¡Es gooooool!

Eduardo volvió eufórico del juego; después de todo había hecho tres goles. Describió con detalles cómo atravesó el campo solo con la pelota, e hizo el primer gol. Contó los pases que recibió y cómo finalizó cada jugada que meció el arco.

El papá, que escuchaba todo en silencio, preguntó al hijo cuántos pases había dado a sus compañeros.

Ocurrió entonces el siguiente diálogo:

- En la jugada del primer gol ¿no había con quién hacer pases? – pregunta el papá.

- Sí había gente, pero sentí que podía hacerlo solo – responde Eduardo.

- Pero sabes que ser “acaparador” no es bueno. Imagina si cada uno hace su propio juego, solo pensando en el gol – dice el papá.

- Lo sé, papá. El entrenador siempre me dice lo mismo. Pero cuando estoy en el campo, no pienso en nada más, solo quiero hacer gol y sentirme bien – explica el niño.

- Intenta ponerse en el lugar de tus compañeros. ¿Cómo te sentirías si no recibieras pases? ¿Ya pensaste si todos actuaran de esa manera? Intenta cambiar de actitud, ser generoso y verás cómo es bueno ayudar a los otros – habla el papá.

- Ya lo intenté, papá, pero no puedo – respondió el niño.

- Hijo, eso es vanidad y egoísmo. Conversa con Jesús. Pídele humildad, generosidad y persistencia. Estoy seguro de que lo lograrás – dice el papá.

- Voy a hacer eso, papá. Siento que mis compañeros piensan que soy egoísta y presumido. Yo sí quiero cambiar de actitud – habla el niño un poco triste.

- Cuenta conmigo para eso – dice el papá, emocionado con la sinceridad del hijo. El papá le hizo recordar a su hijo que en los momentos difíciles podemos pedir ayuda a Jesús.

Que ser generosos y humildes hace bien a los demás y a nosotros mismos.

El trabajo en equipo es fundamental para lograr un objetivo común, pues nadie consigue nada solo. Cuando cooperamos unos con otros, todos salen ganando.

Texto de autoría de Lúcia Noll, de Santo Ângelo, RS.

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com