Editorial 

Año 11 – Nº 517 – 21 de Mayo de 2017

Es necesario que brille nuestra luz

“Partimos de la divinidad y a ella retornaremos.” (Guaraci de Lima Silveira, autor del especial “En la gloria del Señor”, uno de los relieves de esta edición.)

El arte poética produce efectos inefables en el lector. Y la licencia poética promueve la sublimación de términos mucho más allá de sus  sentidos  primitivos. Pero hay que tenerse cuidado con los contenidos denotativo y connotativo para no perder el control del contenido doctrinario. En ese caso, un cierto panteísmo asombra el lector.

“Nos dijo Jesús que debemos hacer brillar nuestra luz. Emmanuel nos habla que ‘la lección de Jesús debe ser aplicada en todas las condiciones, todos los días’.” (Guaraci de Lima Silveira, en el artículo mencionado.)

“Vosotros sois la luz del mundo.(…) Es así que debe brillar vuestra luz delante de los hombres, para que vean las buenas obras y glorifiquen vuestro Padre, que está en el cielo.” (Mateo, 5:14-16)

La luz se manifiesta por las buenas obras. Y las obras son capaces de convertir a muchos, de forma que glorifican a Dios. Se nota que los actos son los verdaderos edificadores. No son las palabras, exceptuándose las consoladoras; no es la propaganda, la divulgación, sino las que tocan el corazón.

“Entonces el acto de evangelizarse pasa por principios teológicos, filosóficos y científicos. Teológico por una necesidad que la criatura siente, en determinado momento de su evolución, de unirse definitivamente al Creador, entonces el esfuerzo de cambio. Filosófico porque necesita adquirir conocimientos para operar tal cambio en sí y científico como un elemento empírico necesario a la consolidación de la experiencia.” (Guaraci de Lima Silveira)

La educación de las malas inclinaciones es un proceso de evangelización, en lo cual se cambia de comportamiento buscando la sublimación de los sentimientos. El esfuerzo de educarse pasa, necesariamente, por la reelaboración neural, creando vías de reprogramación cerebral.

La estructura cerebral es plástica y sujeta a cambio, como dice el autor. No es más una estructura rígida, como pensaban los científicos más antiguos. Está sujeta a reelaboración sensible. La fuerza de voluntad es capaz de modificar las configuraciones cerebrales. De esa manera, el esfuerzo de cambiar el rumbo de lo que tenemos sido tiene realidad efectiva, y redunda en la sublimación  anhelada.

“Cambiamos nuestros cerebros y organismos de acuerdo con lo que deseamos. Es siempre bueno que nos acordemos de las palabras de Jesús cuando nos dijo que Dios es justo y dará a cada uno según sus obras.” (Guaraci de Lima Silveira) 

¡Los deseos! He aquí fuerzas determinantes de nuestra economía mental. Nosotros somos lo que deseamos, y las descubiertas de las neurociencias reafirman eso, demostrando que la plástica cerebral es determinada por la estructura deseada. Así, tenemos que reconocer que, mucho más allá de la realidad factual, subsisten otros hechos tan reales, aunque subyacentes  a la realidad del quimismo cerebral. “Jesús: ‘Yo y el Padre somos Uno’”. (Jo 10:30)

Por más que tengamos el placer y el respeto a las lecturas de Juan, y nos asombremos con su misticismo, es necesario separar la paja del grano. Esta afirmación atribuida a Jesús desentona de todo el contenido del “Hijo del Hombre”. Es responsable por el dogma de la trinidad, formulación característica de Juan, y que vale la pena ser meditada, pero no sancionada por la simplicidad de la doctrina espírita.

Efectivamente, el fragmento “somos uno” constante de la frase apuntada por Juan sólo puede ser entendido como siendo la expresión de que Jesús y el Creador pensaban de la misma manera y mantenían afinidad absoluta en lo que decían y hacían, puesto que nadie hay que ignorar lo que, en otro momento, Jesús dijo a uno de sus interlocutores: 

“¿Por qué me llamas bueno? No hay bueno sino uno sólo, que es Dios. Si quieres, sin embargo, entrar en la vida, guarda los mandamientos.” (Mateo 19:17, Lucas 18:19 y Marcos 10:18)

 

Traducción:

Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br


 

 

 

     
     

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