Espiritismo para
los niños
por Célia Xavier de Camargo

Año 11 – Nº 522 – 25 de Junio de 2017

Los equipajes


Una pareja de viejitos caminaba por una calle. Ambos estaban muy temblorosos y cansados. Caminaban un poco y ya se sentían cansados, deseando descansar. Después volvían a caminar, pero el peso de las mochilas que llevaban era muy grande y ellos se cansaban mucho. Entonces, Pedro le dijo a su esposa:

- Joana, ¿qué te parece si nos libramos de nuestra carga? ¡Está muy pesada y no aguanto más!

Joana pensó un poco y consideró:

- Pedro, pero ¿qué haremos sin nuestro equipaje? ¡Son trajes, zapatos y cosas que necesitamos! ¡No podemos dejarlas por el camino!...

Entonces Pedro, que había hablado primero, dio una sugerencia:

- Joana, ¿quizás podemos dejar nuestros equipajes en el tronco de un árbol? ¡Ya observé que, en esta región, existen muchos árboles con huecos en el tronco! ¿Qué piensas?

- ¡Es una buena idea, Pedro! Vamos a buscar un árbol con hueco. Así, podremos guardar nuestras cosas hasta que volvamos.

Así, poniéndose acuerdo, siguieron y, al encontrar un árbol con un gran hueco, colocaron sus pertenencias y, más aliviados, caminaron sin problemas.

Sin el peso, siguieron su camino y luego llegaron a su ciudad de destino. Habían ido a visitar a un hermano que no veían hacía mucho tiempo. Después de verlo y saber que estaba bien, se despidieron y regresaron por el mismo camino.

Al llegar a la región donde habían dejado sus equipajes, se pusieron a examinar cada árbol con cuidado.

- ¡Estoy segura de que dejamos nuestras cosas aquí dentro, Pedro!

- ¡Sí! ¡Yo también estoy seguro de que éste es el árbol, Joana! ¿Qué haremos?

Sin saber qué hacer, se sentaron a la orilla de un riachuelo y se pusieron a pensar. ¡Necesitaban esa ropa! ¡No tenían dinero para comprar otras! ¿Qué hacer?

En ese momento, vieron llegar a un hombre que se detuvo para saber qué estaba pasando con ellos para estar tan tristes, a lo que ellos respondieron:

- Es que, al pasar por aquí, estábamos muy cansados y decidimos dejar nuestras pertenencias en el hueco de un árbol.   ¡Pero ahora no tenemos nada!  ¡¿Alguien nos robó?!...

Entonces, el recién llegado se sentó cerca de ellos y les explicó:

- Yo vivo aquí cerca. Sucede que por aquí pasan muchos ladrones y yo los vi a ustedes guardando paquetes dentro del árbol. Pero como sé que los ladrones están siempre atentos, corrí y cogí sus pertenencias, llevándolas a mi casa. Entonces, al verlos regresar, vine a avisarles que todo está bien guardado conmigo.

Vamos a mi casa y les entrego sus equipajes.

La pareja acompañó al señor hasta su casa y pronto estaban con la ropa en sus manos. El nuevo amigo preguntó si querían almorzar y ellos, como tenían hambre, aceptaron.

Después de almorzar, tomaron sus cosas y, agradeciendo al amigo que salvó su ropa, lo abrazaron y se despidieron de él, satisfechos y agradecidos.

Al verlos alejarse, el hombre dijo:

- ¡No olviden! ¡No se puede confiar en lugares abiertos! Siempre existen los que desean beneficiarse de nuestra falta de cuidado y tal vez no encuentren a alguien que pueda guardarlas hasta el regreso de los dueños.

- ¡Tienes toda la razón, amigo mío! Estamos muy agradecidos por su bondad, cuidando de nuestros equipajes.

MEIMEI

 

(Recibida por Célia. X de Camargo, el 22/5/2017.)
 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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