Editorial 

Año 11 – Nº 534 – 17 de Setiembre de 2017

 
Lo que es, de hecho, esencial en nuestra vida

 

En entrevista publicada en esta revista, como uno de los relieves de la presente edición, nuestro colega Osmar Marthi Filho resumió, con raro poder de síntesis, lo que nos es realmente esencial en nuestro pasaje por la experiencia reencarnatoria: la búsqueda por la transformación moral, el trabajo en favor del prójimo, la vivencia de la fraternidad.

Otro punto que vale la pena destacar en la misma entrevista es la respuesta por él dada a esta pregunta: - Si algo pudiese decir a los lectores sobre la importancia del Espiritismo en nuestra vida y de la institución en el contexto social, ¿en qué frase resumiría todo eso?

Respondió Osmar Marthi Filho:

“En una frase de Emmanuel, que Dª. Avelina siempre nos acordaba: Espiritismo es cabeza, corazón y manos. O sea, conocimiento de la Doctrina, sentimiento de ella pero sobre todo nuestras actitudes transformadas por ella”.

¡Cabeza, corazón y manos!

Quien estudia con interés las enseñanzas espíritas ya leyó aquí y allá la información de que el perfeccionamiento espiritual del ser humano, con el consecuente cambio de su patrón vibratorio, depende del concurso de tres factores: buenos pensamientos, buenos sentimientos, buenos actos.

Es por eso que innúmeros conferenciantes y comunicantes desencarnados advierten: no basta sólo estudiar; es necesario practicar. De la misma manera que no basta tener buenas ideas; es necesario ponerlas en práctica.

Cuanto a los actos, a la conducta, al trabajo en favor del prójimo, es conocida la frase, fundamentada en las enseñanzas cristianas, de que el bien que hacemos anula el mal que hicimos, o, en las palabras del apóstol Pedro, “la caridad cubre la multitud de los pecados”.

Hay en la obra de André Luiz un pasaje que es necesario que recordemos siempre. Nos reportamos a un diálogo entre André y aquella que fuera su madre en su última existencia. El texto hace parte del cap. 36 del libro Nuestro Hogar, obra mediúmnica psicografada por Chico Xavier. 

André había por primera vez, en su retorno a la esfera espiritual, hecho algo que le proporcionó una gran alegría y, al mismo tiempo, enorme cansancio. Él acabara de realizar una actividad modesta en el contacto directo con los sufridores del Más Allá, cuando entonces su madre, con el propósito evidente de estimularlo a proseguir en el trabajo, le dijo:

“En los círculos inferiores, mi hijo, el plato de sopa al hambriento, el bálsamo al leproso, el gesto de amor al desilusionado, son servicios divinos que nunca quedarán sin ser recordados en la Casa de Nuestro Padre” (obra mencionada, cap. 36, pág. 197).

Y en la secuencia: “El Evangelio de Jesús nos acuerda que hay mucho más alegría en dar que en recibir. (…) Da siempre, hijo mío. Sobre todo, jamás te olvidas de dar de ti mismo, en tolerancia constructiva, en amor fraternal y divina comprensión. La práctica del bien exterior es una enseñanza y un llamamiento, para que lleguemos a la práctica del bien interior. Jesús dio más de sí, para el engrandecimiento de los hombres, que todos los millonarios de la Tierra congregados en el servicio sublime, aunque, de la caridad material. No te avergüences de amparar los que sufren de la enfermedad de llagas y esclarecer los locos que penetren las Cámaras de Rectificación (…). Trabaja, mi hijo, haciendo el bien. Siempre que puedas, olvida el entretenimiento y busca el servicio útil”. (Nuestro Hogar, cap. 36, pág. 198).

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita