Editorial 

 
Morir no soluciona los problemas


En Brasil y también en los Estados Unidos de América, es entre los jóvenes que encontramos registrado, en los días en que vivimos, la mayor expansión en el número de suicidios. La principal revista semanal de nuestro país dedicó  en su edición de 20 de junio un extenso reportaje sobre el tema. Según la materia, la decisión de poner un fin a la propia vida ya es la cuarta causa más frecuente de muerte entre los jóvenes.

Es evidente que ocurrencias suicidas son cosas antiguas en nuestro mundo. Pero atingían, en gran mayoría, individuos adultos, un dato que, como podemos ver, ha sufrido significativo cambio.

Varias obras espíritas han tratado del asunto, que fue igualmente objeto de estudio por parte de Allan Kardec, como mostramos recientemente en el editorial publicado en la edición 566 de esta revista, que el lector puede ver nuevamente  pulsando aquí.

En el libro Astronautas del más Allá,fruto de un trabajo hecho entre Chico Xavier y J. Herculano Pires, el tema fue enfocado en el capítulo 3, que tuvo origen en una nota escrita por un amigo de Cornélio Pires, lo cual solicitó la opinión del conocido poeta al respecto del suicidio.

En la reunión pública en que Cornélio Pires atendió al pedido del amigo, hecha la oración inicial, sorteada al azar cayó  para estudio la cuestión 943 d’ El Libro de los Espíritus: - ¿De  dónde viene el disgusto por la vida que, sin motivos plausibles, se apodera de algunos individuos? “Efecto de la ociosidad, de la falta de fe y generalmente del hastío”, respondieron los Espíritus.

Cornélio Pires, respondiendo a la consulta, escribió entonces, a través de las manos de Chico Xavier, el poema Suicidio, formado por ocho estrofas, en las cuales dice que no debemos pensar en suicidio ni mismo por broma, una vez que un acto de esos, resulta en el dolor de una vida entera. Enseguida, narró de manera sintética el drama de seis suicidas y las respectivas consecuencias. Quique se ahogó  en un pozo y renació  atascado en el enfisema. Dilermanda se mató  con un tiro y ahora no habla, no ve, no anda. Doña Cesaria de la Estiva puso fuego en las propias ropas y retornó en un cuerpo que es llaga viva. Maricota da Trindade se suicidó ingiriendo veneno y volvió, muriendo de un cáncer a los cuatro meses de edad. Columbano se ahorcó y hoy es parapléjico. Doña Lília Dagele se quemó con gasolina y ahora sufre sarna que acuerda fuego en la piel. 

Después del relato, Cornélio cerró el poema con un admirable consejo:

 

Tolera con paciencia

Cualquier problema o pesar;

No adelanta morir,

Adelanta es mejorarse.

 

En el comentario que escribió acerca de la misma cuestión y sus efectos, Herculano Pires nos acuerda que no es Dios quien castiga el suicida, pues es el propio individuo que castiga a sí mismo, incurso por su procedimiento en las consecuencias de la ley de causa y efecto.

Nadie – dice Herculano – es llevado en la corriente de la vida por la fuerza exclusiva de las circunstancias. Además de detener en sí la facultad del libre albedrío, para poder controlarse y dirigirse, el hombre está siempre amparado por las fuerzas espirituales que gobiernan el flujo  de las cosas. Entonces la recomendación de Jesús: “Orad y Vigilad”.

“La vida material – agrega Herculano – es un ejercicio para el desarrollo de los poderes del Espíritu. Quien abandona el ejercicio por voluntad propia está renunciando a su desarrollo y sufre las consecuencias naturales de esa opción negativa.” “Nueva oportunidad le será concedida, pero ya entonces al peso del fracaso anterior.”

Tolerar las dificultades y los pesares, he aquí, por lo tanto, una sabia actitud, porque buscar la muerte no soluciona problema ninguno, sino lo agrava.

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita