Editorial 

Año 11 – Nº 533 – 10 de Setiembre de 2017

Puntos a considerar en la cuestión de los trastornos mentales


Tais Silveira Moriyama, especialista en psiquiatría infantil, es nuestra entrevistada en la presente edición. Hablando sobre su especialidad, ella nos muestra algunos aspectos de la diagnosis y tratamiento de los pequeños, de los cuales destacamos algunos puntos.

Para que una tendencia se convierta en enfermedad parece siempre tener un “gatillo ambiental”. La tendencia sólo existiría en el bagaje biológico y psicológico (incluyendo las vivencias pasadas), y el gatillo un evento o una suma de eventos estresantes o traumatizantes. Como un arco tensionado que no resiste a la tensión y se rompe. Pero el predominio es siempre, parece, del bagaje de las vivencias pasadas. Ese bagaje sería el responsable por el disparo del gatillo. Una disposición, como proceso inflamatorio o afección autoinmune, por sí sólo, no prescindiría de un factor desencadenante.

Si los padres conociesen las tendencias o predisposiciones del enfermar de sus hijos – y ese conocimiento es posible a partir de la interacción con el terapeuta –, podrían colaborar para direccionar de nuevo esas tendencias cambiando un curso de morbidez para un curso de salud. Eso es posible mismo en el caso de medicamento, como cuando el esquizofrénico desarrolla la habilidad de identificar la diferencia entre normalidad, delirio y alucinación, tornándose capaz de discriminar y “acostumbrarse” con esas manifestaciones. Aunque eso sea muy difícil, porque, cuando está teniendo un ataque de nervios, es como se fuera “otra persona”, es aún posible, menos cuando se entra en el surto que cuando se sale de la pesadilla. En ese proceso, el “soporte interpersonal” es de fundamental importancia.

Aunque la psiquiatría mencionada considere que toda morbidez mental y el sufrimiento actual tengan conexión con el pasado reciente o remoto, nos acuerda que hay “trastornos mentales que pueden imponerse a través de alteraciones orgánicas del cerebro”. O sea, cuya razón de ser puramente orgánica, como cuando resultado de un accidente o como efecto colateral de una infección, por ejemplo, sin olvidar el papel ahí desempeñado por la ley de acción y reacción. En ambos casos no habría disposición a la enfermedad, ni exposición reiterada a un factor estresante o traumatizante.

Cierta vez, cuestionada sobre por qué la conducta en relación a un paciente fue del ingreso, y de otro, de caso semejante, fue el acogimiento de la familia, una otra psiquiatra dijo que, no habiendo tendencia a la violencia en ambos los casos, la familia hace toda la diferencia. Según ella, el soporte interpersonal es ciertamente un potente factor en la promoción de salud mental. Cuando, por el contrario, no hay soporte interpersonal, es como tirar a la deriva el corazoncito al mar de las tendencias sin contención. Y cuando, lo que es mucho peor, el ambiente es enfermizo, el caso está condenado a hundirse. “Las familias disfuncionales, algunas veces, son familias genéticamente enfermas, cuyos miembros tienen pequeños desequilibrios que sumados generan grandes dificultades en las relaciones.”

Desde que la psiquiatría y la psicología sumaron fuerzas, porque hubo un tiempo no muy lejos en que se excluían mutuamente, se puede llegar a la conclusión de que el trastorno mental es la resultante de una afluencia de muchos “factores de riesgo” orgánicos y psicológicos, siendo difícil separar unos de los otros.

Hoy está bastante claro que las experiencias de vida dejan marcas biológicas en el cerebro. Así, “del punto de vista espírita podemos entender que las vivencias del espíritu dejan registros en el cuerpo.”

 

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita