Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

Aprendiendo con la naturaleza


Laurita, una niña buena y amorosa, escuchó una conferencia en el colegio en la que decían que trabajar es para personas adultas y que los niños tenían solo que estudiar y jugar.

Entonces, cuando su mamá le pedía que hiciera algo, alegaba que necesitaba estudiar, que los amigos la estaban esperando para jugar, ver televisión o, simplemente, que estaba cansada.

Un día, viendo a Laurita sin hacer nada, sentada en el umbral de la puerta de la cocina, la mamá pidió:

- Hija mía, seca los servicios por mí, ¿sí?

La respuesta no tardó en llegar:

- No puedo, mamá, estoy descansando.

La mamá pensó un poco y dijo con cariño:

- Laurita, todos nosotros tenemos que dar de nuestra contribución en la vida colaborando para el bienestar general.

- Los niños tiene que estudiar y jugar. El trabajo es cosa de adultos, mamá – replicó la niña, mostrando lo que había aprendido.

- Eso no es así, hija mía. La actividad remunerada, o trabajo profesional, es un servicio de personas adultas. Sin embargo, dentro de nuestra capacidad, es necesario retribuir un poco de lo mucho que hemos recibido de la vida.

La señora dejó de lavar los servicios y, volteándose hacia la niña, sugirió:

- Laurita, aprovecha que no estás haciendo nada, ve hasta el patio y observa bien la naturaleza. Después vuelve y cuéntame lo que viste.

Y así, de mala gana, la niña se levantó y salió a caminar por el patio. Al comienzo no reparó en nada. Pasó los ojos por las flores que se abrían, coloridas y bellas, adornando el jardín. Caminó un poco más y vio un naranjal cubierta de flores perfumadas. Después, vio a una abejita presurosa que iba de flor en flor, retirando el alimento y, en seguida, volaba hasta el tronco de un árbol donde estaba un panal de miel.

Observó los naranjales con frutos pequeños y verdes, mientras que otros ya tenían naranjas maduras.

Pasando por un árbol de mango, cogió un mango y se sentó en el suelo para saborearlo. ¡Adoraba los mangos!

Miró hacia lo alto y vio un pajarito que recogía astillas del suelo y las llevaba hacia una rama, en lo algo del árbol de mango, y ahí lo depositaba cuidadosamente construyendo su nido.

Mirando hacia el suelo, vio una hilera de hormigas que cargaban hojas, cáscaras de fruta y migajas de pan hacia el hormiguero.

Laurita admiró su organización, andando en fila ordenadamente. Todas cargaban algo. ¡Todas trabajaban!

Después de chupar el mango, como estaba sucia, la niña volvió a casa. Se lavó en el grifo del patio y entró a la cocina, buscando una toalla para secarse.

Viendo a la niña, la mamá preguntó:

- ¿Y entonces? ¿Qué observaste?

- Bien, vi a una abejita recogiendo el néctar de las flores de un naranjal y llevándolo para producir la miel. Observé también que hay naranjales con frutos pequeños y otros con naranjas maduras. Vi nuestro carbol de mango lleno de mangos maduros y cogí uno para chuparlo. ¡Estaba delicioso!

La niña dejó de hablar, pensando.

- ¿Qué más observaste, hija mía?

- Vi también a las hormigas llevando comida a su hormiguero. ¡Era como si ellas hubieran ido al supermercado a hacer las compras! Creo que solo fue eso.

- ¿Y qué te pareció todo eso?

- Me di cuenta que tenías razón, mamá. Todos trabajan, también los más pequeñitos: las abejas producen la miel, el árbol produce las flores que van a transformarse en frutos, las hormigas llevan comida para la familia, el pajarito construye su casa…

- ¡Muy bien, hija mía! Y tú podrías haber visto mucho más aún: los insectos y los animales pequeños que se alimentan de los frutos maduros que caen y que limpian el suelo, la tierra que recibe la semilla y que la hace germinar, y tantas otras cosas.

Entusiasmada por los descubrimientos, la niña estuvo de acuerdo:

- ¡Tienes razón, mamá! Y está el sol que nos ilumina y nos calienta, el agua que bebemos…

- Exacto, hija mía. ¿Y todo para qué?

- Para hacer la vida mejor y más feliz. Todo en la naturaliza trabaja para el beneficio de todos. ¿Cómo yo nunca me había dado cuenta de eso?

Abrazando a la mamá, Laurita dijo:

- Mamá, también quiero ayudar, colaborando para que todos sean felices. Aquí en casa, papá trabaja para traer dinero y podamos comprar alimentos y todo lo que necesitamos. Tú haces todo el servicio de la casa, limpiando, lavando, ordenando y cocinando. También quiero ayudar haciendo lo que sea posible. Voy a trabajar de aquí en adelante ayudándote a ti y a toda nuestra familia. Siempre he recibido mucho, ahora quiero aprender también a dar.

Y la niña recordaba, con nuevo ánimo: puedo regar el jardín, barrer el patio, cuidar del perro, secar el servicio, dejar mis juguetes y mi ropa ordenada. ¡Voy a tener mucho que hacer!

 

Tia Célia





Traducción:

Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com

 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita