Editorial 

Año 11 – Nº 529 – 13 de Agosto de 2017

 

Cuando cierra la noche


Entrevistada de esta edición, Cristiane Assis, médica ginecóloga, especializada en Medicina Fetal, habla sobre malformación fetal. Basado en sus palabras, tejemos en las líneas abajo algunos comentarios.

Cuando cierra la noche, estamos sin preparo. El sueño de un niño sano se deshace. Ruyen, también, los proyectos de una niñez feliz, de un crecimiento risueño, de un concreto desarrollo de la juventud.

Padres, abuelos, hermanos, toda la familia destrozada, porque el hijito es un feto malformado. La noche se hace presente porque se turban los sentidos y el sentimiento de desamparo asola el corazón. Pero no estamos solos. Nuestros protectores velan nuestro sueño, hablando con nosotros. El problema es la sintonía. La depresión arraigada y la revuelta incomprendida impiden el aprovechamiento de la intuición.

La noche se deshace cuando se concentran los sentimientos nobles en pleno equilibrio: amor, esperanza, fe. Una experiencia que parece sin sentido, un casi desamparo de Dios pueden ser reinterpretados por medio del filtro de esos sentimientos nobles que amparan y ennoblecen. La revuelta puede ser transformada en resignación; la depresión en esperanza. Con el amparo de los protectores se recupera la fe.

El espírita no está, como sabemos, inmune a esa casi tragedia. La simple información de la ley de acción y reacción no repercute necesariamente en nuestros corazones. El espírita, por lo tanto, no está, infelizmente, indemne a la revuelta.

Toda experiencia que afecta el corazón es una oportunidad de aprendizaje. Nuestros protectores saben el sacrificio envuelto en ese proceso de malformación fetal, y están dispuestos a hacer todo lo posible para ablandar ese dolor.

La malformación fetal es un fenómeno claramente expiatorio. Hace parte del programa reencarnatorio del espíritu reencarnante y de los padres, pero también de toda la familia. Es un dolor compartido, de la misma manera como se comparte el amor. En el orden de los sentimientos, es como una espada clavada en el corazón de los padres. Un dolor anunciado, pero olvidado dentro de las fantasías que envuelven el futuro de bebé. 

“En mi práctica, vi madres cansadas por cuidar de sus hijos deficientes, pero todas gratas por los aprendizajes que los mismos les proporcionaron a lo largo de tan pesada jornada.”  (Cristiane Assis, en la  entrevista mencionada.)

Ya fue dicho antes que el amor de madre es amor acrisolado. Cuando inmune a la noche oscura del alma, es capaz de promover milagros de cuidados y de cariño. El amor materno resiste a cualquier desespero, a cualquier desesperanza.

“Conocí madres tristes porque perdieron sus bebés malformados aún dentro del útero o pocos días después del parto, pero con los corazones aliviados por tener ofrecido a ellos todo el amor que pudieron durante el tiempo que tuvieron con ellos.” (Cristiane Assis, en la entrevista mencionada.)

Existe enorme tristeza cuando se pierde un hijo, y en eso no se excluye nadie, con la diferencia de que los más esclarecidos no transforman la pérdida  en sufrimiento o desespero.

La tristeza fue sagrada en el monte de los olivares. El amor no conoce pérdidas. Él agrega al contrario de dispersar. Un dulce sentimiento, el amor busca unir y envolver, mitigando todos los dolores.

“La vida, mismo que imperfecta, tiene una belleza y nos genera empatía y amor en sus sentimientos.” (Cristiane Assis, en la entrevista mencionada.)

El seno de una madre calentando su retoño es la imagen propia de la natividad, y cualquier semejanza  con el cariño con que Jesús fue recibido por María no es, evidentemente, simple coincidencia.
 
 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
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