Editorial 

Año 11 – Nº 522 – 25 de Junio de 2017

La esperanza es lo que nos da fuerza en la vida

Jorge Hessen habla sobre la eficacia de la oración en experimentos hospitalarios legos y en los ambientes religiosos, en la materia especial de esta edición, titulada “Fe y oración como aperturas terapéuticas de los nosocomios contemporáneos.”

“Investigadores de la Universidad de Alabama, en los Estados Unidos, tienen aplicado un tratamiento nombrado de ‘terapia de la esperanza’. El proceso consiste en ayudar los pacientes a construir y a mantener la esperanza delante de la enfermedad, consonante la máxima de que es necesario dar fuerza al espíritu para que el cuerpo se recupere.” (Jorge Hessen, en el artículo mencionado.)

La esperanza es responsable por la protección y sustentáculo de la mente y del corazón humano. De las tres virtudes teologales – fe, esperanza y caridad – es la esperanza que sostiene el hombre en el combate de la lucha espiritual con nuestros impulsos inferiores.

Pablo nos habla sobre el casco de la esperanza, que mereció de Emmanuel el siguiente comentario: “Casco […] es indumentaria de lucha, esfuerzo, defensiva. Y el discípulo de Jesús es un combatiente efectivo en contra el mal, que no dispone de mucho tiempo para considerar de sí mismo, ni puede exigir demasiado reposo, cuando sabe que el propio Maestro permanece en trabajo activo y edificante. Resguardemos, pues, el nuestro pensamiento con el casco de la esperanza fiel y prosigamos para la victoria suprema del bien.” (Fuente Viva, cap.94.)

“En la medida que el paciente hace una introspección para potencializar la fe, se posibilita el reconocimiento de su identidad y la reconstrucción de su autoestima, que lo lleva a recuperar la esperanza y la confianza en sus propios recursos adaptativos.” (Jorge Hessen, en el artículo mencionado.)

¡Potencializar la fe a través de la introspección! Sí, una vez que la fuente de la fe está toda en la centella divina que hay en cada uno de nosotros, y que logramos a través de una zambullida en nuestro ser, conociendo a nosotros mismos, posibilitando, así, la promoción de la autoestima, desarrollando la confianza en nosotros y en Dios y descubriendo la fuente de la esperanza.

“El Espiritismo explica que es a través de un proceso de desarrollo personal que el enfermo gana fuerzas para neutralizar la enfermedad. El Espiritismo busca persuadir el enfermo a reorientar su comportamiento mental por la fe inteligente, raciocinada, sugiriendo una ética de caridad, en la cual debe resultar un modo particular de motivación para una vida engrandecida y de sobreponerse a los llamamientos del mundo físico.” (Jorge Hessen, en el artículo mencionado.) 

La fe encuentra en la esperanza su producto inmediato y característico. Pero, como sabemos, no nos bastan la fe y la esperanza. La lucha en contra las adversidades y en contra el mal, dentro y fuera del hombre, debe revestirse de una virtud activa - la caridad, aunque la fe sea una virtud activa, es introspectiva.

“En el Hospital General de San Francisco, California, ‘fue posible comprobar que los pacientes que recibieron oraciones presentaron significativas mejoras, necesitando incluso de menor cantidad de medicamentos.’ Para nosotros, espíritas, ella se reviste de características especiales, pues a la par de la medicina ordinaria, elaborada por la Ciencia, el magnetismo nos hace conocer el poder de la acción  fluídica y el Espiritismo nos revela otra fuerza poderosa en la mediúmnidad curadora y la influencia de la oración.” (Jorge Hessen, en el artículo mencionado.)

No podemos prescindir de los recursos de la medicina. Mismo en un tratamiento con la terapia de los pases, donde se evidencian mejoras significativas, Allan Kardec afirma que una sólo terapia no es eficaz en ciertos casos, como, por ejemplo, en el tratamiento de los procesos obsesivos, en los cuales es necesario conjugar los recursos terapéuticos de los pases con los medicamentos de la medicina.

Hace tiempo que se creía que toda enfermedad era exclusivamente de orden espiritual y que se podría abandonar los recursos médicos, lo que, lamentablemente, es idea corriente entre muchos espíritas.

Es obvio que, en última instancia, toda enfermedad es de origen espiritual, porque oriunda de un desequilibrio del alma, sea con o sin influencia de un tercero. Pero la somatización hace con que la enfermedad se torne también un fenómeno material, para lo cual la medicina humana es, obviamente, necesaria.

En este sentido, es útil recordar la lección firmada por Allan Kardec, al reportarse al tratamiento de la obsesión:

“La obsesión muy prolongada puede ocasionar desórdenes patológicas y reclama, por veces, tratamiento simultáneo o consecutivo, sea magnético, sea médico, para restablecer la salud del organismo. Destruida la causa, resta combatir los efectos. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XXVIII, ítem 84, Observación”.) [La negrita es nuestra.]
 
 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita