Especial

por Altamirando Carneiro

Trabajo de gigantes

Los fenómenos espíritas siempre ocurrieron en la faz de la Tierra.

Desde la aparición del primer hombre, la actuación del mundo espiritual se hizo presente, casi siempre de forma indirecta y discreta, a fin de evitar la interferencia en el libre-albedrío de las criaturas, y otras veces de forma ostensiva, con el objetivo de llamar la atención para el fenómeno. Es bien verdad que los fenómenos espíritas eran tenidos en la cuenta de lo sobrenatural, fantástico o maravilloso, siendo interpretados como el lenguaje de los ángeles; otras veces, como la ira o castigo de los "dioses" o de satanás.

Los médiums, a lo largo del tiempo, fueron catalogados ahora como "santos", ahora como mensajeros de lo Alto; sus orientaciones eran seguidas a raya, o como brujos o demonios, portavoces de los genios del mal; y otros instrumentos mediúmnicos pagaron con su audácia pesado tributo, colocando en riesgo su propia vida, en actos de salvajismo, con exageración de odios y crueldades.

La ignorancia sobre el asunto en muchas ocasiones se acercaba rayando la locura, tal la imbecilidad y miopia en el trato mediúmnico; la confusión y el prejuicio reinaron sobre las mentes retrógradas y dogmáticas, labrando muchas sentencias condenatorias e injustas. A pesar de Moisés haber prohibido la comunicación con los muertos en el Viejo Testamento, por el mal uso y el culto del bezerro de oro, y más recientemente en el Concílio de Nicea, en 325 de la Era Cristiana, los fenómenos espíritas continuaron a desafiar prohibiciones y las implicaciones de los hombres endurecidos y materialistas, aunque de forma desordenada y caótica.

Todo cambió cuando ocurrieron en 1848 los fenómenos de Hydesville con las hermanas Fox, en las manifestaciones de tiptologia - los raps - revelaron que el Espíritu golpeador Charles Rosma había sido asesinado y colocados sus despojos en el sótano de la casa. Ese fenómeno quitó el sosiego de la familia Fox y despertó gran curiosidad e interés de gran parte de la población norteamericana delante de las más diferentes interpretaciones. Pasado algún tiempo, el mundo fue asolado por el fenómeno de las mesas girantes o danzantes, que despertaron el interés de la sociedad como una verdadera fiebre de curiosidades e indagaciones delante de las respuestas dadas por los golpes a consultas frívolas y de cuño meramente material, sin ningún propósito noble.

Allan Kardec fue llamado para observar los fenómenos de las mesas parlantes en 1854, pero, un tanto escéptico delante de la exposición de su interlocutor entusiasmado en cuanto al fenómeno, respondió: "Si me probaran que una mesa tiene cerebro para pensar y nervios para sentir y que se pueda hacerla sonámbula, hasta que eso se de, denme permiso de no ver en eso sino una fábula para provocar el sueño.

Pues bien, poco tiempo después Kardec aceptó la invitación y pasó a interesarse por los fenómenos de las mesas parlantes; y cuando ya estaba a punto de desistir de tales sesiones, por no sentir significado mayor en tales manifestaciones, un grupo de compañeros de los más significativos, liderados por el Sr. Carlotti, le presentó 50 cuadernos de diferentes comunicaciones que no conseguían ordenar, por falta de capacidad, trabajo ese realizado en cinco años. Kardec, al principio, ante el gigantismo de la tarea transcendental, quiso recular; sin embargo, en una reunión íntima, un Espíritu amigo le reveló que en una existencia entre los Druidas, en las Gálias, él había usado el nombre de Allan Kardec, incentivándolo a no rechazar el trabajo que le presentaban, prometiéndole para eso el auxilio indispensable.

Kardec recobró el ánimo y de alma resoluta se puso a analizar primorosamente aquellos cuadernos, eliminando hechos repetidos, aclarando puntos obscuros y corrigiendo fallos e impropriedades. Para un orden correcto, Kardec empleó el método experimental; partiendo de los efectos y remontando a las causas, llegó a la conclusión de que aquellos efectos, las "mesas parlantes", se debían a promotores que nada más eran Espíritus que habían vivido en la Tierra, almas de los hombres, que no poseían ni la suprema sabiduría y ni el amor puro, más seres en búsqueda de la perfección.

Para dar cuerpo a su misión, Allan Kardec se apoyó en el trabajo de más de diez médiums, algunos de los cuales adolescentes, con edades entre 14 y 15 años, siendo la mayoría jóvenes de corazones limpios, sin los embates más fuertes de la vida y sin emociones envenenadas por las pasiones bajas, por lo tanto almas puras y equilibradas. Y así, de aquello que parecía sólo un pasatiempo, un juego sin mayores consecuencias, Kardec diseñó un extraordinario edificio de sabiduría y conocimiento del futuro de la Humanidad, aliando su poderosa cultura humanística y la revelación de las verdades mayores dadas por una pléyade de iluminados mentores espirituales, teniendo a prueba el Espíritu de Verdad.

Así, el 18 de abril de 1857, con 501 preguntas y las respectivas respuestas de los Espíritus, fue lanzado a la luz de la publicidad, en París, El Libro de los Espíritus. El 16 de marzo de 1860 surgió la segunda (y edición definitiva), con 1.019 preguntas.

El Libro de los Espíritus es el mayor monumento histórico de la Humanidad, libro síntesis del conocimiento. Allá están grabadas en líneas generales, pero bien explícitas, las tres fuerzas del Universo: Dios, el principio espiritual y el principio material, todo en armonía con el inter-relacionamiento con los dos planos de la vida, esclareciendo una multitud de fenómenos hasta entonces ofuscados o desconocidos.

Este libro constituye el punto de partida de la Doctrina Espírita, que se apoya en la ciencia, filosofía y religión y tiene como culminancia revivir el Cristianismo en su origen primitivo, limpio de injertos e interpolaciones, intereses rastreros y subalternos que habían desfigurado su sentido original.

El Espiritismo, también llamado Tercera Revelación, es el Cristianismo Renacido. Por eso, sin miedo de errar, afirmamos que El Libro de los Espíritus es una obra de gigantes: de un lado Allan Kardec, una de las mayores culturas del siglo 19 y, de otro, el equipo espiritual que actuó sobre los médiums escogidos para tal envergadura; una obra llena, densa y completa, no sabiendo que admirar más: si las inteligentes preguntas formuladas por Allan Kardec o las magistrales respuestas dadas por los Espíritus.

Guerra Junqueiro (Espíritu), que fue notable poeta portugués, envió a la Tierra, a traves del médium Jorge Rizzini, este soneto que resume maravillosamente la grandiosidad de Allan Kardec:


Allan Kardec


Como los rudos paganos con sus  dioses dioses humanos,

La Humanidad eleva a los pecíolos de la gloria

Los vándalos crueles, los modernos tiranos,

Y los adula, después, em el panteón de la Historia.


¡Y olvida a Allan Kardec! ¡Y expúlsalo de la memoria!

¡Y desveló al héroe los sagrados arcanos!

¡Y Dios le puso en la frente la estrella de la victoria

Que lo hizo mayor que los reyes y los césares romanos!


Más los brutos y los malos, esos falsos héroes,

Que el pueblo diviniza y ve como faroles,

Están hoy en la Tiniebla, escúalidos, en decadencia,


En cuanto a Allan Kardec, el sabio solitario,

Olímpico, triunfal, sereno,

extraordinario,

¡Estaciona arriba de los soles y brilla más que los astros!

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita