Especial
por Nubor Orlando Facure    

Año 11 – Nº 523 – 2 de Julio de 2017

¿La mediumnidad es un comportamento hereditário?

Es fácil que percibamos ciertas etapas de nuestra historia evolutiva – el caminar por las savanas, la comunicación por gestos, los gritos de socorro, las primeras herramientas, la creación de adornos, el establecimiento de vínculos afectivos, la formación de grupos sociales organizando estratégias de dominación y rituales de convivencia.

Conquistamos, gradualmente, la marcha bípedo, el lenguaje hablado, la habilidad artística, formamos los grupos étnicos, acumulamos una cultura, la afectividad y la religiosidad.

El niño de hoy repite, en parte, ese proceso filogenético – esa trayectoria evolutiva está presente en sus primeros pasos, en el balbuceo, en las primeras palabras, en el manoseo de los juguetes, en el apego familiar y en la sociabilización del grupo escolar.

¿La mediumnidad fue una conquista de la evolución humana?

¿Estamos autorizados a identificar una evolución y una transmisión hereditaria en la mediumnidad?

Siendo una propiedad orgánica que se procesa en el cerebro del médium, esa posibilidad merece estudio – de lo contrario ella sería un “talento metafísico”, un don divino obtenido por gracia, mérito, privilegio, punición, compromiso o necesidad.

La mediumnidad es un proceso de comunicación entre dos inteligencias: el Hombre, un ser encarnado, y el Espíritu, um ser desencarnado.

La inteligencia es una aptitud cerebral y como tal es un buen ejemplo para identificar el peso de la herencia genética y la actuación de un ambiente rico en estimulación perfeccionando su capacidad. Veremos eso más adelante.

Vamos a ver lo que enseña la Filosofía y la Ciencia

Hipócrates:

“El cerebro, y solamente el cerebro, es la fuente de nuestros placeres, alegrías, sonrisas y encantamientos, así como de nuestras tristezas, dolores, lutos y lágrimas. Es, especialmente, el órgano que usamos para pensar y aprender, ver y oír, distinguir lo feo de lo bello, lo bueno de lo malo y el placer de lo desagradable. El cerebro también es la morada de la locura y de los delirios, de los miedos y terrores que nos asaltan por la noche o de día, del insomnio y del sonambulismo, de los errores embarazosos y de los pensamientos que no ocurrirán, de los deberes olvidados y de las excentricidades.”

Vamos a comprender bien lo que dice Hipócrates: él atribuye exclusivamente al cerebro y sólo al cerebro toda nuestra actividad mental y, principalmente, nuestros comportamientos. Las neurociencias de hoy no dan crédito a esas afirmaciones de Hipócrates – se apoyan exclusivamente en esa visión materialista.

René Descartes, Espinoza y Damásio:

No se cuestiona la existencia del cerebro y de la mente, pero siempre existió el dilema: ¿dualismo o monismo – cerebro y Mente o cuerpo y Alma son entidades diferentes o una cosa única?

Descartes fue el filósofo del dualismo, separando la cosa física en el cerebro y la espiritual en la mente. Ese filósofo francés intuyó que la sede del alma estaría en la glándula pineal, que compatibilizaría los fenómenos mentales con el cerebro.

Espinoza propuso que cuerpo y Alma serían una sola cosa, lo que ocorre en uno ocurre en la otra.

Y en nuestros días el neurocientífico António Damásio enseña que los procesos cerebrales tienen siempre una repercusión psicológica y todo fenómeno psicológico tiene una representación en el cerebro.

Darwin:

La evolución ocurre cuando aparece en determinado organismo una característica que le favorezca una mejor adaptación por el medio ambiente aumentando su oportunidad de sobrevivir – es el proceso de selección natural, por el cual sobrevive y procrea el más apto.

En esa teoría la gran dificultad es justificar el nacimiento de organismos con tales modificaciones y portadores de características ventajosas – una determinada variación, que ocurriría por casualidad, sólo permanecerá a lo largo de la reproducción si esa característica fuese más adaptativa y ventajosa para la supervivencia. Hay de eso una infinidad de ejemplos: podemos atenernos a los diferentes formatos del pico aviar, las plumas en las aves, la posición de oponencia del pulgar, la visión binocular.

Mendel:

Estudiando el cruzamiento de los guisantes, Mendel percibió que, ciertas características, como el color de las semillas, tenían una frecuencia de descendientes mayor y otras más pequeña. Denominó unas de características dominantes y otras de recesivas, cuando sólo en determinados pareamientos ellas aparecen. Podemos ver ese fenómeno fácilmente en los cruzamentos humanos cuando se observa el color de la piel o de los ojos, la altura de la prole o la tendencia a la obesidad.

Mendel ignoraba que factores biológicos estaban siendo transferidos de un organismo para otro marcando sus características. En el ni Darwin sabían de la existencia de cromosomas y genes, que vinieron a explicar minuciosamente el mecanismo de transmisión de la hereditariedad.

Mendel en Dinamarca, Darwin en Inglaterra y Kardec en Francia – contemporáneos que no conocían el trabajo unos de los otros, pero bajo la orientación de la espiritualidad mayor –, introducían en la Humanidad las primeras nociones de nuestra responsabilidad evolutiva y de nuestros compromissos con la hereditariedad.

Hoy, el mapa genético permite que se identifique el gen conectado a determinadas características físicas, psicológicas y patológicas del organismo humano; muchas de esas situaciones son poligénicas, como es el caso de la inteligencia, que se atribuye a por lo menos 52 genes.

Piaget:

El biólogo y psicólogo francés Jean Piaget hizo un estudio longitudinal de sus 2 hijos analizando el desarrollo de la inteligencia. Él percibió que hay etapas a recorrer en la adquisición de cualificaciones específicas en el desarrollo de la inteligencia. Su teoría es aceptada hoy con ciertas restricciones, pero queda patente su universalidad – o sea, hay en el cerebro del niño una programación biológica que le permite desarrollar una cualificación que denominamos de inteligencia.

Y Kardec, ¿qué nos enseña?

El paradigma espírita

Existen varias corrientes religiosas que hablan de la vida después de la muerte. Una de ellas enseña que el alma gozará de paz y felicidad si su vida fue sin pecados o, vivirá tormentos eternos se desobedeció a las Leyes de Dios. Una otra dice que después de la muerte las Almas dormirán un sueño sin despertar, aguardando la resurrección de Jesús. En ninguno de los dos casos las Almas, después de la muerte, vuelven para nuevo contacto con los parientes o amigos que dejaron en la Tierra.

El Espiritismo entiende que, después de la muerte, los Espíritus se sitúan en otro plan de la vida, en tareas que los atraen tanto por el interés como por la necesidad, y millones de ellos permanecen a nuestro lado, manteniendo sintonía con nuestros pensamientos, interfiriendo en nuestras vidas, sugiriéndonos tanto buenas cómo malas conductas en nuestras decisiones. En la mayoría de las veces nuestro contacto con ellos es sutil e insospechable, pero, a través de los médiums, es ostensivo, vibrante y conmovedor.

El Cerebro y la Mediumnidad

Enseña Kardec que el fenómeno mediúmnico se procesa a través del cerebro del médium: es en el cerebro del médium que el Espíritu comunicante va a buscar elementos para producir su trabajo. En toda comunicación inteligente hay una contribución del dominio del conocimiento del próprio médium.

La inteligencia y toda capacidad mental de un individuo son propiedades del Espíritu, siendo el cerebro sólo un instrumento que le permite manifestarse en ese mundo. Pero la predisposición orgánica del cerebro del médium debe poseer las condiciones adecuadas para la manifestación del Espíritu.

Los programas cerebrales heredados

Todo niño al nacer muestra un conjunto de actividades reflejas e instintivas fáciles de percibirse en una evaluación trivial. Sus manitas cojan cualquier objeto que toca, el chupete o el mamar de la madre desencadena rápidamente el mecanismo de succión.

Entre los 5 y 7 años de edad los niños son llevados hasta la escuela donde son estimuladas a aprender a leer. En esa edad ellas ya saben dar significado al que ven y al que oyen – es un gatillo, es un pajarito o es la voz de la mamá que ella identifica como diferente de un extraño.

Para lectura, el cerebro no crea una nueva área, una nueva región, construye sólo una nueva función aprovechando las áreas donde el niño ya habla y deletrea, oye y comprende los fonemas, y ve los símbolos que representan las letras. Ese programa es biológico, orgánico, son conexiones de neuronas determinadas genéticamente. El aprendizado, el ejercicio, el entrenamiento desarrolla esa habilidad para la lectura. 

En la mediumnidad, el hecho de ver, oír, hablar o escribir bajo el dominio inteligente de un Espíritu desencarnado no debe crear un fenómeno nuevo en el cerebro – serían las mismas conexiones puestas en marcha en asociación y complicidad entre encarnado y desencarnado.

 

Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita