de no haber encontrado un abordaje más explícito en torno del asunto – proporcionar rico contenido para reflexión.

Puesto esto, inicio mi discusión recordando que la Doctrina está absolutamente basada en la moral cristiana. Esta constituye la base filosófica de la cual la doctrina extrae sus principios y orientaciones a la humanidad. Sin tal recurso, además, el Espiritismo estaría circunscrito a la experimentación empírica entre vivos y muertos. Y en ese particular no hay ninguna novedad por lo menos desde que los humanos habitan esa morada.

Siendo así, dada la latitud en que el Espiritismo opera, ciertamente mucho puede hacer para auxiliar a las criaturas humanas en el sentido de desenvolver su capital espiritual. O sea, es posible conectarlos al tema bajo aprecio a través del éxamen de los contenidos de los evangelios, así como de los mensajes de los Espíritus mensajeros de Dios. En ese sentido cabe recordar, una vez más, que la realidad espiritual es un tema aun insuficientemente reflexionado por la humanidad, esto es, poco se debate acerca de nuestro origen y propósito de vida. De lo contrario, observaríamos conductas más equilibradas y actitudes más sanas en las relaciones humanas, en la administración del planeta y en la manera como lidiamos con el medio ambiente. Reiterando esa percepción, el Espíritu Emmanuel observa: “Ciertamente, numerosas criaturas atravesarán el día a la manera del irracional, en movimentos casi mecánicos. Se yergue del lecho, alimentan el cuerpo perecible, absorven la atención con bagatelas y duermen de nuevo, cada noche. El aprendiz sincero, todavia, sabe que alcanzó el cenáculo simbólico del corazón. Sin embargo no pueda cambiar de ideas diariamente, cual ocurre a los muebles de la casa, les da nuevo brillo a cada instante sublimando los impulsos, renovando concepciones, elevando deseos y mejorando siempre las cualidades estimables que ya posee. El hombre simplemente terrestre se mantiene en la expectativa de la muerte orgánica; el hombre espiritual espera al Maestro Divino, para consolidar la redención propia”. (11)

Gracias al sabio pensamiento de Emmanuel se puede deducir que muchos atraviesan los pórticos de la muerte absolutamente desprovistos de valores espirituales (sin capital). En otras palabras, llegan a otros planos de la vida sin una chispa de luz propia, sin conquistas interiores, sin hechos en el área de la solidaridad o compasión, sin, en fin, la presencia de Dios en sus recuerdos más queridos. Dicho de otra manera, esas almas no llevan ningún patrimonio espiritual para las esferas más allá de la vida material.

Por otro lado, la humanidad ya fue debidamente alertada por JesuCristo en cuanto a la necesidad de acumular capital espiritual, o sea: “Más juntad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre consumen, y donde los ladrones no minan ni roban”. (12)

El apóstol de los gentiles sabia perfectamente que el apego excesivo a los intereses materiales desvían a los individuos del imperativo de meditar sobre asuntos más elevados. Lamentablemente, el problema persiste, pues en la actualidad aun se mide el éxito de las personas a través de la posesión de bienes materiales, de sus cuentas bancarias, del status social por ellas obtenidos, en fin. Las virtudes y cualidades ético-morales son raramente mencionadas. Por conocer las flaquezas humanas, el apóstol Pablo enfatizo. “Más tú, el hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”.(14) O sea, él deja nítidamente expreso aquí el camino para el desenvolvimiento del capital espiritual de las criaturas humanas. Y remata más adelante: “Quien haga bien, enriquecerán en buenas obras, repartan buenamente, y sean comunicables; que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro, para que puedan apoderarse de la vida eterna”(15)

Se ven claramente en las orientaciones del valiente apóstol argumentos incuestionables para que trabajemos por algo definitivamente superior. En otras palabras, hay otras conquistas a ser obtenidas por los individuos que no pueden ser menospreciadas. Son esas, al final, que garantizan un futuro realmente feliz; pero, al desconsiderarlas, nos apartamos de los estados de paz y armonía permanentes. Por eso recomendaba Pablo, además, con mucho acierto, para aspirar a los “dones superiores”, esto es, otras capacidades y potencialidades del Espíritu. (16)

Sea como fuera, llegamos a un momento crítico en el cual la humanidad tiene la oportunidad de reencontrarse con la divinidad, así como entender su esencia. Por medio del desenvolvimiento de su inteligencia espiritual, concepto multifacético que abarca las virtudes y potencialidades humanas al servicio del bien, los individuos pueden acumular su capital espiritual – único valor que, de hecho, llevaran después de la muerte física. Como bien aconsejó Pablo, “Pensad en las cosas que son de arriba, y no en las que son de la tierra” (17), o aun “Si vivimos en Espíritu, andemos también en Espíritu” (18). En resumen, el sabio emisario del Señor nos dejó serios apuntes para la construcción de nuestro capital espiritual.

También consistente con ese entendimiento, Allan Kardec escribió uno de los pensamientos (i.e., “el hombre de bien”) más profundos acerca de esa tarea – y perfectamente alineada a los propósitos de este texto – que vale la pena rescatar: “ El Espíritu prueba su elevación cuando todos los actos de su vida corporal representan la práctica de la ley de Dios y cuando anticipadamente comprende la vida espiritual. Verdaderamene, hombre de bien es el que práctica la ley de justicia, amor y caridad, en su mayor pureza. Si interrogara a la propia conciencia sobre los actos que prácticó, preguntará si no transgredió esa ley, si no hizo el mal, si hizo todo el bien que podía, si nadie tiene motivos para quejarse de el, en fin, si hizo a los otros lo que deseara que le hiciesen. (19)

El “hombre de bien” delineado por Allan Kardec abarca la incorporación de una serie de virtudes que sumadas caracterizan un corportamiento humanístico. Faltará que llegue luego el día en el cual las recomendaciones allí contenidas sirvan de brújula para el perfeccionamiento moral de las personas. Al interiorizarlas, los individuos estarán dando pasos significativos para la evolución del planeta. Concluyendo, la Doctrina Espírita ofrece un sólido armazón – respuestas concretas para un tema delicado de la vida y que merecen nuestra más profunda reflexión – para que construyamos nuestro capital espiritual y obtengamos las recompensas de ahí derivadas.

 

Notas bibliográficas:

1. OS ECONOMISTAS. Dicionário de economia. São Paulo, SP: Abril Cultural, 1985, pp. 46-47.

2.  PENNINGS, Johannes M.; LEE, Kyungmook; VAN WITTELOOSTUIJN, Arjen. Human capital, social capital and firm dissolution. Academy of Management Journal, v. 41, n. 4, pp. 425–440, 1998.

3.  YOUNDT, Mark A.; SNELL, Scott A. Human resource configurations, intellectual capital, and organizational performance. Journal of Managerial Issues, v. 16, n. 3, pp. 337–360, 2004.

4. SU, Hwan-Yann. Business ethics and the development of intellectual capital. Journal of Business Ethics, v. 119, n. 1, pp. 87–98, 2014.

5.  AYIOS, Angela; JEURISSEN, Ronald; MANNING, Paul; SPENCE, Laura J. Social capital: a review from an ethics perspective.Business Ethics: A European Review, v. 23, n. 1, pp. 108-124, 2014.

6. LUTHANS, Fred; YOUSSEF, Carolyn M.; & AVOLIO, Bruce J. Psychological capital: developing the human competitive hedge. Ney York: NY, Oxford University Press, 2007.

7.  VASCONCELOS, Anselmo F. Older workers as a source of wisdom capital: broadening perspectives. Revista de Gestão, v. 25, n. 1, pp. 102-118, 2018.

8. VERTER, Bradford. Spiritual capital: theorizing religion with Bordieu against Bordieu. Sociological Theory, v. 21, n. 2, p. 169, 2003.

9.  ZOHAR, Dana; MARSHALL, Ian. Spiritual capital: wealth we can live by. San Francisco, CA, Berrett-Koehler Publishers, 2004. p8.

10. ZOHAR, Dana. Exploring spiritual capital: an Interview with Danah Zohar. Spirituality in Higher Education Newsletter, v. 5, n. 5, p. 3, 2010.

11.  XAVIER, Francisco C. (Pelo Espírito Emmanuel). Pão nosso. 5ª edição. Rio de Janeiro: RJ, Federação Espírita Brasileira, 1977, p. 300.

12.  Mateus, 6:20.

13.  1 Timóteo 6:10 .

14.  1 Timóteo 6:11 .

15.  1 Timóteo 6:18-19 .

16.  1 Coríntios 12:31.

17.  Colossenses 3:2 .

18.  Galatas 5:25 .

19.  KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos, questão 918.

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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