Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

 
Las flores del jardín


Betty, una niña de nueve años de edad, muy belicosa, vivía creando problemas a su compañeros y amigas. Un día ella estaba sentada en un banco sin ganas de ir al colegio.

Desanimada, abrió un libro al azar y clavó sus ojos en el texto que decía: “Es muy triste sentirse sola; debemos buscar esparcir el amor por donde vamos, para que nuestro camino se asemeje a un jardín cubierto de flores y de cariño. Siempre que tú tengas el impulso de estropear las lindas flores de un jardín, piensa en cómo quedará ese jardín sin flores para alegrarlo”.

Entonces, leyendo esas palabras, Betty reflexionó, pensando en cómo, con su manera de actuar, había estropeado lindos y floridos jardines, solo por el placer de destruir las bellas flores que Dios había mandado para colorear los jardines.

Pensando mejor, delicadamente, Betty extendió la mano para tocas las lindas flores perfumadas y coloridas, sintiendo la suavidad y belleza de aquellas plantas. Entonces, la niña sonrió dulcemente, recordando que su mamá siempre le decía: “Hija mía, no lastimes las flores; son bendiciones que el Señor nos manda para alegrar nuestras vidas”.

Así, pensando en su mamá, Betty no lastimó la flor como le hubiera gustado hacer, apretándola en su mano. Ella extendió el brazo y con delicadeza tocó la flor llena de perfume.

Betty sintió ganas de acariciar la flor y, al hacerlo, sintió un olor delicioso en su mano, acordándose de lo que su mamá le había dicho.  

Entonces, Beta recogió la flor a su corazón y, acordándose de su mamá, con cariño llevó la flor a casa. Al llegar, encontró a la mamá en la cocina, haciendo el almuerzo.

Betty sonrió y se acercó a su mamá por detrás con la linda flor en la mano. La mamá sonrió, respiró profundo y exclamó:

- ¡Qué delicioso perfume, hija mía! ¿Dónde lo conseguiste?

- ¡En un jardín, mamá!... Las flores son lindas y perfumadas. ¡Me encanta!...

La mamá abrazó a su hija con cariño, y dijo:

- ¡Pues estas son las flores más perfumadas de las que he podido sentir su aroma! ¡Y el más bello regalo que he recibido de ti! ¡Muchas gracias, hijita!

Y, abrazando a la niña con amor, completó:

- ¡Voy a guardar esta flor con mucho cariño, para tenerla siempre conmigo para perfumar mi vida!

Ambas se abrazaron y Betty, feliz como nunca, vio que era fácil ser agradable con las personas y mejorar las relaciones. Y contó a su mamá la frase que había leído en el jardín: “Siempre que tengas el impulso de estropear lindas flores de un jardín, piensa en cómo quedaría ese jardín sin flores para alegrarlo”.

Desde ese día, madre e hija nunca más tuvieron problemas de relación.

 

MEIMEI

 

(Recibida por Célia X. de Camargo, en 9/01/2018.)





Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com

 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita