Entrevista

por Orson Peter Carrara

El Sermón de la Monataña es una guía hacia la felicidad real

Mário Frigéri (foto) es espirita desde los 15 años, cuando adoptó los principios espíritas después de leer El Libro De Los Espíritus. Nació en Nuporanga y reside en Campinas, ambas ciudades del Estado de São Paulo. Poeta, escritor, columnista, investigador, con varios libros publicados y abogado, nos concedió una entrevista sobre el tema del Anuario Espirita 2018.

¿Qué podemos decir sobre el Sermón de la Montaña?

El Sermón de la Montaña es la plataforma establecida por Jesús para la redención de la Humanidad. Antes de la presencia de nuestro Maestro en este mundo, el hombre no tenía a quien recurrir para resolver sus angustias existenciales, excepto al Señor de los Ejércitos, para los judíos, y a algunos líderes religiosos, como Buda y Confucio, a sus respectivos seguidores. Jesús reveló al Señor del Universo como un Padre presente, amoroso y justo, que bendice a sus hijos y los ampara en sus dificultades. No hay comparación entre el antes y el después. Jesús dividió la historia, corrió el telón que separaba a los hombres de los espíritus e inauguró una Nueva Era para el mundo.

Considerando su respuesta anterior, ¿qué destaca como esencial en el contenido de los documentos señalados por los evangelistas?

Jesús subvirtió todo lo que se conocía hasta entonces, poniendo debajo lo que estaba encima y  encima a lo que estaba debajo. Hasta entonces, los poderosos del mundo eran los conquistadores como Alejandro Magno, Aníbal de Cartago y Julio César. A partir de entonces, pasaron a ser los conquistados, especialmente los humildes, los que lloran y los perseguidos. Los grandes en la Tierra son los pequeños en el Cielo y los pequeños en la Tierra son los grandes en el Cielo. La esencia de su mensaje es que el amor y no el odio, el dar y no retener, la paz y no la guerra son los que tienen el poder de arrebatar al hombre hacia la plenitud de sí mismo.

La simple lectura de las Bienaventuranzas causa extrañeza en muchas personas, al no entender la afirmación de la felicidad futura en contraste con los desafíos de la evolución. ¿Qué se puede decir de las esperanzas y desafíos propuestos por Jesús?

Pregunta Jeremías, 12:5: "Si te fatigas corriendo con los que van a pie, ¿cómo competirás con los que se van a caballo?" Ese es el desafío. Si fuera fácil ser un Vencedor con Cristo, Él no habría hecho de la cruz el símbolo de la redención humana. Todos se redimirán algún día, algunos en esta existencia y otros en milenios futuros. El recurso de la voluntad es el que abrevia los plazos. El hombre está ahogado en la carne por su propio libre y espontánea voluntad. La esperanza - que es el plenilunio de los que sufren, según Joanna de Angelis -  y la felicidad son las luces que el Señor encendió por delante para iluminar el camino de cada uno. Pero siguen la ruta sólo los que quieren.

¿De qué manera práctica  las Bienaventuranzas pueden utilizarse ahora en la presente existencia, apuntando al equilibrio actual y a la construcción del futuro que nos aguarda? ¿Cómo hacer esto práctico frente a las dificultades morales que aún traemos interiormente?

Cuando el agricultor ve la cosecha tomada por el arbusto, él, si él quiere salvarlo, sólo tiene una alternativa que consta de dos elementos: la azada con trabajo duro. La dificultad de practicar el Evangelio es directamente proporcional a la propagación de la mala hierba. El Evangelio es la azada, nuestros buenos sentimientos son la planta, y los malos sentimientos son la plaga. Hagamos de las Bienaventuranzas nuestra herramienta para desbrozar y en poco tiempo la plantación quedará limpia y florida. Pero si no quieres quitar la maleza, tienes todo el derecho de cruzar los brazos. Es lo que dice el Apocalipsis, 22:11: "Continúe el injusto haciendo injusticia, continúe el inmundo siendo aún inmundo; el justo continúe en la práctica de la justicia, y el santo continúe santificándose.”

En su comprensión de estudioso de los Evangelio, ¿qué se inserta esencialmente en la propuesta de Jesús con el Sermón de la Montaña para el uso del espíritu humano en sus luchas?

Vamos a recapitular. Hay millones de mundos felices en el universo y hay algunos planetas, como la Tierra, donde vive el dolor, el sufrimiento y mil otras obstáculos aparentes para la evolución del ser. ¿Por qué? Porque somos deudores ante la ley, en vista de nuestras deudas contraídas múltiples existencias. En el Sermón de la Montaña Jesús proporciona la salida de ese lodazal, creando el paradigma del hombre libre de deudas ante la ley y pleno de sabiduría y de amor. Anticipa nuestro mañana para hoy, diciendo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo, y que si buscamos primero el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá a nosotros por añadidura. Esa es la esencia de su propuesta: hacer de nosotros Espíritus de luz. Él cree en nosotros. ¿Creemos nosotros en él?

Su libro El Esplendor De Las Bienaventuranzas – que estudia esa temática y tiene valiosas inclusiones que enriquecen las reflexiones del propio lector, incluso con hermosos poemas – traduce su entusiasmo y gratitud al preciado sermón del Nuevo Testamento. ¿Qué criterio guió la investigación que dio origen al libro?

Siempre he admirado la reflexión de Gandhi: Si todo se perdiese, excepto el Sermón de la Montaña, nada estaría perdido. He meditado desde joven en esta página inmortal. Leí a los más competentes comentaristas de los proverbios de Jesús. Y busqué presentar mis estudios y reflexiones de una manera compacta, simplificada y ligera, para proporcionar al lector lo indispensable para la comprensión de la propuesta de Cristo. Quise unificar el alma de muchos libros en el alma de un libro único, agregando a las luces de mis pares la visión del Cristo acariciado dentro de mí. Pero no me detuve allí: he avanzado hasta la interpretación de las Bienaventuranzas del Apocalipsis -ese océano agitado donde hay escasos navegantes.

¿Y por qué, como seres humanos aún en lucha con sus propias conquistas e imperfecciones, tenemos tanta dificultad en asimilar esa propuesta?

Debido a nuestra flagrante inferioridad moral y espiritual. El hombre está complacido en los placeres embriagadores de la materia. Mientras sus dioses sean el poder ilimitado y el sexo sin compromiso, y toda la variedad de imperfecciones que derivan de allí, el mensaje de Cristo escapará de su campo visual. Para ver su objetivo cósmico, el hombre tiene que someter el yugo de la carne y desmaterializar su mente excesivamente materializada. Ensuciar el cuerpo es más fácil que purificar el ajuar del alma.

¿Hay alguna manera práctica de realizar la purificación del alma?

Sí. Hacer de la educación de Cristo nuestra educación integral. Dice un antiguo chamán que hay dos perros dentro de nosotros: uno feroz y uno pacífico. Ambos están en una lucha permanente para ver quién domina la perrera. ¿Cuál de ellos ganará? Y el chamán responde con gran sabiduría: el que usted alimente. El Evangelio es el alimento de la paz. Si usted niega el alimento al perro feroz y da el Evangelio al Pacífico, no le sorprenderá que pronto su santuario interior comience a brillar.

¿Cómo incorporar las virtudes de la pacificación y la mansedumbre a nuestro comportamiento?

El hombre, por falta de oración y vigilancia, desciende muy bajo en la escala de la evolución. Por eso, no habrá milagros para su regeneración. Debemos recordar el plato consistente en sangre, sudor y lágrimas que Churchill ofreció a su pueblo, y que lo llevó a la victoria, cuando Alemania, en la II Guerra Mundial, puso en jaque la existencia misma de Inglaterra. Y aquí no hay lugar para el masoquismo. Cuando entendemos el sufrimiento con la visión de Buda en sus Cuatro Nobles Verdades, vamos a ver este instrumento sanador de las almas como maestro y no como verdugo. Es decir: que nadie sufre sin deber, ningún dolor es gratuito, y lo que nos hiere es también lo que nos cura. El momento en que domamos el dolor y lo aceptamos como una bendición, nuestra alma se pacifica y las virtudes cristianas comienzan a florecer en nuestros corazones.

Y sobre la misericordia, ¿cómo vivenciarla frente al creciente desorden moral en el planeta?

Misericordia significa "corazón compasivo". Esto nos recuerda a Emmanuel y su página inmortal "La mirada de Jesús". En Bartimeu, el ciego de Jericó, Jesús no ve al hombre inutilizado por la oscuridad, sino al amigo que podía volver a ver. En Magdalena no ve a la mujer atormentada por varios demonios, sino a la hermana que sufre y que, más tarde, podría proclamar el mensaje de su resurrección. En Zaqueo no identifica al exponente de la usura, sino al misionero del progreso, engañado por los desvaríos de su posición... y así sucesivamente. Y el noble Mentor concluye exhortándonos a buscar algo de la mirada de Jesús para nuestros ojos, para lograr el Gran Entendimiento, que nos hará discernir en cada ser del camino a un hermano nuestro, que necesita, sobre todo, nuestra ayuda y de nuestra compasión. Eso es vivir la misericordia.

De sus recuerdos con los textos del Sermón de la Montaña, ¿qué es más significativo y por qué?

El Sermón de la Montaña es la corona de la vida que un día será depositada en nuestras cabezas, cuando seamos Vencedores con Jesús, tal como enseñó el Apóstol Pablo. Cada concepto suyo es una joya engastada en esa corona. Por lo tanto, la importancia de esas enseñanzas nunca será debidamente valorada. La parte que más me emociona, sin embargo, es aquella en la que Jesús habla de la ansiosa preocupación por la vida. ¿Por qué esta ansiedad por lo que habremos de comer, beber y vestir, que tanto atormenta a la humanidad? ¿Dios no viste a los lirios del campo y no alimenta a los gorriones? ¿Y cuánto valemos más que ellos? Para mí, esta es una de las más profundas enseñanzas sobre la fe que existe en la Santa Biblia. Los lirios y los gorriones permanecerán hermosos y sanos porque, en su inconsciencia natural, siempre están viviendo la Ley de Dios con pureza y simplicidad. El hombre, en su voluntaria conciencia de sueño, sufre tantas carencias porque se ha apartado de la Ley y ha puesto a Dios en el limbo. Dios no es pobre en recursos. Es el hombre quien es rico en miserias.

¿Hay algo que le gustaría destacar al lector?

La fe, dijo San Pablo, es la sustancia de las cosas deseadas. La palabra de Cristo, en sus parábolas y profecías, dice que nuestra Humanidad está caminando hacia un nuevo Cielo y una nueva Tierra. Es una Era de Paz donde las almas redimidas finalmente formarán un solo rebaño para un Pastor, que es él mismo, Jesús. Si esa es la palabra de Cristo y si nosotros lo elegimos para ser nuestro único Maestro y Guía, ¿por qué debemos dudar de sus profecías? Nuestra fe tiene que compararse con la de Abraham. Cuando fue llamado, Abraham obedeció, para ir a un lugar no especificado que él debía recibir por herencia. Y él, el peregrino polvoriento, con el cayado en sus manos y la mirada en el Infinito, fue con todo su clan, apoyado en su fe, porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, es decir, la Nueva Jerusalén Celestial, de la cual Dios es el arquitecto y constructor. Esa ciudad simbólica es la Era de Regeneración que se acerca, en la cual podremos entrar, si creemos con la misma poderosa fe que movió a Abraham.

En el caso del Espiritismo, ¿cómo transformar el preciado documento del Sermón de la Montaña en una guía práctica para el uso del  público que frecuenta nuestras instituciones? ¿Cómo hacer de él una herramienta de paz y serenidad en sus luchas?

La cuestión insertada en su pregunta es muy seria. La herramienta es óptima, la obra es buena, el público es numeroso, pero el trabajador que maneja la herramienta, aunque es perfectible, nos parece todavía torpe en parte, necesitando más habilidades, tallado y concientización. Escuchemos al padre Antônio Vieira en el "Sermón de la Sexagésima”, hablando, sin embargo, en teoría, para no ofender a nuestros esforzados sembradores. Pregunta Vieira: ¿por qué Juan el Bautista convertía a tantos pecadores? Porque mientras sus palabras predicaban a sus oídos, sus ejemplos predicaban a sus ojos. La palabra del Bautista predicaba penitencia, y su presencia era el retrato viviente de la penitencia. Predicaba el ayuno, y su apariencia decía que vivía de langostas y miel silvestre. Predicaba contra el orgullo y la vanidad, y su cuerpo estaba vestido con pieles de camello y cilicio. Predicaba retiros del mundo, y su aspecto era el de aquellos que vivían en una cueva. Si los oyentes oyen una cosa y ven otra, ¿cómo se va a convertir? Si cuando perciben nuestros conceptos, tienen ante nuestros ojos nuestras manchas, ¿cómo va a concebir las virtudes? Si mi vida es una apología en contra de mi doctrina, si mis palabras ya están refutadas en mis obras, si una cosa es el sembrador y otra lo que siembra, ¿cómo va a haber frutos? Y concluye su sermón con esta acusación irrefutable: Sembradores del Evangelio, esto es lo que debemos pretender en nuestros sermones: no que los hombres salgan contentos con nosotros, sino que salgan muy descontentos de sí mismos; que no les parecen bien nuestros conceptos, sino que parezcan mal sus costumbres, sus vidas, sus pasatiempos, sus ambiciones y, en fin, todos sus pecados.

¿Algo más que quiera añadir?

Quero agregar, complementando la reflexión anterior, que el verdadero orador espírita sólo debe hablar a los oyentes sobre lo que sabe, siente en el corazón y sea el fruto de su propia experiencia, para no parecer una campana que suena. Que sea el objetivo del conferencista llevar a los oyentes a sentir la sinceridad de sus palabras y la autenticidad de sus conceptos – bebidos en Jesús y Kardec –, convenciéndolos, con divina sutileza, de abrir el alma a este tesoro infinito. La Doctrina Espírita es una fuente de luz tan sagrada como el Sermón de la Montaña, simplemente porque es su continuidad y desarrollo. Con este tesoro disponible, no se concibe que el orador sea alguien inmaduro, con una cultura de almanaque, buscando hechizar al público con una elocuencia hueca carente de alma. De lentejuelas retóricas, todos estamos hartos. Los oyentes que hoy, en nuestro medio, buscan el agua de la vida en la Casa Espírita, son para el expositor como la muchedumbre de hace dos mil años fue para Jesús: un rebaño sin pastor, en busca de consuelo espiritual, que el Sublime Amigo miró con profunda compasión. Que nuestro evangelizador haga lo mismo – como ejemplo, sólo para ilustrar, Divaldo Franco, Raúl Teixeira y Richard Simonetti – si quiere convertirse en un fecundador de corazones.

Sus palavras finales.

Agradezco la oportunidad de dialogar sobre un tema que siempre ha sido muy querido para mi corazón. Y aprovecho la oportunidad para ofrecer a sus lectores, de Brasil y del extranjero, cinco estrofas de mi libro citado líneas arriba, que tienen que ver con el tema que hemos abordado en este fraternal coloquio: 


Pasara el cielo y la tierra

Así Jesus nos habló

Todo pasa sobre la Tierra

Y Jesús no pasó.


Su Palabra divina,

Con sabor a eternidad,

Siempre nos dice, en sordina:

Conoceréis la Verdad…

 

Cuando el mundo, en áureo baño,

Transite de la oscuridad a la luz,

Habrá un solo rebaño,

Para un solo Pastor – Jesús.

 

Haga la opción – y profundo

Discernimiento poner esto:

La cruz de fierro, con el mundo,

O de paja, con Cristo.

 

Dolor, sufrimiento, infortunio…

¿Es tu vida vasta cruz?

Pero hay una luz al final del túnel:

¡Experimenta a Jesús!


Traducción:

Ricardo Morante - rmorante3@yahoo.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita