Especial

por Hugo Alvarenga Novaes

¿La reencarnación está en la Biblia?

Muchas personas dicen que, por el hecho de no constar en la Biblia, la reencarnación no existe. Es decir una gran tonteria. Hechos bíblicos serán presentados en este atentamente, para que no haya la más pequeña duda de aquello que estamos afirmando. Veamos, sin embargo, si podremos encontrarla de forma indirecta. Buscaremos también, en el restante de este texto, verificar la lógica de la reencarnação. estudio, a fin de quedar claro para todos que, en algunos casos, el término resurrección puede ser entendido como reencarnación. Analicemos estos atentamente, para que no haya la más pequeña duda de aquello que estamos afirmando. Veamos, sin embargo, si podremos encontrarla de forma indirecta. Buscaremos también, en el restante de este texto, verificar la lógica de la reencarnación.

Analicemos, pues, sin ningún tipo de prejuicio religioso, si la idea sobre la reencarnación, puede, en algunas situaciones, ser vista en la Bíblia, como uno de los significados del término resurrección.

Hecho 1 – JESÚS NO DICE TODO

En Juan 16,12, Jesús afirma no haber dicho todo, pues las personas que vivían en aquella época no lo comprenderían si él hablara determinadas cosas a sus seguidores. La palabra reencarnacción es un ejemplo típico de esto. Siendo así, podemos deducir, con total seguridad de aquello que estamos afirmando, lo siguiente: aunque o Divina Rabi no hubiera hablado cosa alguna acerca de la pluralidad de las existencias, no quiere eso decir que ella no exista. A fin de cuentas, el propio Cristo dijo que “no nos había enseñado todas las cosas que sabía”. Si Él nos dice que dejó de mencionar “muchas cosas”, es porque omitió la mayor parte de sus enseñanzas, suministrando apenas aquello que sus discípulos podían comprender en aquel momento.

Hechos 2 – JESÚS HABLA DE LA REENCARNACIÓN INDIRECTAMENTE Y LA IDENTIDAD DE ELIAS Y JUAN BAUTISTA

Analicemos cuidadosamente a Mateo 11,7-15: de entrada, atentos para los versículos 9 y 10 de esa narración, en que Jesús se refiere a Juan como aquel que vino a cumplir la profecía de Malaquias (Ml 3,1). De manera alguna sería mencionado ese hecho si Cristo no se hubiera basado en las vidas pasadas de Juan Bautista. Enseguida, atentemos para esa frase que se encuentra en Mateo, pero que parece aún pasar desapercibida para una gran gama de personas. He ahí: “Desde los días de Juan Bautista hasta ahora...” De esa forma no quedaría sin sentido ese tramo bíblico, pues Elias y Juan Bautista eran la encarnación del mismo Espíritu, hecho este corroborado por Jesús: “Y, si quisierais dar crédito, él es el Elias que debe venir.” (Mateus 11,14.)

Algunos dicen que Jesús, al decir esa frase, estaba refiriéndose a la semejanza que había entre el profeta Elias y aquel joven, su primo, que bautizaba a las personas en las aguas del río Jordán. Sin embargo, decimos: no confundamos el vocáblo “uno”, que puede ser un numeral, un artículo indefinido, un pronombre indefinido o un sustantivo masculino, dependiendo de la situación en que se encontrase, con la palabra “lo”, que significa un artículo definido, un pronome demonstrativo, un pronome personal, un sustantivo masculino y otros, conforme el caso en que esté empleado.

Les daremos dos ejemplos:

1. – La frase: “Nunca más surgirá Rui Barbosa"; no es sinónimo de nunca "más surgirá el Rui Barbosa”.

2. – “Ronaldinho Gaúcho es un verdadero Pelé"; no es igual a la sentencia: "Ronaldinho Gaúcho es el verdadero Pelé".

Por lo tanto, no tenemos duda en afirmar, con toda la certeza, que, de hecho, Juan Bautista era aún la reencarnación del profeta Elias, lo que nos es narrado en la propia Biblia, como ya demuestramos anteriormente. Ahora, la reencarnación podría ser perfectamente aplicable en ese caso, pues ella significa la vuelta del alma o espíritu a la vida corpórea, pero en otro cuerpo especialmente formado para él, el cual nada tiene a ver con el antiguo.

Finalmente, vemos a Cristo respetando el libre-albedrío de cada uno, terminando esa narración diciendo: “¡Quién tenga oídos, oiga!” (Mateo 11,15). En otros términos:” crea quién quiera y pueda”.

Hecho 3 – PREGUNTA DE JESÚS A LOS DISCÍPULOS

Nos parece evidente que el pueblo de aquella época creía en una vida posterior a la muerte, pues se pensaba que Jesús podría ser Elias, Jeremias o alguno de los profetas (Mateo 16,13-14; Marcos 8,27-28 y Lucas 9,18-19). Eso se debe al hecho de creer sea posible el alma de una persona que había perdido el envoltorio físico volver a habitar un nuevo cuerpo. A esto, muy juiciosamente, llamamos reencarnación. Hacemos una única reseña: Juan Bautista no tendría condiciones de reencarnar en el físico de Jesús, por ellos haber sido contemporáneos.

Como el arameo, que era el idioma del que el Maestro Nazareno se comunicaba, tenía grandes limitaciones en su vocabulario, afirmamos que podemos deducir con total convicción que, en los pasajes bíblicos arriba, los discípulos del Amado Rabi se referían a la reencarnación, y no a otra cosa.

Hecho 4 – DUDA DE HERODES EN CUANTO A QUIÉN REALMENTE ERA JESÚS

En Marcos 6,14-16 y Lucas 9,7-9, tenemos pasajes parecidísimos con Mateo 16,13-14; Marcos 8,27-28 y Lucas 9,18-19, las cuales fueron citadao inmediatamente arriba, siendo de fundamental importancia referirnos al detalle que se encuentra en las dos primeras, en que el rey Herodes habría oído decir que Juan Bautista había resucitado de entre los muertos. Lógicamente, el término resucitado, usado en Marcos 6,14-16 y Lucas 9,7-9, quería, sin sombra de dudas, significar reencarnación, porque en vez de Juan habría surgido, en la concepción de Herodes, la persona de Cristo.

Hecho 5 – DESPUÉS DE LA TRANSFIGURACIÓN, JESÚS HABLA SOBRE LA REENCARNACIÓN A SUS DISCÍPULOS

A nuestro modo de ver, Mateo 17,10-13 y Marcos 9,11-13, son algunos de los tramos bíblicos que nos hablan más claramente acerca de la reencarnación.

Al descender del monte Tabor, Jesús, juntamente con sus apóstoles Pedro, Santiago y Juan, presenciaron la transfiguración de Cristo y, en esta, vieron a Jesús conversando con Elias y Moisés (Mateo 17,3 y Marcos 9,4), hecho que los dejó confusos en cuanto a la profecía de Malaquias de que Dios enviaría al profeta Elias (Ml 3,23). A fin de cuentas, ellos pensaron que esa predicción no podría ocurrir, pues vieron al profeta Elias confabulando con el Rabi, instantes atrás. (Este vaticínio es, de hecho, una fuerte evidencia de que la reencarnación está presente en la Bíblia.)

El Maestro es, entonces, cuestionado por ellos en cuanto al hecho: “¿Por qué razón los escribas dicen que es preciso que Elias venga primero?” (Mateo 17,10 y Marcos 9,11). Al responder que “Elias ya vino, pero no lo reconocieron” (Mateo 17,12 y Marcos 9,13), Él afirma a sus discípulos de forma categórica, el motivo de Juan Bautista ser em verdade la reencarnación del profeta Elias (Mateo 17, 13).

Para aquellos que puedan argumentar: “Pero Jesús no dijo esto”, afirmamos que en Mateo 11,14, Cristo habló: “Y, si quisierais dar crédito, él [Juan] es el Elias que debe venir”. Y, sabiendo que habría quién no creyera, añadió: “¡Quién ha oídos, oiga!” (Mateo 11,15).

Podemos verificar en los siguientes pasajes bíblicos la ley de Causa y Efecto” o Acción y Reacción”, íntimamente conectadas a las vidas sucesivas: Mateo 7,1-2; 16,27; 26,52; Juan 8,34; 2 Coríntios 5,10 y Galatas 6,7. Mencionamos eso porque en 1 Reyes 18,40 es mencionado que Elias había matado los profetas de Baal por degollamiento. Muchos años después, Elias, como Juan Bautista en nueva encarnación, murió igualmente degollado (Mateo 14,6-11), o sea, de la misma forma con que exterminara los profetas de Baal. Popularmente se dice: "¡Quién planta coge!"

Hecho 6 – EL DIÁLOGO DE JESÚS CON NICODEMOS

El célebre colóquio entre el Divino Rabi y el Doctor de la Ley, en Juan 3,1-12, sin sombra de dudas, es el mejor tramo bíblico en que se puede constatar la veracidad de la reencarnación. gran parte del tercer capítulo del Evangelio de Juan es dedicado a ese diálogo.

Pensamos que Nicodemos había entendido perfectamente las palabras del Rabí Nazareno que le habló: “quién no naciera de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3,3). Su duda quedó sólo como eso ocurriría, pues no imaginaba que un hombre de elevada edad, igual a él, pudiera volver al útero de su madre (Juan 3,4).

Es cierto que solamente el Espíritu nace de nuevo, hecho este que es corroborado por el Amado Rabi, que dice: “En verdad, en verdad, te digo: quién no naciera del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3,5). En ese versículo bíblico, muchas personas levantan la suposición de que la palabra agua habla respecto al bautismo. Esta hipótesis, sin embargo, no procede de manera alguna, por el hecho de que:

1) La práctica ritualista de la época era la circuncisión, no el bautismo.

2) En cuanto al último, este fue creado por Juan Bautista y no todos los judíos siguieron o mencionaron el ritual.

3) Nicodemos era uno de los principales fariseos, letrado en lo que concierne a la ley de Moisés y a las enseñanzas farisaicas, miembro del Sinedrin y, bien probablemente, cualquier asunto relacionado al bautismo no le interesaria.

El Sublime Nazareno separa distintamente el cuerpo físico del elemento espiritual. Nos dice, en otros términos, que el primero no puede poseer los atributos del segundo (Juan 3,6). En Juan 3,8 Jesús nos dice, en un lenguaje figurado, que el espíritu reencarna dondequiera, y no sabe de dónde vino (o sea, su última encarnación), ni para dónde va (cuál será la próxima). Este versículo aclara el pensamiento de Jesús. A fin de cuentas, no se sabe de dónde vino el espíritu (si fuera creado en el momento de su concepción, se sabría), ni para dónde va (si nuestra alma fuera para el cielo o infierno, Cristo no afirmaría lo desconocido de su paradero).

Distorsionar esa aclarada conversación de Jesús con Nicodemos (Juan 3,1-12), atribuyéndola a una simple apologia al bautismo, es un verdadero insulto a la inteligencia humana.

Hecho 7 – LA REENCARNACIÓN EN EL APOCALIPSIS

En el Apocalipsis, obra de autoría de Juan, considerada profética, igualmente notamos la existencia de la reencarnación. Observemos esto: “Vi entonces tronos, y a los que en él se sentaron fue dado el poder de juzgar. Vi también las vidas de aquellos que fueron decapitados a causa del Testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y de los que no habían adorado a la Bestia, ni su imagen, y ni recibido la marca sobre la frente o en la mano: ellos volvieron a la vida y reinaron con Cristo durante mil años” (Apocalipsis 20,4).

Si está escrito “vi también las vidas”, y no “vi también la vida”, es porque es más de una, o sea, son vidas múltiples, lo que es igual a la reencarnación.

Podemos añadir también que si "ellos volvieron a la vida", como nos dice la frase bíblica, eso significa que reencarnaron. Para aquellos que no entendieron, explicaremos: cuando hablamos que una persona está “llena de vida”, esta “vida” a que nos referimos, es la del cuerpo físico, no la de el espíritu. Encontraremos otro ejemplo de eso que acabamos de aclarar, el cual está en el propio versículo, cuando encontramos las palabras: “ellos volvieron a la vida.” Aprovecharemos esta sentencia, pues, en este caso, siempre se consideró la vida física y no la espiritual; además de todo, este periodo nos da una noción clara de la pluralidad de las existencias. Volviendo al principio de este paso, afirmamos que si en Ap 20,4, se habla de “vidas” (más de una), una persona encarnó y reencarnó varias veces, por muchas vidas. Más una vez la Biblia nos habla veladamente sobre la reencarnación.

Hecho 8 – MORIR APENAS UNA VEZ

En Hebreos 9,27 se encuentra uno de los versículos bíblicos más usados para contestar las vidas futuras que tendremos. Este nos revela: “Y como es hecho que los hombres deben morir una sola vez, tras lo que viene un juicio”, o sea, el juzgamiento o “juicio“, según algunos, dice respecto al Juicio Divino, que será aplicado a todos los seres humanos, a fin de separar los buenos de los malos.

Es de veras extraño mencionar el texto de un autor desconocido, para contradecir aquello que Jesús dijo. Esta idea de morir una sola vez es completamente incoherente, pues Lázaro, el hijo de la viuda de Naim y la hija de Jairo, en consonancia con los relatos bíblicos, resucitaron para, más tarde, morir una segunda vez (Juan 11,14; Lucas 7,11-12; 8,41-42.49 y Marcos 5,22-23.35).

Finalmente, ¿cómo eso se dio? Y si esos hechos realmente ocurrieron, ¿por qué nosotros no seremos resucitados también? ¿No somos igualmente, en relación a los personajes de arriba, “hijos de Dios”? ¿Qué tienen ellos mejor de lo que la gente? Solamente por vivir en el mismo periodo que Cristo no los capacita a obtener un privilegio del Creador. Si eso fuese aún verdad, ¿cómo queda: “... Dios no hace acepción de personas” (Romanos 2,11)?

¿Y qué podemos decir sobre el dicho juicio del fin de los tiempos, el cual, por la suposición de diversas personas, nosotros tendremos? Teniendo todo esto en vista, les preguntaremos: ¿cuántas muertes nos ocurrirá? Por lo tanto les decimos que solamente en los caminos del mal, es que vemos las sombras, las cuales impiden que admiremos la gloriosa vida que poseemos.

Jamás nos olvidemos de que el Supremo Creador del Universo es Dios de los vivos inmortales. En Lucas 20,38, Jesús nos esclarece a ese respecto, diciéndonos: “Ahora, él no es Dios de muertos, pero sí de vivos; todos, con efecto, viven para él”. Con estas palabras, el Sublime Mesías pone abajo el argumento de algunos que dicen hacer el Creador distinción entre seres materiales e inmateriales, pues son todos sus hijos independientemente de la condición en que se encuentran.

“Dios no hace acepción de personas”, repetimos. Y ultimando esta nuestra argumentación, reiteramos: “únicamente debemos considerar la muerte de la conciencia”, o sea, cuando esta se encuentra en el camino del mal, podemos decir que está muerta. Si no hay buen sentido, si maltratamos a nosotros mismos y a nuestro prójimo, si caminamos por los desvarios del crimen, no estaremos agradando al Creador, acontecimiento ese que nos es mostrado en Proverbios 12,2, que nos hace ver el descontento de Dios en base de las intenciones perversas, siendo las Dádivas Divinas solamente alcanzadas por los hombres que sean buenos. Nuestro Padre Mayor nos creó para que trillásemos siempre el camino del bien. Ese nos es transmitido en Efésios 2,10.

Vimos que la palabra resurrección, encontrada en las Escrituras, puede muy bien, en algunos casos, ser interpretada como reencarnación.

Siendo así, aseveramos que: para aquel que tiene una comprensión más completa de la Biblia, el hecho de no haber específicamente el término reencarnación presente en las Escrituras de manera alguna puede transformarse en empecinamiento para que no se vea la realidad de las vidas sucesivas en la Bíblia.

Teniendo todo esto en cuenta, no nos resta la más pequeña sombra de dudas que la pluralidad de las existencias es una realidad bíblica. De esta forma, la única conclusión a que podemos llegar es que la reencarnación, juntamente con su Infinita Justicia, Soberana Bondad e Incomensurable amor, son los mayores regalos que Dios podría ofrecernos.

 

Traducción:

Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita