Especial
por Marcus De Mario  

Año 11 – Nº 526 – 23 de Julio de 2017

Tener diploma y ser un buen profesional

A finales del último siglo fue sancionado por especialistas de varias áreas que estamos en la sociedad del conocimiento, donde una buena colección de títulos académicos, con especializaciones y capacitaciones constantes, será lo diferente, garantizando una buena colocación profesional y consecuente estatus social. Siguiendo ese paradigma, las escuelas, tanto públicas como particulares, se esmeran en preparar niños y jóvenes para el vestibular, la puerta de entrada de la universidad. Sin embargo, algunas realidades se contraponen a ese paradigma: no tenemos mercado profesional para absorber toda esa mano de obra académica; los jóvenes se muestran inmaduros en la elección del curso universitario y de la profesión a continuación; la gran mayoría de los diplomados por la enseñanza superior se pierden en la multitud, sin ningún destaque, sin ninguna contribución de mayor valor a las ciencias y a la sociedad.

¿Para qué sirve el diploma universitario? ¿Cuál es el significado del título académico? ¿En que la formación superior ejerce influencia en el ejercicio profesional? Si el presente y el futuro de la humanidad son el conocimiento y el dominio de tecnologías, ¿por qué eso no hace disminuir la corrupción, la injusticia social, la miseria, los conflictos, el desequilibrio ecológico y tantos otros males?

Para ejercer una saludable reflexión sobre el tema vamos a servirnos de la palabra del espíritu André Luiz, a través de la psicografia del médium Chico Xavier, en el libro “Nuestro Hogar”, especialmente el capítulo 14, cuando ese espíritu recibe aclaraciones del Ministro Clarencio sobre la cuestión del diploma y del ejercicio profesional

La situación

André Luiz fue médico en su última existencia terrena y estaba en tratamiento y recuperación espiritual en la colonia Nuestro Hogar, cuando se dispuso a conversar con el Ministro Clarencio para solicitar indicación para el ejercicio médico a los enfermos de la colonia espiritual. Aunque reconociera la necesidad de adaptación, creía estar apto a tanto. Después de exponer su pedido, de forma velada, argumentando que quería sólo colaborar con algún servicio, recibió del ministro diversas aclaraciones sobre el título académico y el ejercicio de la profesión del punto de vista de los espíritus.

Destaquemos, antes de las aclaraciones, la forma como el ministro Clarencio atiende a los que le buscan. Introduce en la sala de dos en dos personas, haciendo que las lecciones para uno sirvan igualmente para el otro.

André Luiz quedó sabiendo después “que él aprovechaba ese método para que los pareceres suministrados a cualquier interesado sirvieran igualmente a otros, así atendiendo la necesidad de orden general, ganando tiempo y provecho”.

Invitación de Dios

La primera aclaración de Clarencio – y todo padre y todo profesor necesitan oír esto – es que “es preciso convenir que toda tarea en la Tierra, en el campo de las profesiones, es invitación del Padre para que el hombre penetre los templos divinos del trabajo”.

Sabemos que el trabajo, según la enseñanza espírita, es una ley divina, lo que nos lleva a entender que ejercer una profesión es atender una invitación de Dios y no simplemente garantizar un empleo seguro y un buen salario.

En la aclaración en análisis está implícito la cuestión de la ética profesional, el compromiso ciudadano con el prójimo y con la sociedad, contraponiéndose al ejercicio automático de las funciones.

Teniéndose en consideración que el libro “Nuestro Hogar” fue escrito en 1943, tenemos sólo sesenta y tres años de vida de esa nueva teoría sobre la significación del diploma universitario y del ejercicio de una profesión, lo que es poco, considerando que teorías económicas, educacionales y otras llevan a veces más de un siglo para hacerse conocidas y aceptas.

Ficha de servicio

Prosigue el Ministro Clarencio, ahora con una segunda aclaración: “El título, para nosotros, es simplemente una ficha, pero, en el mundo, acostumbra representar una puerta abierta a todos los disparates”.

Es, infelizmente, lo que aún hemos asistido, con el uso del diploma para garantizar ventajas, como si él representara su portador, lo que no es verdadero, pues en todas las ciencias y en todos los ramos profesionales tenemos los que dignifican sus títulos y los que deshonran los mismos. La nobleza de carácter y la ética profesional no son garantizados por polvos-graduaciones, doctorados, másters, especializaciones - todos esos títulos con su debida importancia - pues de eso no se medita en nuestro actual sistema de enseñanza.

Destáquese la definición ofrecida por el ministro del Auxilio (uno de los ministerios de “Nuestro Hogar”), que el título es una ficha, o sea, una especie de archivo donde son registradas nuestras acciones en el uso del título profesional que ostentamos. Esa definición es bien contraria al pensamiento humano sobre la cuestión. A pesar de los códigos de ética juramentados por los formandos en la colación de grado, raro es encontremos quién responde ante la ley por el uso indebido que hace de sus diplomas.

Aprendiendo a servir

Ampliando substancialmente su aclaración, Clarencio informa: “Con esa ficha, el hombre queda habilitado a aprender noblemente y a servir al Señor, en el cuadro de Sus divinos servicios en el planeta”.

¿Quién no tiene alguna queja sobre una atención inhumana por parte de un médico? ¿Quién no tiene alguna reclamación que hacer sobre la falta de ética de un abogado? ¿Quién no tiene desilusión con el procedimiento de algún pedagogo? Y así por delante, pues la lista de profesiones es extensa. Estamos dejando claro que no se trata de todos, sino de algunos, pues no cabe en este análisis ninguna generalización.

Cuando comprendamos que el trabajo, y cualquier ocupación útil recibe esa clasificación por parte de los Espíritus Superiores en “El Libro de los Espíritus” (pregunta 675), es oportunidad constante de aprendizaje y no de demostrar conocimiento y ejercer autoridad sobre los otros, y que servir a Dios en la construcción del bien común es estar en consonancia con la ley divina, entonces, cuando tengamos esa comprensión, la responsabilidad profesional, la conducta ética y el compromiso con la vida harán del diploma una ficha de servicio bendecida por la luz del amor.

Servir al prójimo con el lema “amaos unos a los otros”, enseñado y ejemplificado por el Maestro Jesús, debe ser nuestra distinción en el ejercicio profesional.

La lección

Es André Luiz quién nos da enseñanza para una reflexión final, al comentar, después de las informaciones de Clarencio: “Quedé atónito. No conocía tales nociones de responsabilidad profesional. Me asombraba la interpretación del título académico, reducido a la ficha de ingreso em zonas de trabajo para la cooperación activa con el Señor Supremo”.

Ese pensamiento de André Luiz surge después que el ministro Clarencio hace una serie de consideraciones sobre la profesión médica, las cuales podemos resumir en lo siguiente:

Mi hermano recibió una ficha de médico. Penetró el templo de la medicina, pero su acción, allá dentro, no se verificó en normas que me autoricen a endosar sus actuales deseos. (...). Como reconoce ahora, el médico no puede estacionar en diagnósticos y terminologías. Hay que penetrar el alma, sondear las profundidades. Muchos profesionales de la Medicina, en el planeta, son prisioneros de las salas académicas, porque la vanidad les robó la llave de la cárcel. Raros consiguen atravesar el pantano de los intereses inferiores, sobreponerse a preconceptos comunes (...)”.

Recordemos que esas palabras son aplicables a cualquier profesión.

Justo es reflexionar con profundidad sobre lo que hacemos con nuestros títulos académicos, pues, repitiendo al escritor Pedro de Camargo (Vinicius), “no es de conocimiento que necesitan los hombres de la actualidad, responsables por la situación aflictiva de los días que corren: es de sentimentos”.

Es por todo eso que damos razón a J. Herculano Pires, cuando, estudiando sobre la cuestión de las pruebas y títulos académicos, muestra que, delante de la doctrina espírita, la práctica, el hacer, debe ser sobre todo moral, y que eso depende enteramente de la capacidad del educador de aplicar el conocimiento adquirido y no de ostentar ese o aquel diploma.

¡Piense en eso!

 

Bibliografia:

Nosso Lar. André Luiz/Chico Xavier. FEB.

O Livro dos Espíritos. Allan Kardec. Feesp.

O Mestre na Educação. Pedro de Camargo (Vinícius). FEB.

Pedagogia Espírita. J. Herculano Pires. Edicel.

 

 

Marcus de Mario es escritor, educador, forma parte del Grupo Espírita Siembra de Luz y es programador y presentador de la Radio Rio de Janeiro.

 

Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita