Editorial 

Año 11 – Nº 532 – 3 de Setiembre de 2017

El egoísmo y sus frutos dañinos


André Luiz Alves Jr. Habla sobre el conflicto civil en Siria y sobre la visión espírita de la guerra  en un artículo que constituye uno de los relieves de la presente edición. Considerando que la guerra es fruto del egoísmo de los pueblos, tejemos algunos comentarios sobre ésa que es considerada una de las llagas de la Humanidad y causa directa de los males que traen infelicidad a nuestro orbe.

Emmanuel nos dijo en un mensaje inserto en el cap. XI, ítem 11, de El Evangelio según el Espiritismo:

“[El egoísmo] impide el progreso moral.”

“[…] es necesario más coraje para vencer a sí mismo, que para vencer a los otros.”

“[El egoísmo] es la negación de la caridad y, por consiguiente, el mayor obstáculo a la felicidad de los hombres.”

“Es a ese antagonismo entre la caridad y el egoísmo, a la invasión del corazón humano por esa llaga moral, que se debe atribuir el hecho de no haber aún el Cristianismo desempeñado, por completo, su misión.”

El egoísmo, como alguien un día escribió, es el amor exclusivo o excesivo a sí mismo.

“Amad unos a los otros como yo os amé” (Juan, 15:12). Esta enseñanza de Jesús modifica completamente el punto de vista del ejercicio de amar al prójimo. A partir de ahí la expresión del amor no es moldeada por el amor a sí mismo. No. El modelo es Jesús, porque el amor a sí mismo puede degenerar en el llamado amor-propio, simple manifestación del orgullo. Si el amor con que se ama es enfermizo, el amor a sí mismo puede degenerar en egoísmo.

Mucho espíritas y oradores famosos dicen con frecuencia que es necesario amarse para que se pueda amar otra persona. Sin duda. Pero se olvidan de decir que hay un modelo a ser seguido: Jesús. Porque Jesús nos dio esa enseñanza nuevapor la imperfección de nuestro amor, que distorsionaba el “amaréis vuestro prójimo como a vosotros mismos”.

Egoísmo y egocentrismo son cosas distintas. El egoísta niega a los otros sus derechos. Todo le pertenece, todo es para él. Nadie puede compartir sus bienes. Nadie puede opinar sobre su comportamiento. Ya el egocéntrico considera que personas y cosas gravitan alrededor de él, pero no niega el derecho de los otros, ni es intolerante a la opinión y a los consejos que recibe. El tipo más característico del egocéntrico, también llamado de egoísta, es el niño. 

Es egoísmo subordinar el interés de otros al propio interés.

“¿Cuál es la señal más característica de la imperfección? El interés personal.” (Fragmento de la cuestión 895 de El Libro de los Espíritus.)

En el sentido peyorativo, se puede decir que el interesado busca, en todo, sacar ventajas. El interés puede ser caracterizado por la codicia, por la  avidez. Actuar con interés es siempre tener una segunda intención, generalmente de obtener alguna especie de lucro, de ventaja, aunque moral, como nos sirve de ejemplo la persona que hace el bien deseando que cada acción suya tenga como contrapartida más un ladrillo  en la casita que imagina habitar en el cielo.

El bien desinteresado es el único reconocido como bien. Trabajar con la intención de obtener algo en cambio tiene por consecuencia las palabras de Jesús: Ellos ya recibieron en la tierra su recompensa.

Es egoísmo juzgar todas las cosas del punto de vista propio.

La cuestión es de juicio. Cuando se está tomado de egoísmo, sólo importa el propio punto de vista. No se consideran las opiniones ajenas, especialmente las contrarias. De esta manera, su juicio es siempre parcial e inclinado al propio interés. Un juicio caritativo prioriza el cotejo de las diversas opiniones en detrimento de la propia, buscando el consenso. Él busca el bien más grande, y no el bien de la minoría o de uno sólo que actúa movido tan solamente por interés.

 

 
 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
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