Espiritismo para
los niños
por Célia Xavier de Camargo

Año 11 – Nº 519 – 4 de Junio de 2017

La experiencia

Un día, el profesor conversaba con los alumnos cuando uno de ellos le dijo desanimado:

- Profesor Joel, ¡no entiendo por qué me he sacado tan baja nota! Yo pensé que tenía la respuesta correcta, pero estaba mal. ¡Estoy muy triste!...

- Lucas, no pensaste bien al responder las preguntas. Si hubieras pensado mejor, habrías acertado. Ustedes necesitan reflexionar sobre la pregunta y, después, encontrar la mejor respuesta, ¿entendiste? – dijo el profesor al escuchar el reclamo del niño.

- Más o menos, profesor. ¡Pienso que no entendí lo que usted quería!

- Exacto, Lucas. La pregunta era para que ustedes pensaran y respondieran de la mejor manera posible.  

Los alumnos se miraron entre ellos como si no entendieran. El maestro los miró y propuso:

- ¿Qué tal si hacemos un ejercicio? 

Los alumnos estuvieron de acuerdo con la sugerencia. Entonces, el profesor movió la cabeza, puso las manos en los bolsillos de su pantalón y sacó los billetes que tenía. Después, separó los cinco que eran de igual valor.

- ¡Bien! Vamos a ver quién quiere participar en el ejercicio. Necesito cinco alumnos.  

Varios alumnos levantaron la mano y el profesor escogió a cinco de ellos. Después, explicó:

- Voy a darles un billete de 10 reales a cada uno de los alumnos participantes. La próxima semana, ustedes deberán devolverme los 10 reales, más lo que hayan conseguido reunir con su trabajo, ¿está bien? 

Los niños estuvieron de acuerdo y toda la clase aplaudió. El profesor informó:

- Ustedes, los demás alumnos, serán los jueces, decidiendo quién trabajó mejor con el dinero que recibió. Entonces, ¡buen fin de semana para todos! 

Los alumnos salieron del salón pensando. ¡¿Qué hacer con los 10 reales?!... Pero ese era el problema de los alumnos que estaban participando en el juego.  

El primero, Roberto, era un niño muy pobre. Al llegar a casa, vio que su mamá no tenía nada para el almuerzo. Metió la mano en el bolsillo del pantalón y, sintiendo el billete, decidió que no tenía importancia no ganar, pero en ese momento necesitaba dar el billete a su mamá, a fin de que compre algo para el almuerzo de la familia.  

El segundo, Miguel, llegó a casa pensando en qué hacer que el billete produzca más. Recordó que a su mamá le gustaba hacer dulces, entonces le dijo a su mamá:

- ¡Mamá, gané 10 reales y necesito hacer que el dinero aumente; me acordé que tus dulces son muy buenos! ¿Podrías hacerlos? 

La mamá estuvo de acuerdo. Entonces, después del almuerzo, arregló la cocina y salió a comprar lo que necesitaba. Ella gasto exactamente los diez reales y volvió a casa. Puso los ingredientes en el fuego y, después de un tiempo, el buen olor del dulce se esparcía en el aire. Sacó la olla del fuego y puso el dulce en una bandeja, la esparció bien y después lo cortó. Luego, se secaron y quedaron con un olor apetitoso. Miguel cogió una canasta, puso los dulces adentro y salió a venderlos. Media hora después volvió sin nada, y con el bolsillo lleno de dinero. ¡Los 30 dulces rindieron 30 reales! 

El tercero, Juan, pensaba en cómo hacer rendir su dinero. Pero al llegar a casa vio a su mamá afligida. El hijo de tres años se había caído y se había lastimado, y su mamá necesitaba comprar medicina. Juan sintió el billete en su bolsillo y respiro profundo; metió la mano en su bolsillo y entregó el billete a su mamá. Aliviada, ella fue a la farmacia, trajo la medicina para quitar el dolor de su hijo y se quedó feliz. Pronto, el pequeño estaba durmiendo aliviado.  

El cuarto, Gabriel, dejó el colegio pensando qué hacer con su dinero. Pasando por una placita, vio a sus amigos jugando a las canicas apostando. Entonces, decidió hacer lo mismo. En su turno, ganó algunas monedas más. Animado, siguió jugando. Solo que perdió lo que había ganado y también lo que había recibido. Sin nada en el bolsillo, volvió a casa muy triste.  

El quinto, Murilo, sabía que la situación en su casa era grave. No había dinero para nada. Con su papá y su mamá desempleados, la familia no tenía qué comer y sus hermanos lloraban de hambre. Entonces, Murilo entregó los 10 reales para que su mamá comprara algo para alimentarlos. Ese día, Murilo se sintió feliz al ver el rostro alegro de los pequeños. Había perdido la oportunidad de hacer rendir su dinero, pero tenía la consciencia tranquila.  

En el día señalado por el profesor, después de clases, los alumnos escogidos tenían que explicar cómo habían usado el billete de 10 reales, y cada uno de ellos fue contando lo que había hecho con el dinero recibido. Al final, el profesor preguntó a los alumnos qué pensaban del resultado del ejercicio. Cada uno dio su opinión sobre lo que habían hecho con los 10 reales. Y el profesor explicó:

- ¿Se dieron cuenta? Cada uno tuvo que usar la cabeza para decidir cómo usar el dinero que habían recibido. Estoy contento al ver que, en general, ellos actuaron pensando en la familia y no en ellos mismos, ¿vieron? 

Todos estuvieron de acuerdo. Pero Alina levantó la mano y consideró:

- En general, ellos usaron bien su dinero. Sin embargo, hay alumnos que pensaron más en las necesidades de la familia que en las suyas. ¡Pienso que eso es muy importante, profesor! Con la excepción de Gabriel que actuó mal por haber pensado solo en él mismo. Quedó encantado con ganar más dinero, que era suyo, sin preocuparse por nadie más. Pienso que él mereció perder.  

Bajando la cabeza, avergonzado, Gabriel estuvo de acuerdo con su compañera, diciendo:

- Tienes razón, Alina. Viendo cómo los demás gastaron su dinero, entiendo que ellos han sido mucho mejores que yo, y aprendí cuánta necesidad existe que nosotros desconocemos.  

Los alumnos aplaudieron y el profesor agradeció la colaboración de todos.

- ¿Entendieron lo que yo deseaba en el examen? ¡Que reflexionaran sobre las situaciones de cada uno y presentaran la mejor solución! 
 

MEIMEI 
          

(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia, el 21/11/2016.)
 

Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita